Te cuento la película

El asesino

The Killer (2023) * USA

Duración: 118 min.

Música: Atticus Ross, Trent Reznor

Fotografía: Erik Messerschmidt

Guion: Andrew Kevin Walker (Novela gráfica: Alexis Nolent y Luc Jacamon)

Dirección: David Fincher

Intérpretes: Michael Fassbender (El asesino), Charles Parnell (Hodges), Arliss Howard (Claybourne), Sophie Charlotte (Magdala), Tilda Swinton (Experta), Gabriel Polanco (Leo), Sala Baker (Bruto), Kerry O'Malley (Dolores), Emiliano Pernía (Marcus), Monique Ganderton (Dominatrix).

Es extenuante el no hacer nada

Capítulo I. París. El objetivo

Esta es la reflexión que hace un asesino profesional, que se pasa horas sentado observando su objetivo, asegurando que si no eres capaz de soportar el aburrimiento ese trabajo no es para ti, que puedes considerarte afortunado si te cruzas nunca con él.

Desde su ventana, en un edificio en reformas y casi vacío, observa el despertar de la ciudad y hace un poco de ejercicio.

Indica que los problemas surgen antes y después de la tarea, y por eso hay que prepararse, cuidar los detalles y repetir y no dejar nada para los forenses y evitar ser visto, o al menos memorable, y, por ello, cuando sale, se viste y se hace pasar por un turista alemán, con sombrero y gafas de sol pues nadie quiere relacionarse con uno.

Coge la comida en una hamburguesería y destroza el móvil tras cada llamada.

Durante un tiempo usó Airbnb, pero dejó de hacerlo porque usan cámaras para bebés y quiere pasar desapercibido, pues en la mayoría de los juicios se tiene en cuenta sobre todo los testimonios de los testigos.

Asegura que suelen ser las horas ociosas las que llevan a la ruina.

Desde su puesto observa la terraza del hotel, pero también a los vecinos.

Le gusta cada vez más la creatividad en su trabajo, como el provocar accidentes simulados, envenenamientos lentos o ahogamientos.

El problema es que mientras trabaja apenas duerme.

Ve cómo corren las cortinas del piso superior del hotel que hay en frente y monta su arma, pues sabe que su objetivo está a punto de aparecer.

Escucha música porque le ayuda a concentrarse y evita que la voz interior divague y no opina ni toma partido, pues los que le pagan no quieren perder el tiempo tratando de convencerlo de su causa, y su eficacia se debe a que nada le importa, teniendo prohibida la empatía, pues esta implica debilidad.

Llega en efecto su objetivo y prepara su arma para acabar con él.

Observa que con él ha llegado una dominatrix, que baila para él, y que, al hacerlo y moverse, se interpone entre el objetivo y la bala, que impacta en la chica, dando tiempo a su objetivo a escapar.

Debe recogerlo todo y marcharse a toda velocidad, subiendo a la moto que tenía preparada y con la que escapa justo cuando comienzan a sonar las sirenas policiales.

Por el camino va deshaciéndose de todas las pruebas, que lanza a diversos lugares como a un camión de basura o a una alcantarilla.

Luego abandona la moto y tira el casco al río.

El fracaso es algo nuevo para él.

Se arregla en una gasolinera y coge un taxi hasta el aeropuerto, volviendo a lavarse cuando ve que en el control tienen un perro.

Llama a su jefe, que le señala que tienen un gran problema.

Saca un billete para volar a Santo Domingo, pero se muestra muy cauto, fijándose en un tipo con el que coincidió en el aeropuerto y que va también en su vuelo.

En el hotel, para evitar sustos coloca un vaso en el pomo de la puerta y una tapa junto a esta para estar alerta si alguien intenta entrar.

Capítulo 2. República Dominicana. El escondite

Llega en su coche hasta su casa, observando que en la puerta de la entrada a la finca hay un montón de colillas, que muestran que alguien pasó allí mucho tiempo allí, por lo que, tras coger su pistola entra sin levantar la valla y a toda prisa tratando de sorprender a quien le espera.

Cuando entra, ve que está puesta la música a un volumen muy elevado, observando que tiraron muchas cosas y las rompieron, y observa sangre en un cristal.

Va tras ello al hospital, donde está ingresada su mujer y le dice su hermano que recibió dos trasfusiones y le pusieron muchos calmantes.

Le cuenta que fueron dos personas, un hombre y una mujer y no fue un robo, habiendo conseguido apuñalar al hombre y se fueron en un coche con una luz verde, un taxi.

Marcus le dice que iban a por él y no querían dejar testigos, pero él le asegura que no dejará que vuelva a pasar nada parecido.

La llevarán a un hospital privado en Punta Cana.

Cuando ella despierta dice que sentía pánico, pero aguantó y no dijo ni una palabra sobre él. Fue fuerte y que lo peor era pensar que no iba a volver a verlo y no lo soportaba.

Regresa a su casa y saca de un zulo oculto en el jardín varias armas.

Prepara luego el equipaje y pasaportes falsos para su viaje.

Recorre luego la ciudad para encontrar la compañía de taxis que fue a su casa, hasta que finalmente los ve y observa que son de la empresa "Clásico", yendo esa noche hasta la central de la compañía, donde, tras amordazar al encargado consulta su ordenador, viendo quién hizo el recorrido hasta su casa, observando que el taxi salió desde el aeropuerto, y que quien lo conducía era Leo Rodríguez.

Al día siguiente espera a la puerta de la compañía hasta que ve salir a Leo, lo sigue y sube luego a su taxi, como si fuera un cliente y le pide, a punta de pistola, que le cuente el viaje que hizo tres días antes.

Le cuenta que los recogió en el aeropuerto privado. Que eran una chica muy delgada y un tipo que daba mucho miedo.

Le indicaron una dirección en Google y cuando llegó, los esperó durante una hora. Estuvo a punto de marcharse pues tenía mucha hambre y tardaban mucho.

Volvieron casi de noche y vio que el tipo tenía la pierna ensangrentada y volvió a llevarlos al aeropuerto.

Pide al taxista que vaya a un lugar solitario, donde le dispara y acaba con él.

Va tras ello al aeropuerto y coge el avión.

Capítulo 3: Nueva Orleans / El abogado

Viaja de regreso a Nueva Orleans, donde estudió hasta que el profesor Hodges le convenció de que dejara de estudiar Derecho.

Allí va hasta un trastero. Tiene trasteros en 6 ciudades de Estados Unidos, donde oculta documentaciones falsas, matrículas y armas y luego va hasta unos almacenes en los que se hace con diversos materiales, como un cubo de basura y herramientas.

Luego, vestido como un operario espera en la furgoneta observando el circuito de cámaras y la cerradura antiguos, hasta que ve a una mujer, Dolores, que entra en el edificio que vigilaba.

Sale con el cubo de basura en que coloca una señal de residuos peligrosos y espera a que abran la puerta a un repartidor, con el que se cuela en el edificio.

Luego, cuando se va el repartidor, y antes de que se cierre la puerta del despacho en que está Dolores, entra y la sorprende, asustándose al verlo.

Hodges también se sorprende al verlo allí, pues cree que es una insensatez y que nada de lo que él pueda decirle merece el riesgo que ha corrido yendo hasta allí.

Hace que Dolores lo ate y se ate ella.

Le pregunta tras ello quiénes eran, diciéndole que sabe que él no tenía ya ni voz ni voto, pues las consecuencias cuando alguien se pasa de la raya son automáticas, pues tuvo que compensar a un hombre muy enfadado y poderoso y no se imaginó que iba a regresar a su casa y le dice que aún puede salvarse, pero debe desaparecer, lo que pensó que haría.

Él le dice que sabe que tiene que estar todo allí, pues hace copias de seguridad de todo, diciéndole que todo está en los portátiles que él destrozó con su pistola de clavos y le dice que haciéndole daño a él no gana nada y le aconseja seguir con su vida.

Pero en vez de ello le clava con la pistola de clavos, tres en el pecho y le dice que se ahogará despacio y quiere la información antes de morir, pues piensa que durará de 6 a 7 minutos, aunque se muere enseguida.

Dolores le dice que sabe los nombres, y, como sabe de lo que es capaz y no alberga esperanza alguna, le pide que no la haga desaparecer, pues sus hijos necesitan su seguro de vida.

Mete el cuerpo de Hodges y todas las pruebas en el contenedor y baja luego con Dolores, que lo lleva hasta una casa donde tienen todas las fichas.

Busca la del trabajo de París y detrás los números para las transferencias de los subcontratistas a los que busca, encontrando el nombre de Claybourne, el cliente.

Tras ello la lanza por la escalera para que muera y que sus hijos cobren el seguro.

Regresa al trastero y trocea el cadáver, subiendo con la furgoneta al transbordador, lanzando luego al agua algunos resto y los demás en un descampado.

Tras limpiar la furgoneta le quita la matrícula superpuesta y la devuelve.

Capítulo 4: Florida / El bruto

Viaja hasta San Petersburgo, en Florida, con la dirección que obtuvo por Dolores, que le lleva a una zona de las afueras donde un grupo de hombres muy forzudos juega con un pitbull.

Compra en un supermercado carne y somníferos.

Los ve salir por la noche, observando que uno de ellos cojea, y los sigue, viendo que van al casino.

A su regreso ve cómo los amigos dejan al cojo en casa, acercándose él con la carne que preparó y en que colocó los somníferos y se aleja hasta que le hace efecto.

Cuando deja de escuchar sus ladridos entra en la casa, viendo al perro abajo tumbado, tras lo que recorre la casa en busca del dueño, que lo sorprende a él, debiendo pelearse con un tipo mucho más duro que él y que lo tomó por ladrón, siendo la pelea muy dura por parte de ambos, consiguiendo finalmente el asesino una pistola.

Lo persigue y entonces le pregunta si es el de la República Dominicana.

Consigue él mismo finalmente un arma y le dispara a través de la puerta de la habitación, aunque debe huir a toda velocidad, pues se despierta el perro y lo persigue, consiguiendo salir y cerrar la puerta justo a tiempo, tras lo que lanza hacia la casa un cóctel molotov y hace que arda la casa.

Capítulo 5: Nueva York / La experta

Viaja luego hasta Nueva York con la intención de encontrar a la mujer que acompañó en el ataque a su casa al tipo con el que ya acabó.

Coge un tren hasta el barrio dormitorio donde vive y, tras alquilar un coche, comienza su labor de espera.

Recuerda que Leo le dijo que parecía un palillo, lo que constata, siguiéndola cuando coge su coche y consigue ponerse a su altura en un semáforo, disponiéndose a dispararle, aunque en ese momento suena una sirena policial y debe desistir.

Ve que va a al restaurante The Waterfront.

Mientras se dirige al mismo piensa que en la mayoría de ocasiones, cuando una mujer es asesinada, se piensa que el autor es su marido o su novio, sobre todo si no hay agresión sexual.

Entra él también, se sienta en su mesa y le muestra su arma, comprendiendo ella lo que le espera por lo que comenta que lo ha hecho muy bien durante mucho tiempo y ahora se arrepiente de no haber tomado más helados.

Pide un surtido de whiskies sabedora de que es su último día, y le pide a él que le diga que Hodges está muerto y que tuvo una muerte espantosa, presuponiendo que también acabó ya con el tipo de Florida.

Le dice que si de ella hubiera dependido no hubiera metido a su amiga, pero no tuvo nada que ver en lo que pasó, que se opuso a sus métodos, pero era muy poco receptivo y que ella hizo un trabajo. Te dan un nombre y una dirección y no es personal.

Recuerda que al principio le sorprendió lo fácil que era y se prometió que nunca haría algunas cosas y que, cuando tuviera dinero, compraría otra vida, aunque, reconoce, es otro de sus autoengaños.

Le pregunta por qué está allí, pues podría haberla matado más fácilmente y salir limpiamente, atropellándola o simulando su caída, y le pregunta por qué se ha arriesgado, pues si gritara, él la mataría, pero no saldría limpio, y cree que lo ha hecho para reafirmarse.

Se pregunta a sí misma cómo, habiéndose preparado durante tanto tiempo para ese momento nunca creyó que fuera a llegar.

Finalmente se toma él mismo una copa y salen juntos.

Ella le dice que cuando le pase a él la recordará a ella y sus palabras y no para de hablar

La mujer se resbala por el hielo y le tiene la mano para que la ayude a levantarse, aunque en vez de ello le dispara en la cabeza, y recuerda que no debe fiarse de nadie, viendo cuando cae sin vida que llevaba en la otra mano un cuchillo.

Capítulo 6 Chicago / El cliente

Mira la información de Claybourne, el cliente, sabiendo que será más arriesgado, pues, asegura, el esfuerzo de la policía es proporcional al dinero del cliente, aunque, cuanta más riqueza se tiene, más difícil es pasar desapercibido.

Se cuela en el parking del que salió antes el coche de Claybourne, aunque la salida está codificada, por lo que pide por Amazon un clonador de llaves electrónicas.

Va luego hasta el banco y cierra su cuenta, transfiriendo sus fondos a otra en el Caribe.

Compra otra pistola en el mercado negro.

Con el clonador consigue pasar al exclusivo gimnasio de Claybourne gracias a la tarjeta de un encargado de la limpieza. Abre su taquilla y clona la tarjeta del lujosísimo ático del cliente.

Se cuela en el apartamento y se presenta frente a él con su arma, tomándolo el millonario por un ladrón, por lo que le pregunta qué quiere de él, diciéndole que fue para demostrarle lo fácil que es dar con él y a preguntarle si tiene algún problema con él, que no entiende de qué le habla hasta que le muestra la dirección de París.

Entonces le dice que no tienen ningún problema. Que tras el incidente recibió una llamada y preguntó qué se hacía en ese caso y Hodges le sugirió contratar un seguro para evitar represalias y le dijo que por 150.000 más podían borrar todo rastro y no volvió a pensar en el tema e insiste en que no tiene ningún problema con él.

Ve que no sabe por qué está allí, por lo que decide no hacer nada, aunque le advierte que tendrá una muerte lenta y dolorosa si va a por él.

Epílogo: República Dominicana

Prepara un café para Magdala y se sienta en una tumbona a su lado mientras piensa que el destino es un placebo y el único camino en la vida es el que dejas atrás.

Si eres incapaz de aceptarlo, quizás seas solo como él: "uno del montón.

Calificación: 3