Te cuento la película

La vida de los otros
La vida de los otros

Das leben der anderen (2006) Alemania

Duración: 137 min.

Música: Gabriel Yared y Stéphane Moucha

Fotografía: Hagen Bogdanski

Guion y Dirección: Florian Henckel von Donnersmarck

Intérpretes: Ulrich Mühe (Gerd Wiesler), Sebastian Koch (Georg Dreyman), Martina Gedeck (Christa-Maria Sieland), Ulrich Tukur (Anton Grubitz), Thomas Thieme (Ministro Bruno Hempf), Hans Uwe Bauer (Paul Hauser), Volkmar Kleinert (Albert Jerska), Matthias Brenner (Karl Wallner), Charly Hübner (Udo).

Hohenschönhausen, centro de detención provisional del Ministerio para la Seguridad del Estado en Berlín Este. Noviembre de 1984. Allí la todopoderosa Stasi, la policía política interroga a los enemigos del socialismo.

Uno de los encargados de dicha labor es el capitán Gerd Wiesler, que muestra luego en sus clases en la academia de la Stasi, sus métodos, concluyendo que lo mejor es un interrogatorio continuo hasta que el arrestado quede agotado.

Invitado por su superior y amigo, el teniente coronel Anton Grubitz a ver una obra de teatro del poeta Georg Dreyman, interpretada por su esposa Christa Maria Sieland, Grubitz le asegura que Dreyman es afín al régimen, pese a lo cual Wiesler sospecha de él.

Y Grubitz trasladará esas sospechas, como propias al ministro de cultura Hempf, antiguo represor al final de la representación, encargándole este que lo investigue, siendo el propio Wiesler el encargado de dicha tarea, el cual descubre de inmediato que el interés de Hempf se debe a que es amante de Christa Maria, temerosa de que le impidan actuar.

Durante la fiesta posterior al estreno Dreyman intercede ante Hempf por su amgio Albert Jerska, director teatral caído en desgracia por la firma un manifiesto.

Los técnicos de la Stasi colocan micrófonos por toda la casa, instalando en el desván el equipo desde el que Wiesler de día y el sargento Udo por la noche realizarán las escuchas, que comienza durante la fiesta por el 40 cumpleaños de Dreyman, registrándose una bronca entre su amigo, el escritor Paul Hauser y el nuevo director de la obra, al que aquel acusa de pertenecer a la Stasi, mientras Jerska, solo en un sofá se dedica a leer a Bertolt Brecht.

Unos días más tarde Wiesler coge ese libro y lo lee también emocionado.

Un día en que Hempf recoge a Christa Maria a su salida del teatro, y la obliga a hacer el amor con él en su coche oficial, Wiesler, en vez de limitarse a ser observador y notario, hace sonar el timbre en casa de Dreyman, obligándolo a salir a la calle, siendo así testigo de la llegada de ella en el coche del ministro.

Poco después una llamada telefónica le informa a Dreyman del suicidio de Jerska, y, conmocionado interpretará al piano la partitura que Jerska le regaló en su cumpleaños, la "Sonata para un hombre bueno", que, Weisler escucha con lágrimas.

Triste por ambas noticias, Dreyman le pide a su mujer que no acuda a ver a Hempf, pues no lo necesita a él ni las pastillas que toma, a lo que ella le responde que también él se acuesta con ellos tratando de agradarlos ya que ellos deciden quién puede representar o quién no.

Antes de reunirse con el ministro, Christa Maria toma una copa en un bar, donde antes entró Weisler, que se acerca a ella y dice admirarla, indicándole que el arte ya lo tiene y no necesita que nadie se lo demuestre ni se lo diga.

Al día siguiente, cuando regresa a su puesto de escucha lee el informe de Udo, en el que señala que Christa Maria regresó a casa, diciéndole a Dreyman que nunca más saldría.

Tras el entierro de Jerska, escribe un artículo en que habla de los suicidios en su país, señalando que dejaron de contarlos en 1977 debido a que tras Hungría era el país con mayor número de ellos debido a la desesperación provocada por la represión.

Le pide ayuda a su amigo Paul Hauser, para que le ayude a publicarlo en Occidente, viéndose para hablar del asunto en un parque al saberse vigilado, y sospechando que también pueda estarlo Dreyman, decidiendo para comprobarlo hacer una prueba.

Hacen que un tío de Paul diga en su casa que va a ayudar a escapar a su sobrino a Occidente bajo el asiento de atrás de su coche, señalando por dónde cruzará la aduana, observando que nadie se lo impide, llegando a la conclusión de que su casa está limpia, sin saber que Weisler estuvo a punto de llamar, pero finalmente decidió no hacerlo.

Una vez hecha la comprobación reciben en su casa la visita de un periodista de Der Spiegel, dispuestos a publicar su artículo, aunque harán que lo hagan con una máquina que les lleva él muy ligera para que no sepan quién es el autor, y que él esconderá bajo el suelo de su apartamento, ocultándoselo incluso a Christa Maria, ante la que simula estar escribiendo con Paul y con Wallner una obra sobre Lenin para conmemorar el 40 aniversario de la RDA.

Con esa información Wiesler acude a ver Grubitz, el cual le explica cómo reprimen a los intelectuales, manteniéndolos aislados 10 meses. Tras ello, y sin necesidad de malos tratos los dejan fuera de circulación y ninguno de ellos vuelve a crear.

Al ver lo que le espera a Dreyman, Weisler no solo omite su informe, sino que pide que retiren a Udo de la vigilancia, que piensa debe ser más flexible.

Finalmente el artículo se publica, lo que provoca tensiones con Alemania Occidental.

La Stasi se hace con el escrito original comparando la letra del mismo con la de las máquinas de todos los escritores importantes, que tienen registradas, sin que coincida con la de ninguno de ellos, al ser un modelo que no se vende en su país.

Entretanto Hempf, furioso por el abandono de Christa Maria le encarga a Grubitz que haga lo necesario para que no vuelva a actuar, facilitándole información del lugar donde compra de forma ilegal sus pastillas, siendo de inmediato detenida.

Ella para evitar perder su profesión se ofrece a informar sobre los artistas que conoce e incluso a acostarse con él, pero ya de nada le sirve. Solo puede salvarla ya su información acerca del escrito sobre los suicidios, revelando la autoría de Dreyman, al que sorprendió escondiendo la máquina y que, incapaz de mentirla más se lo conto, ante lo que la Stasi registra la casa para sorpresa de Wiesler, aunque sin encontrar nada.

Pero Grubitz comienza a sospechar de Wiesler, al que cita en el centro de detención provisional, reprochándole que no se enterara de lo ocurrido y poniendo a prueba su lealtad, haciendo que sea él quien interrogue a Christa Maria, consiguiendo que esta confiese el lugar donde Dreyman esconde la máquina, recuperando tras ello su libertad y sus pastillas.

Regresa entonces a casa antes de que lleguen los agentes de la Stasi, comandados por el propio Grubitz, los cuales, pese al soplo, no encuentran la máquina.

Pero mientras realizan el registro Christa Maria, no pudiendo soportar su traición sale a la calle dejando que la atropelle un camión, siendo auxiliada por Weisler, que, para calmar su conciencia le confiesa que él escondió la máquina, muriendo la artista poco después en brazos de Dreyman, mientras Grubitz, a la vista de lo ocurrido da la actuación por finalizada, tras prometerle a Weisler que se pasará el resto de su vida abriendo cartas con vapor.

Y ese será su destino hasta que 4 años y 7 meses después cae el muro.

Dos años después coinciden en el teatro el ex ministro Hempf y Dreyman, que no ha escrito nada desde la caída del muro, preguntándole al ex ministro por qué a él no lo vigilaban, respondiéndole este que sí lo hacían, comprobando una vez en su casa al revisar los interruptores que los cables recorrían toda la casa.

Acude tras ello a consultar sus expedientes, comprobando que son decenas de carpetas, entre las que se encuentra la referida a la Operación Lazlo, descubriendo así que Christa Maria era confidente y que fue quien lo acusó, dándose cuenta que no pudo ser ella, como pensaba hasta ese momento quien escondió la máquina de escribir.

Descubre además que el informante, que firma como HGW XX/7 le encubrió llegando a inventarse incluso el argumento de su falsa obra de teatro, viendo en su último informe una mancha roja, como la de la tinta de su máquina clandestina, descubriendo al indagar sobre él que ahora es un humilde cartero.

Dos años más tarde, y mientras realiza su reparto de correspondencia, Weislar pasa frente al escaparate de una librería donde se anuncia el nuevo libro de Dreyman "Sonata para un hombre bueno", el título de la partitura que le regaló Jerska.

Wiesler ojea el libro observando que está dedicado a HGW XX/7 y compra el libro. El vendedor le pregunta si lo envuelve para regalo a lo que responde, "no, es para mí".

Calificación: 4