Te cuento la película

The Quiet Girl

An Cailín Ciúin (2022) * Irlanda

Duración: 95 Min.

Música: Stephen Rennicks

Fotografía: Kate McCullough

Guion: Colm Bairéad (Historia: Claire Keegan)

Dirección: Colm Bairéad

Intérpretes: Catherine Clinch (Cáit), Carrie Crowley (Eibhlín Cinnsealach), Andrew Bennett (Seán Cinnsealach), Michael Patric (Athair Cháit), Kate Nic Chonaonaigh (Máthair Cháit), Joan Sheehy (Úna).

Cáit se oculta entre la hierba y descansa mientras la buscan sus hermanas a requerimiento de su madre.

Su colchón está húmedo porque se hizo pis y se oculta bajo la cama, pero sus zapatos embarrados la delatan.

Su madre está de nuevo embarazada y pasa mucho tiempo en la cama, tanto, que algunos días ni siquiera les prepara la comida para el colegio, echando una de sus hermanas la culpa a la "meona".

En clase, y aprovechando su ausencia, coge el termo de una compañera para poder tomar leche, pero otros compañeros se la tiran al pasar despreocupados, cayéndole encima y manchándola.

Escucha cómo otras alumnas amigas de su hermana dicen que es un bicho raro.

Cuando llaman para regresar después del recreo y todos corren a clase ella corre en sentido contrario, salta la valla y se va.

La recoge su padre en el coche y la lleva hasta la taberna donde bebe mientras ella lo espera antes de regresar, viendo cómo su padre para su coche y recoge a una mujer que camina por la carretera y que le pregunta cuál de sus hijas es esa, diciendo él que la errante.

Escucha cómo ella le dice que ni se le ocurra pararle por la calle, preguntándole su padre si también ella va a montarle una escenita y le pregunta si prefiere ir andando.

Por la noche se levanta para ir al baño y escucha cómo su madre le pregunta a su padre cuánto tiempo deberían quedársela, si cree que hasta que nazca el bebé, diciendo su padre que se la queden el tiempo que quieran.

Su madre recibe una carta, y tras leerla la llama para explicarle algo.

Unos días después sube al coche con su maleta, no esperando su padre ni a que lleguen sus hermanas para despedirla.

Van a Waterford. El viaje son tres horas y se pasa parte del tiempo durmiendo.

Les recibe Seán en su casa del campo, que llega en ese momento con el tractor, saliendo luego Eibhlín, su mujer, que le abre la puerta del coche a la niña y le pide que salga para verla y recuerda que la última vez que la vio iba todavía en el cochecito, fijándose en lo sucia que va, aunque no le dice nada, invitándola a entrar en la casa y a sentarse en la mesa.

Le pregunta a la niña por su madre y ella cuenta que le tocaron 10 Libras en la lotería y comieron gelatina y que esperan que vayan a cortar el heno, diciéndole la tía que van muy retrasados.

Pero cuando entra su padre les cuenta que ha sido muy buen año para el heno y el henar está hasta arriba.

Les advierte que su hija come mucho, pero que pueden ponerla a trabajar, diciendo Seán que no cree que sea necesario.

Tras comer, él anuncia que se marchará, dándole Eibhlín ruibarbo para su mujer.

Como despedida le dice a su hija que intente no caerse a las brasas.

Eibhlín dice que se ha llevado la maleta de la niña, por lo que más tarde, después de hacerla bañarse, pasándole un cepillo para quitarle la suciedad, le entrega ropa que guarda en el armario, que le está un poco grande por lo que debe remeterla.

Le propone ir con ella al pozo, pero parece reacia y le dice que es por un secreto, advirtiéndole Eibhlín que en su casa no hay secretos, pues en la casa en que hay secretos es una casa avergonzada.

Van al pozo y allí le hace probar el agua.

Le ofrece luego una taza de leche, pero ella dice que su madre no le permite beber antes de irse a dormir.

Seán se muestra frío con la muchacha y casi ni la mira.

Pero Eibhlín sube con ella y la arropa y le pregunta si su madre está bien, diciéndole Cáit que ha vomitado mucho pero ya no le pasa.

Le pregunta luego por qué no ha guardado el heno, diciendo la niña que porque carece de dinero para pagar a los hombres, por lo que le pregunta si se ofenderá su madre si le envía dinero, diciendo Cáit que ella no, pero su padre sí.

Hace pis en el orinal para no hacérselo en la cama, pese a lo cual se hace pis, aunque Eibhlín le dice que es culpa de los colchones, que son tan viejos que lloran.

Le pide luego a Seán que le enseñe la granja, pero él dice que tiene mucho trabajo y mejor en otro momento.

Se queda por tanto con ella mientras cocina, ayudándole la niña a pelar las patatas, luego la peina con mimo, pasándole 100 veces el cepillo y le limpia las orejas, yendo de nuevo al pozo a buscar agua.

Por la noche van a la casa algunos amigos de Seán y juegan a las cartas, mientras la niña y Eibhlín los observan.

Una mañana llama, Sinéad, una amiga de Eibhlín para pedirle ayuda con su madre, por lo que se queda sola Cáit con Seán, yendo con él al establo mientras lo limpia.

Pero de pronto la pierde de vista y se asusta, y, cuando la encuentra le regaña diciéndole que no puede ir por todas partes a su antojo pese a que la niña había ido a buscar un cepillo para ayudarle a limpiar, asustándose al escuchar sus gritos.

Al día siguiente, ve cómo Seán sigue sin hablarle, pero cuando se marcha deja, cariñosamente una galleta en la mesa donde ella pela las patatas.

Luego, mientras él limpia de nuevo el establo aparece ella con un cepillo y comienza a ayudarle a limpiar, ayudándole luego mientras dan biberón a un ternerito, tras lo que almuerzan juntos.

Cuando vuelven a salir, Seán le dice que debe correr mucho, pues tiene las piernas muy largas, por lo que le pide que vaya corriendo hasta el buzón, que está a la entrada de la finca para ver si tienen alguna carta y la cronometra.

Al día siguiente ayuda a la tía a hacer mermelada de grosellas, diciendo entonces Seán que es hora de solucionarlo ya, porque al día siguiente es domingo y no quiere que vaya a misa con esa ropa, por lo que les pide que suban a arreglarse para ir a la ciudad, dándole Seán al llegar un billete a la niña para que se compre un helado de chocolate, diciendo que no tiene sentido tiene ir a la ciudad y no malcriarla.

Eibhlín le compra ropa nueva.

Se encuentran con una amiga a la que Eibhlín le cuenta que es la hija de una prima y que pasará el verano con ellos.

De vuelta deben parar en cara de Sinéad, pues murió su padre y van luego al velatorio, estrenando Cáit s ropa nueva.

Allí ve la niña por vez primera en su vida a un muerto, mostrándose Seán muy cariñoso con ella, gastándole una broma al hacerle probar la cerveza, que no le gusta nada.

La niña comienza a cansarse y una vecina, Úna, se ofrece a llevársela para que esté con sus hijos, aunque, durante el camino, comienza a hacerle todo tipo de preguntas sobre sus tíos, si la tratan bien, o sobre en qué habitación la pusieron, o si el tío le da una paga o si permite a Eibhlín gastar dinero.

Le pregunta también si Eibhlín sigue bebiendo, diciéndole ella que cuando hay visita, preguntando ella si tienen muchas y quiénes son, o si rezan el rosario, diciéndole la mujer que su tía se pasa el día haciendo dulces y pregunta a la niña si les pone mantequilla o margarina, o si tiene el congelador lleno de cosas, o dónde duerme el perro, diciendo la niña que nunca lo vio en la casa.

Luego le pregunta si la ropa del niño sigue colgada en el armario, preguntando ella qué niño, diciendo ella que le dio ropa, pero que luego le compró otra en la ciudad, preguntando Úna si se refiere al disfraz que lleva, aunque, le dice luego que mejor eso que llevar durante un mes la ropa de un muerto, dándose cuenta de que la niña no sabe nada, por lo que le pregunta si no sabe lo del hijo de sus tíos.

La niña pregunta qué le pasó, contándole la mujer que persiguió al perro hasta la fosa séptica y se ahogó, por lo que Seán cogió la escopeta y se llevó al perro para matarlo, pero que no tuvo agallas para hacerlo y a Eibhlín se le puso el pelo blanco de un día para otro, aunque Cáit le dice que lo tiene castaño, riendo Úna, diciéndole que de bote.

Al llegar a la casa, Úna le cuenta a su madre que cuando se fue del velatorio todavía quedaban bocadillos y que no había ido mucha gente, criticando los bizcochos e incluso al muerto, que estaba torcido y mal afeitado y llevaba un rosario de plástico en la mano.

Cuando finalmente se asoman, con curiosidad, sus hijos, llega Seán para recoger a la niña, extrañándose Úna de que llegara tan rápido a recogerla.

Le dice a Seán que la niña es de pocas palabras, diciendo él que usa solo las que necesita, y que ojalá hubiera más personas como ella.

Ya en el coche, Eibhlín pregunta a la niña si ha estado a gusto con Úna y si le hizo muchas preguntas, diciendo la niña que unas pocas, diciéndole que le preguntó si usaba mantequilla o margarina y que le contó lo de su hijo y que ella llevaba su ropa, llorando Eibhlín al oírla.

Como la mujer se siente mal, Seán saca a la niña y da con ella un paseo hasta la playa, donde se sientan y le dice que le ha ocurrido algo difícil de entender, pero que Eibhlín no quería hacerle daño, que lo que le pasa es que siempre tiene esperanza en la bondad de las personas, pero a veces la decepcionan, diciéndole que nadie la obliga a hablar y a menudo la gente desaprovecha la oportunidad de callarse.

La niña sigue los días ayudándole con las vacas y corre cada día al buzón mientras Seán la cronometra y ve que mejora en sus tiempos.

Ve también al matrimonio acariciándose con cariño.

Pero un día regresa del buzón con una carta de su madre, explicándole luego que tiene un nuevo hermanito y que, como el colegio está a punto de empezar, su madre desea que regrese, mostrándose muy triste por ello.

Va a nacer un ternero y Eibhlín debe sustituir a Seán con las vacas, quedándose Cáit sola, y, sabiendo que necesitan agua, decide ir al pozo con el cubo.

Cuando Eibhlín regresa a casa y no la encuentra y ve la verja abierta, sale para buscarla asustada y ve que la niña regresa empapada, al haberse caído al pozo.

Piensan qué le dirán a su madre, proponiendo Seán no decir nada, pues será un simple resfriado, y pueden llevarla un par de días más tarde para que se le pase.

Finalmente van a llevarla, viendo que queda atrás su casa del verano.

Cuando van llegando al pueblo, la niña les explica al pasar por una casa que su padre perdió allí la novilla en una partida de cartas y que su madre estuvo un mes sin dirigirle la palabra.

Los recibe Máire, que apenas hace caso a su hija, pudiendo ver al bebé.

Finalmente llega su padre y les pregunta si les ha dado mucho la lata, diciendo ellos que es una santa, aunque cuando estornuda les pregunta si está resfriada, contándole ellos que tuvo un pequeño resfriado, diciendo el padre, cruelmente que hay que saber cuidar de los chicos, haciendo que Máire se sienta violenta con su comentario.

Deciden marcharse, dándole antes a Máire unas patatas y mermelada y les dicen que será un placer recibir a la niña si desea volver.

Cáit ve cómo se aleja el coche, y tras despedirse de ellos corre tras el coche, como corría cada día a buscar el correo recordando los detalles de ese tiempo tan feliz.

Llega así a la puerta de entrada en la que tuvo que parar Seán para abrirla y salir.

Cáit corre hacia él y lo abraza con fuerza, y ve entonces cómo su padre avanza rápido para buscarla, enfadado, diciendo la niña "papi", cierra luego los ojos y repite "papi".

Calificación: 4