Te cuento la película

Todos a casa

Tutti a casa (1960) * Italia / Francia

          También conocida como:
                    - "Regreso a casa" (Hispanoamérica)

Duración: 122 min.

Música: Angelo Francesco Lavagnino

Fotografía: Carlo Carlini

Guion: Agenore Incrocci, Furio Scarpelli, Luigi Comencini, Marcello Fondato

Dirección: Luigi Comencini

Intérpretes: Alberto Sordi (Teniente Alberto Innocenzi), Serge Reggiani (Assunto Ceccarelli), Martin Balsam (Quintino Fornaciari), Nino Castelnuovo (Codegato), Eduardo De Filippo (Señor Innocenzi), Carla Gravina (Silvia Modena), Didi Perego (Caterina Brisigoni, Mario Feliciani (Capitán Passerini), Alex Nicol (Tovak).

Los soldados de un acuartelamiento de la costa veneciana parecen relajados. Uno de ellos lee en el periódico que los americanos ocuparon Sicilia y desembarcaron en Calabria.

El teniente Di Facio se prepara para recibir a su prometida, que llega con su futura suegra y espera con ansia el relevo de Innocenzi y sus artilleros.

Estos son recibidos por el coronel, que les dice que llegó una circular recomendando que los soldados canten mientras marchan.

Ese día, el 8 de septiembre de 1943, y mientras pelan patatas, dos soldados escuchan en la radio la noticia de que se ha decretado por Badoglio un armisticio con las fuerzas angloamericanas y que no deben atacarlos.

Todos gritan felices al enterarse de la noticia, pensando que finalizó la guerra y tratan de ponerse en contacto con la comandancia a la espera de recibir órdenes, aunque allí tampoco recibieron instrucciones aún.

Di Facio informa por teléfono al coronel de que fuera están los alemanes con dos carros blindados y le obligaron a dejar en 5 minutos la posición y las armas, aunque no quiere atender las órdenes.

Ignorantes de los últimos sucesos, Innocenzi y sus hombres avanzan cantando hacia el acuartelamiento, aunque cuando están llegando a este empiezan a escuchar disparos, y, piensan que los están atacando los americanos, por lo que comienzan a desplegarse.

Ven a los alemanes e Innocenzi trata de hacerles ver que están allí, ya que son sus aliados, aunque estos les responden con una ráfaga de disparos, que se repite cuando Innocenzi, pensando que los tomaron por americanos trata de aclarar que son sus amigos italianos, por lo que se preguntan cómo actuar, tras comprobar que están disparando sobre sus posiciones.

Pide a sus hombres que se pongan a cubierto mientras él trata de obtener órdenes.

En el acuartelamiento, Di Facio se niega a ceder la posición, y se enfrenta a los alemanes, que, valiéndose de sus carros blindados avanzan, acabando con Di Facio y tomando posiciones fácilmente.

Innocenzi llama desde un bar al coronel y le informa que los alemanes se aliaron con los americanos, aunque le aclaran que no es así, y que se declaró un armisticio y por ello los alemanes tratan de tomar sus posiciones, por lo que le piden que apoye a Di Facio, aunque, mientras hablan, el sargento Fornaciari le informa que los alemanes tomaron ya la posición, ante lo que el coronel le pide que regrese al cuartel, aunque justo en ese momento llegan también a este los alemanes, por lo que pide a Innocenzi que en vez de regresar traten de alcanzar a la Cuarta Agrupación en San Donino.

Parten para cumplir las órdenes, parando a dos camiones que requisan para ir a San Donino, yendo en uno de ellos el zapador Ceccarelli, que tenía un permiso por convalecencia y tiene un pase para regresar a Nápoles, llevando un paquete para la mujer de su superior.

El propio Innocenzi deberá conducir uno de los camiones al escapar el conductor.

Pero cuando llegan a su destino ven que el cuartel fue abandonado ya y no queda nadie, por lo que decide dirigirse hacia Verona, al Comando del ejército.

Pero se quedan sin gasolina a medio camino y esperan al segundo camión que no termina de llegar, por lo que comprenden que desertaron y deben continuar andando.

Siguen la vía del tren esperando llegar a la estación y poder coger un tren, aunque, cuando entran en un túnel, ve cómo, aprovechando la oscuridad, los soldados se burlan de él, y, cuando sale, ve que no hay nadie. Solo Ceccarelli, que no se fue porque tiene su licencia y el documento para su ración de leche.

Ilusionados, ven que se acerca el tren, hasta que se dan cuenta de que va escoltado por soldados alemanes y corren para ocultarse, pudiendo ver que el tren va cargado de prisioneros italianos y aliados que gritan que los llevan a Alemania y que van tirando hojas con su dirección para que se comuniquen con sus familiares.

Ven cuando el tren desaparece que llega una niña que recoge las notas.

Ellos continúan su camino, aunque Innocenzi le dice a Ceccarelli que puede irse a donde desee, que no hace falta que continúe con él, aunque el muchacho no quiere irse sin su licencia como convaleciente, que Innocenzi no sabe dónde puso.

Consiguen llegar a una casa. Y piden que les permitan pernoctar allí, viendo que además de ellos pidió ayuda también un capitán, que está herido al que Innocenzi le cuenta que sus hombres escaparon, viendo cómo al capitán no le importa y le dice que más le vale quitarse el uniforme, pues si ven que es un oficial le deportarán a Alemania.

El dueño les deja ropa de paisano mientras el capitán se pregunta para qué les han servido todos esos años de guerra.

Al rato llegan otros dos soldados de su compañía, el sargento Fornaciari y Codegato.

Se visten todos como civiles, con ropa que no les queda bien y siguen su camino, donde se cruzan con unos soldados alemanes que pasan de largo.

Les recoge un camión cargado con hombres que tratan de regresar a sus casas y que se dirige a Campo San Páparo, y se da cuenta de que llevan un montón de granadas. Les dicen que pueden unirse a ellos que van a la Maquia, pero Innocenzi y sus hombres se bajan, pero el capitán decide unirse a los que siguen la lucha.

Mientras caminan ven cómo desde un avión lanza centenares de octavillas invitándoles a unirse a los alemanes.

Consiguen subir al tren.

Como Ceccarelli duerme abrazado al paquete que llevaba para la mujer de su superior ellos, para que no note su ausencia lo sustituyen por otra caja y se la roban.

Innocenzi les dice, cuando se despierta y se da cuenta de lo que hicieron sus hombres, que son unos chacales y les pide que devuelvan el paquete, aunque luego les pide que lo abran para ver qué contiene, observando que está lleno de latas y embutidos.

Innocenzi les pregunta qué iban a decirle a Ceccarelli, pero el teniente les dice que, o dejan el paquete como estaba, o lo rellenan con trapos y piedras y les pregunta qué desean hacer y, como Codegato y el sargento votan por comer, el teniente les dice que él vota en contra, pero que está en minoría, por lo que va con ellos al servicio a comer.

Tras ello vuelven a colocar el paquete como antes mientras se relamen.

Y ven cómo, el vagón que iba casi vacío, de pronto se llena debiendo algunos ir en el exterior y en el techo, lo que hace que, al entrar en un túnel que es de subida, el tren no pueda seguir, debiendo salir todos los pasajeros para no asfixiarse con el humo del carbón de mala calidad que utilizaba.

Codegato, que iba embelesado por una bella mujer que contaba un cuento a un niño en el vagón, la ayuda a bajarse y carga con su maleta, aunque tropieza y ve que está cargada de piezas de plata.

Pasan varias personas con un fallecido y él se persigna, debiendo explicarle ella que no lo hizo porque es judía, y le cuenta que es de Canni, pero ella estaba en Trevesso por los exámenes cuando la llamaron para decirle que habían llegado los alemanes y cuando llegó a su casa se los habían llevado y una vecina le contó que su padre estaba herido en la cabeza, pero no era grave, y ella cogió las cosas de plata de su casa y se fue, pues el dinero no vale nada ni lo tienen.

Le cuenta que va a Bari, donde tiene parientes, y él se ofrece a acompañarla durante parte del camino, y le asegura que no le importa que sea judía.

Mientras todo esto sucede, Innocenzi se acercó al pueblo a buscar algún medio de transporte y les espera en la plaza, e invitan a la mujer a ir con ellos.

El teniente va a una casa donde le dijeron que tenían un camión que va a ir hacia el sur, aunque cuando llega a su casa ve que el dueño no puede conducir porque tiene una pierna rota.

Hay también una mujer, que se presenta como Caterina Brisigoni y que le cuenta que es enfermera y tiene que llevar una carga de material sanitario a Roma, y se quedó sin chófer, contándole Innocenzi que él tiene el carnet y va a Roma porque regresan a casa, y, como ella tiene un permiso de salida del Comando Alemán, irá con él, aunque no podrán hacerlo sus soldados, pues el camión va cargado, pero le promete que le dará buenas cosas para comer y llegarían pronto a Roma, y que, si se queda, no conseguirá ningún transporte.

Además se acuesta con él, que acaba aceptando a costa de dejar atrás a sus amigos.

Cuando se cruzan con la gente que bajó del tren, que van ahora caminando. Y se esconde al pasar junto a sus soldados para que no lo vean.

Pero cuando llegan a la siguiente población, el camión va tan cargado que se queda atascado y pierden una rueda, y, mientras ella va a buscar a un mecánico, él se queda al cuidado del camión, al que, poco a poco comienzan a acercarse algunas personas que miran con curiosidad, lo que hay en el camión y ven que está cargado de harina, por lo que se corre la voz y va llegando cada vez más gente y saquean el camión, sin que Innocenzi, que está solo, pueda hacer nada, dejando la calle blanca.

Los soldados al mando de Innocenzi lo descubren allí y su traición, y le dicen que creían que lo habían apresado los alemanes.

Él les dice que no está casado con ellos y que son unos desgraciados. Fornaciari le responde que el desgraciado es él, y además un holgazán, ante lo que reacciona abofeteando a su hombre.

Se pelean y el teniente le dice que en tiempos normales le habrían fusilado y se marcha, diciéndole Fornaciari que por gente como él, perdieron la guerra.

Van hacia el trasbordador y Codegato invita a la mujer judía a quedarse unos días en su casa, y ven, mientras esperan el trasbordador que llegan tres soldados alemanes, uno de los cuales regala a la chica un bombón.

Estos, ven que ella tenía su nombre, Silvia Modena, en unos libros y uno de los soldados dice que en Italia los judíos siempre tienen nombre de ciudad y le preguntan si es hebrea, negando todos los demás que Modena sea una ciudad.

Ven al otro lado del río un control alemán y corren todos al autobús, al que sube también Innocenzi, y ven cómo una moto con sidecar les obliga a parar y les hacen bajar.

Codegato pide a Silvia que salga corriendo, enfrentándose a uno de los soldados, con el que pelea para que ella pueda escapar, aunque el otro soldado acaba con él.

Fornaciari se enfada, pero Innocenzi le obliga a mantener el control para no acabar como su amigo.

El resto de pasajeros aprovechan mientras los soldados corren tras la chica para huir.

Consiguen una bicicleta, en la que van Innocenzi y Ceccarelli y luego Fornaciari y el teniente hasta llegar a la casa del sargento, frente a la que caen, al tener la bicicleta los frenos rotos, derribando a Teresa, la esposa de Fornaciari, con la que este se besa sin importarles que Innocenzi esté bajo ellos.

Tras comer y afeitarse, Teresa confiesa a su marido que hay en el altillo un prisionero americano, oculto tras escapar del campo de concentración de Felpiano.

El americano baja a la hora de comer y se encuentra con los hombres, viendo todos con envidia cómo fuma.

Les dice que todos los soldados italianos están huyendo y ellos le dicen que no escapan, que hay un armisticio, aunque el americano les recuerda que fueron aliados de Hitler.

Vicente vuelve a acostarse con su mujer. Innocenzi, que no puede dormir, sale al patio, donde escucha cantar a los grillos, y donde encuentra una colilla del americano que se dispone a fumar, cuando sale este.

Hablan de mujeres, alabando John a las italianas, que son diferentes a las americanas-

Innocenzi le dice que las italianas del norte son más parecidas a las americanas, altas y rubias, pero frías, aunque más liberales y las del sur bajitas, morenas, pero fogosas, y que a él le gustan también las americanas como Ginger Rogers.

John le pregunta por qué hicieron la guerra si no les gusta, diciéndole Albert que no pudieron elegir.

John le regala uno de sus cigarrillos, aunque tose al notarlo muy fuerte.

Ve que llega entonces un camión cargado de soldados fascistas y decide huir con Ceccarelli, tras avisar a sus amigos, que no tienen tiempo para huir.

Al sargento lo sorprenden en la cama con su esposa, viendo este que son conocidos, que le dicen que han ido a buscar al americano, aunque Fornaciari niega que haya ningún americano, aunque lo encuentran y se lo llevan, al igual que al sargento, mientras indican que la ronda acaba de empezar.

Innocenzi y Ceccarelli siguen su marcha, llegando subidos en un carro a la casa del teniente, que pide al soldado que entre antes y avise él a su padre con delicadeza para que no le pase nada por el susto.

Pero Ceccarelli no es muy sutil, y el padre empieza a temer que le van a anunciar la muerte de su hijo, que debe aparecer antes de lo esperado para decir que está bien.

Su padre le cuenta que tapiaron parte de la casa porque se la requisaron y le obligaron a recibir refugiados, y que a él que era músico y tocaba el violonchelo en la orquesta lo retiraron, pues sus manos ya no pueden hacer bien el pizzicato.

Pero el hijo le pide que toque para él, que se emociona, pues echaba de menos su música, aunque, agotado, acaba quedándose dormido.

Llega un vecino a pedir fuego, y recuerda al señor Innocenzi que ahora es comandante, y el hombre le pide que les ayude para que no recaiga sobre su hijo ningún castigo tras abandonar el frente, pues desea volver a unirse espontáneamente al ejército.

Alberto se despierta y los escucha cuando el vecino dice que de la comandancia se ocupará él, pues muchos son los que se presentan para unirse al renovado ejército fascista y les hacen falta oficiales, aunque se hace el dormido.

Pregunta a su padre qué trama y este le cuenta que el Mariscal Graccianni reconstituyó el ejército y que debe reincorporarse tras descansar un par de días, aunque Alberto le dice que lo que quiere es condenarlo a muerte y le recuerda que los americanos están ya en Nápoles, aunque su padre le asegura que sabe un secreto, y es que los alemanes tienen un arma secreta y en unos días la guerra cambiará radicalmente, aunque quien se lo contó es un conserje.

Trata de hacer entender a su padre que todo acabó, aunque su padre le dice que lo que se acabó es su sueldo, y que él tuvo que vender hasta su abrigo, y que pronto tendrá que vender hasta el violonchelo.

Alberto siente que ha estado soñando con volver a casa, porque se había olvidado de cómo era, exigiéndole su padre que le pida perdón de rodillas.

Llega el comandante, que ve también ahora a Ceccarelli y les dice que deben ir a Alemania para que les instruyan para volver al frente. Que ya habló con el coronel, que los espera al día siguiente a las 8 y les propone ir juntos desde allí al día siguiente hasta el centro de reclutamiento.

Pero al día siguiente, a las 6 de la mañana despierta a Ceccarelli y huyen por la ventana para no hacer ruido, y se cuelan en un tren del que deben bajarse pronto porque bombardearon la estación.

Un muchacho que los vio bajarse del tren los sorprende con su metralleta, tras adivinar que son desertores, y los obliga ir hasta el Comando, aunque antes de llegar Innocenzi lo sorprende y le quita el arma, lo que no le sirve de nada, pues el chico llama a dos fascistas que los retiene.

Ceccarelli trata de ganárselos entregándoles la comida que lleva en su paquete, aunque Innocenzi trata de evitarlo.

Los fascistas se quedan con el paquete y les obligan a marcharse; pidiendo el teniente al joven que corra, aunque este no cree que sea necesario, pues estarán contentos con la comida. Pero enseguida les dan el alto, en efecto, tras descubrir la burla.

Son obligados, tras ello, a hacer trabajos forzados.

Pero el avance de los aliados les obliga a replegarse hacia el norte.

Cuando llegan a Nápoles, se enterarán de que los disparos no provienen de los americanos, sino de civiles.

Ceccarelli puede ver su casa desde el camión y colgada la ropa, sin poder bajar.

Mientras avanzan, ven por el camino a muchos hombres muertos, y, junto a ellos un cartel que indica que dispararon sobre los soldados alemanes.

Les hacen bajar para quitar escombros, y, mientras cargan una viga, hay un grupo de hombres, entre los que está Innocenzi, que aprovechan, tras pasar un muro, para huir y ocultarse en la iglesia.

Allí, un grupo de personas, la mayoría mujeres, rezan el rosario, y el sacerdote les indica disimuladamente a los refugiados, dónde está la escalera del campanario.

Ven que entra un soldado alemán para ocultarse y deben ocultarse, haciéndolo Innocenzi en el confesionario.

Regresa poco después con el hombre que les sirve de intérprete mientras ellos suben al campanario aprovechando el momento en que las mujeres rezan a coro para que no los escuchen.

Desde arriba puede ver a Ceccarelli, que no consiguió huir.

Ven también desde allí a un numeroso grupo de partisanos que avanzan por los tejados.

Enseguida comienza el tiroteo y Ceccarelli intenta escapar para ir a su cercana casa, pero un soldado lo descubre y le dispara.

Innocenzi, desde el campanario lo ve y dice que debe hacer algo para ayudar a su amigo, pues no se puede estar siempre mirando, por lo que decide bajar.

Los tiroteos son intensos. Muchos de los que disparan son solo niños.

Innocenzi, trata de salir entre las balas pese a las advertencias del sacerdote, logrando llegar hacia su amigo, con el que se resguarda tras una pared.

Ceccarelli le cuenta que no siente las piernas y que ya no llegará a casa, aunque el teniente le dice que le llevará él en brazos, tratando de animarlo.

Ceccarelli dice que le gustaría fumar un cigarrillo, pero no tienen y acaba muriendo en los brazos de Innocenzi.

Justo en ese momento, varios partisanos se colocan junto a él y tratan de montar una ametralladora, aunque no consiguen hacerlo, por lo que él, como experto les ayuda y les pide el cargador.

Uno de los dirigentes del grupo de partisanos le pide que dispare a los soldados mientras ellos atacan al tanque con granadas.

Comienza en efecto a disparar, y los hombres consiguen neutralizar el tanque.

Nápoles. 28 de septiembre de 1943

Calificación: 4