Te cuento la película

Bye bye Germany
Bye Bye Germany

Es war einmal in Deutschland... (2017) * Alemania / Luxemburgo / Bélgica

Duración: 101 min.

Música: Renaud Garcia-Fons

Fotografía: Virginie Saint-Martin

Guion: Michel Bergmann, Sam Garbarski (Novelas: Michel Bergmann)

Dirección: Sam Garbarski

Intérpretes: Moritz Bleibtreu (David Bermann), Antje Traue (Sara Simon), Mark Ivanir (Holzmann), Hans Löw (Emil Verständig), Tim Seyfi (Fajnbrot), Anatole Taubman (Fränkel), Václav Jakoubek (Moische Krautberg), Pál Mácsai (Szoros), Tania Garbarski (Sonia), Jeanne Werner (Elsa Seitz).

Frankfurt, 1946. Campo estadounidense de personas desplazadas

Uno de los que viven en dicho campo, David Bermann, se queja de que el gobierno no apruebe su licencia para trabajar, al contrario que las los demás, pese a ser judío, a lo que le responden que en su caso hay irregularidades y habrá una investigación, pues tiene ficha en el CIC, el cuerpo de Contrainteligencia.

Camina luego por las calles, aún destrozadas por los bombardeos, recogiendo a Motek, un perro al que le falta una pata y que le entrega a Marian, su dueño.

Se tropieza entonces con otro refugiado Holzmann, y al presentarse ve que este ya había oído hablar de él.

Mientras caminan se topan con un elegante auto que conduce un antiguo ladrón, Jankel Lubliner, que pronto controlará medio mercado negro y del que David asegura que juró que se vengaría en Buchewald, donde tuvieron un asunto por unas mujeres.

Un documental que ven en el campo da noticia de que más de medio millón de judíos sobrevivieron a los campos de concentración en la zona ocupada por los americanos, visitando uno de ellos Eleanor Roosevelt donde son atendidos y donde les enseñan inglés y hebreo para que puedan emigrar a Estados Unidos o a Palestina, esperando que para 1950 todos los judíos de Alemania Occidental se hayan ido.

El proyeccionista, al que se le quema la película, es Emil Verständig, del que David le cuenta a Holzmann, fue un excelente vendedor en la tienda de ropa de sus padres durante los años 20.

Van a tomar tras ello un café en el establecimiento de Fajnbrot, con él que desea poner en marcha un negocio, aunque los americanos no le dan los permisos.

Holzmann le dice que él se irá a América, como casi todos, y le dice que tiene 600 dólares, con lo que, según Bermann no podrá siquiera coger el barco, por lo que le propone que se una a ellos, debiendo conseguir el permiso, asegurándole que transformarán su calderilla en una fortuna, pues necesitará al menos 25.000 dólares.

Se dedicarán a vender sábanas a los alemanes, consiguiendo la mercancía mediante comisiones o intercambios, disponiendo ya de un almacén gratis por 6 meses y conseguirán que les alquilen un coche barato.

Holzmann le dice que él no sirve para vender, aunque Bermann le dice que eso lo harán él y su gente, debiendo él quedarse en la oficina como jefe, a lo que Holzmann objeta que es zapatero y no vendedor ni jefe, aunque Bermann le dice que tiene pinta de jefe, apuntándose Fajnbrot, y contando ya con Verständig.

Cuando se van, Bermann le cuenta que a Fajnbrot le ayudó un alemán llamado Schindler, no pudiendo su nuevo amigo creer que haya ningún alemán bueno.

Acuden a otro local, donde Fränkel, otro judío, actúa, tocando un Theremín. Él será otro de los vendedores, contándoles que él viajó de Marsella a Argelia con la Legión extranjera, pues tenían una brigada judía.

Al día siguiente se acerca a ellos, sin fuerza, y a punto de caer, otro hombre, Szoros, diciendo que es por su corazón, debiendo abanicarle para que se reanime, diciéndoles él entonces que en ese momento la gente suele ofrecerle un vaso de agua, y así de fácil se cuela en sus casas, comprendiendo ellos que era una representación.

Les cuenta que era actor y puede fingir desmayos y les habla de Krautberg que sabe hacer que los alemanes se sientan culpables.

Reunidos todos los futuros vendedores, les habla Bermann que les dice que vender es un arte, y al finalizar los clientes deberían arrodillarse y rogar que les dejen comprarles algo, exigiéndoles buena presencia, no debiendo parecer desesperados por vender, pues los alemanes no son confiados, sabiendo que deben sobornar con 50 dólares a los americanos para conseguir los papeles.

Cuando llega la ropa al almacén, comienzan a trabajar.

Así, partiendo de la esquela de un doctor, van a su casa, y cuando preguntan a su mujer por él, ella les cuenta que falleció, diciendo ellos que iban a entregarle unos paquetes que encargó con ropa de cama y toallas de París, por 1.800 marcos, de los que él les abonó ya 400, consiguiendo así vendérselo.

Al día siguiente Bermann dice, tras leer una carta, que no podrá ir a trabajar porque tiene un compromiso que les oculta a sus compañeros, consistente en acudir a un interrogatorio de la agente especial Sara Simons, militar americana, que le dice que se le acusa de colaborar con los nazis, pues su nombre aparecía varias veces en archivos de las SS, preguntando él si se trata de una broma, pues estuvo en un campo de concentración en Sachsenhausen.

Él cuenta que a sus padres y hermanos, que tenían una tienda de ropa en Frankfurt, los detuvieron y murieron en Auschwitz y a él le cogieron más tarde en Francia.

Pero ellos saben que estuvo en el módulo de prisioneros con privilegios debido a una "misión especial".

Él recuerda que sus compañeros de pabellón reían cuando llegó un oficial alemán, Dietrich Otte, que le obligó a repetir el chiste que había contado a sus compañeros, y, como le hizo gracia, actuó durante la cena de Navidad que preparaban las SS, consiguiendo que le dieran champán, y pidiendo un aplauso para el "bufón de la corte".

Le trasladaron al pabellón de prisioneros con beneficios, que él reconoce, utilizó sin pudor, pues podía lavarse con jabón de verdad, no les rapaban al cero y podían comer sopa con algo de sustancia, hasta que, pasado un tiempo, volvieron a llamarle, diciéndole Otte que necesitaban alguien que enseñara al Führer a aprender algo de memoria, habiéndole designado como profesor, debiendo enseñarle algunos chistes que pudiera memorizar y soltar en una conversación, pues superaba a Mussolini en todos los ámbitos, menos en lo de contar chistes, y como el Duce planeaba visitarlo, necesitaba a alguien que le ayudara.

Él pregunta qué pasaría si se negara, poniéndole Otte la pistola en la boca.

Ella le pregunta si entonces empezó su colaboración, recordando él que le pusieron una pistola apuntándole.

Le muestran un carnet, donde aparece él con el nombre de Heinz Hecker, que él dice, le entregó Otte, pero con el que, le acusan de haber colaborado con las SS, lo que indigna a David, que dice que solo trató de salvar su vida cuando ellos no hacían nada por él, tras lo que se marcha.

Para buscar su siguiente cliente buscan en el muro donde la gente pone carteles en que pregunta por sus familiares desaparecidos.

Fränkel se presenta en casa de sus padres, a los que les cuenta que estuvo con su hijo en la guerra y se intercambiaron las direcciones para volver a verse tras la guerra.

Le hacen pasar a la casa donde relata las cualidades del hijo, un hombre valiente y honrado mientras come y bebe, contándoles que ahora debe ganarse la vida vendiendo sábanas para un judío que lo explota, consiguiendo venderles así dos paquetes.

Holzmann se encarga de guardar en una caja el dinero suyo y el de Bermann, disponiendo ya de 7920 dólares para cada uno, aunque a Holzmann le intriga saber qué hace cuando no está con ellos, diciéndole David que tiene un amante.

Verständig y Krautberg visitan a una mujer, diciendo el segundo, Moische, ser médico, pero sin permiso, por lo que debe ganarse la vida como comercial, diciendo la mujer que los judíos son los mejores médicos, y cuando dice tener unos dolores terribles al andar, Verständig le dice que es especialista en ortopedia.

Mientras le masajea los pies, Verständig le muestra la ropa de cama y las toallas.

Al levantarse asegura sentirse mejor y acepta comprarles un paquete, aunque como no le llega el dinero les da mantequilla jamón y café. Quedando para que al día siguiente cure a la hermana, que tiene problemas en el hombro.

Sus compañeros no pueden evitar hablar de Bermann y se preguntan por qué no le dieron la licencia y se preguntan si no sería un kapo en el campo de concentración, diciendo que se comenta que tiene líos.

Él cuenta en su siguiente interrogatorio que un día fueron a buscarle y el sargento mayor le prestó un traje para ir a Berlín, señalando que debía vestir adecuadamente y tener una nueva identidad, pidiéndole el Teniente Coronel que no le cuente a nadie su situación y que no le deje en mal lugar.

Bermann trata de mediar por sus hermanos, pero el Teniente Coronel le dijo que si seguía pidiendo lo enviarían a él con ellos.

Moische, al ir a comprar el diario, reconoce en el quiosquero a un antiguo oficial alemán, que, cuenta a su compañero. obligó a la gente a meterse en la sinagoga y luego ordenó que le prendieran fuego.

En la cafetería bromean mientras comen, observando que Moische está muy serio, hasta que les cuenta que vio en el quiosco a Werner Kertwing, uno de los peores criminales de Eger, y que fue quien hizo que quemaran a sus padres.

Bermann continúa su declaración, contando que tras vestirle y peinarle bien le hicieron una fotografía para su nuevo carnet y lo llevó Kleinsmitt al hotel Adlon de Berlín, aunque dice en un cuarto sin agua corriente y con mala comida.

Al día siguiente fueron a Obersalzberg, y lo metieron en la casa de invitados.

Mientras cargan mercancía para su siguiente salida, Szoros le dice a Verständig que él ha sido el que menos sufrió durante la guerra, pues estuvo en China.

Pero Verständig le cuenta que en Shanghái, donde estaba, trabajando en un bar, llegó una noche un oficial japonés con Meisinger, de las SS que acababa de liquidar el gueto de Varsovia, y al que él se negó a presentarles a sus clientes judíos, ante lo que Meisinger le dio un puñetazo en el ojo con un anillo de calavera varias veces hasta que perdió su ojo.

Ese día cargan con 30 paquetes, que Bermann asegura venderán, saliendo de la ciudad hasta la colonia de ferroviarios, donde, aseguran les envió la compañía ferroviaria para hacerles una gran oferta de ropa de cama, manteles y toallas.

Les dice a las mujeres que esos paquetes, normalmente valdrían 1.300 marcos, pero que su empresa, el ferrocarril pone 400, por lo que se lo pueden vender por solo 900, aunque recalcando que solo pueden ofrecérselo a empleados ferroviarios, aunque, atendidas todas las mujeres, al final hacen una excepción, supuestamente a escondidas y venden también a 3 mujeres que no son de la compañía.

Vendido todo, deciden ir al día siguiente a la colonia de los carteros.

Holzmann entrevista a una joven alemana, Elsa Seitz, que le cuenta que su padre era panadero y se libró por ello de ir a la guerra, pero cuyo negocio fue bombardeado.

Necesitan una secretaria, aunque cuando le pregunta si fue nazi, ella decide marcharse, aunque la detiene y le dice que el puesto es suyo, presentándosela a Bermann.

Este vuelve a declarar, siguiéndole Fajnbrot, que ve así a dónde se dirige.

La agente Simon sabe que se hizo pasar por empleado del ferrocarril y le dice que eso no ayuda a su credibilidad.

Él le cuenta que tenía el plan de acabar con Hitler, aunque para ello debía hacerse con un cuchillo, que pensaba conseguir aprovechando que la criada, Fanny Huber estaba prendada de él.

A su regreso al almacén encuentra reunidos a todos sus compañeros, que le exigen, les cuente qué hace cuando se ausenta dos o tres veces por semana, insistiendo en que son asuntos suyos.

Le preguntan entonces si trabajaba para los nazis y si fue un kapo, lo que él niega.

Un día, Holzmann, al escuchar una canción en la radio le pide a Elsa que la apague y sale llorando fuera, contándole a David que en Auschwitz, en la rampa, con los perros y los SS y sonaba esa canción a todo volumen.

Esa noche salen para quemar el quiosco de Kertwing.

Al día siguiente, durante su comparecencia, Bermann continúa con la historia, recordando que tenía escarceos con Fanny, con la que organizó un encuentro en la cocina para poder coger el cuchillo.

David pide tras ello cortar la declaración por ese día, tras leer la noticia de un incendio mortal en un periódico que tiene allí la agente, por lo que regresa al almacén y le pregunta a Moische si leyó la noticia, viendo en el periódico que el incendio se atribuyó a una caldera en mal estado, estando el quiosquero durmiendo dentro, algo que no entraba en sus planes, diciendo el periódico que se trataba de Harry Wiesener, por lo que, a la noticia de la muerte se une el hecho que no fuera la persona que creían, y se quedan conmocionados.

En su siguiente sesión, David cuenta que, como Fanny le regaló una flor de las nieves y necesitaba prensarla, le dio Mein Kampf para hacerlo, algo perfecto, pues pensó agradaría al Führer, por lo que en su interior hizo un hueco para el cuchillo.

Pero no ocurrió nada. Salió a pasear en bicicleta con Fanny y empezó a correr cada vez más rápido y huyó.

Moische, no pudiendo soportar el sentido de culpabilidad por la muerte del alemán, se ahorca, sintiéndose todos sus amigos fatal tras el suceso.

A su siguiente sesión de interrogatorio llega antes que Simon, observando que tiene sobre su mesa el expediente sobre un alto militar nazi, preguntándole la agente si conoce al hombre de la foto, lo que él niega.

Ella le habla del incendio del quiosco y le pregunta dónde estuvo a la 1 de la madrugada el día en que este se produjo, diciendo él que estaba durmiendo.

Ella le informa que el nombre del fallecido era Kertwing, mayor de las SS y buscado por crímenes de guerra en Checoslovaquia, que adoptó la identidad de una de sus víctimas.

El entierro es aún más amargo, al conocer la realidad, viéndose Bermann incapaz de rezar a un Dios que comete tantos errores.

Van tras ello al restaurante de Sonia y brindan por su amigo muerto, teniendo todos ellos el sentimiento de cierta culpa por seguir vivos, brindando todos por América, donde esperan acabar, incluida Sonia, cada vez más cercana y enamorada de Fajnbrot, preguntándole Elsa a Holzmann si él también se irá a América, lo que él afirma, aunque acto seguido le pregunta si desea casarse con él, lo que ella acepta de inmediato, lo que todos toman como un motivo de alegría.

Bermann ve entonces que Sara Simon sale del bar y sale tras ella, ofreciéndole David su ayuda para abrir el paraguas.

Ella le cuenta que estaban despidiendo a un compañero que regresa a Estados Unidos.

David le pregunta si es alemana, diciendo ella que ya no, aunque él adivina que es judía, diciéndole ella que no deben hablar en privado, asegurando él que no se lo contará a nadie.

Se resguardan de la lluvia bajo un puente, contándole ella que su padre era médico en el hospital Charité de Berlín, de donde le despidieron en el 33 por ser judío, por lo que se fueron a América justo a tiempo, pues el resto de su familia murió.

Estudió derecho en Harvard y no quería volver, pero el ejército necesitaba agentes que hablaran alemán y se vio obligada a ir para luchar contra los nazis.

Él la lleva entonces hasta los antiguos almacenes de ropa de cama de su familia, que, indica, en los años 20 fueron los mejores de Frankfurt, y que ahora están destruidos.

A sus hermanos y a él les fue muy bien en ellos cuando se los cedieron sus padres y sus hermanos se casaron con chicas de buenas familias y tuvieron hijos. Querían ser más alemanes que los alemanes, no pudiendo evitar volver a emocionarse al recordar cuándo entraron los alemanes.

Ellos Siguen con sus ventas, aunque no pueden evitar que algunos les echen y lamenten que no los gasearan a ellos.

Tras un viaje a Núremberg, Simon continúa con su interrogatorio.

Le pregunta dónde se ocultó, señalando él que no conocía la zona. Que se escondió en el bosque hasta que llegaron los americanos, aunque observa que no lo cree.

Un día, al llegar al interrogatorio, se encuentra a Otte con la señorita Simon, que le pregunta cómo colaboró el señor Bermann con ellos, diciendo el oficial que Bermann contaba chistes, pidiéndole a Bermann que le abrace, aunque en vez de ello, Bermann se abalanza sobre él para golpearle, pidiendo Simon que lo lleven de regreso a Núremberg, tras lo que le dice a David que ese hombre le ha exculpado, preguntándole él si se siente decepcionada.

Pero en vez de ponerse contento, recuerda que ayudó a Otte a enviar a un judío a la cámara de gas, pues Otte sentía debilidad por los chistes y organizó una competición de chistes entre él y otro judío, recibiendo el ganador chocolate, debiendo ir el perdedor a las duchas.

De regreso al almacén encuentra llorando a Elsa. Alguien robó los 46.200 dólares que habían ahorrado Holzmann y Bermann, por lo que de inmediato piensan que debió ser Lubliner, por lo que salen armados con picos y herramientas hacia el coche de este, que al verlos sale corriendo, viendo cómo destrozan su flamante auto.

Bermann se encuentra en el almacén cuando aparece Sara, que se excusa por lo de Otte y le dice que tenía que hacerlo y que van a cerrar su caso, diciendo él que es una pena, pues no sabe qué podrá hacer sin ella, que se acerca y lo besa.

Tras acostarse, ella le dice que en realidad no es su tipo y le dice que sabe que no fue ningún héroe y le pide que le cuente la verdad, asegurando David que hay que maquillar un poco la realidad para que no sea insoportable y que él fue el bufón del asesino de sus hermanos y llora al reconocerlo.

Vuelve de nuevo al almacén familiar.

En la cafetería de Sonia bailan todos los amigos, excepto Bermann y Holzmann, que ven cómo sus parejas también bailan, celebrando el 4 de julio.

Brindan luego todos de nuevo por América.

Sus compañeros les dicen a David y a Holzmann que han hecho mucho por ellos, y por eso, a partir del día siguiente trabajarán solo para ellos hasta que recuperen su dinero, y luego se marcharán a América, volviendo a brindar mientras dicen Bye, Bye, Germany, haciendo otra soldado una foto a todo el grupo.

Todos abandonaron Alemania, excepto David.

Este, sentado a la puerta de sus nuevas galerías señala que alguien tenía que quedarse y no dejar ese bello país solo para los alemanes y sin humor asegura, hace mucho que estaría muerto.

Tras la guerra permanecieron en Alemania unos 4.000 judíos, sin que ninguno supiera explicar el por qué a sus hijos.

Calificación: 3