El asesino de los Caprichos
España / Bélgica (2019) *
Duración: 100 min.
Música: Vanessa Garde
Fotografía: David Omedes
Guion: Ángela Armero
Dirección: Gerardo Herrero
Intérpretes: Maribel Verdú (Carmen Cobos), Aura Garrido (Eva González), Daniel Grao (Adrián Iglesias), Antonio Velázquez (Alberto), Roberto Álamo (Comisario Julián Vargas), Ruth Gabriel (Alicia Márquez), Ginés García Millán (Eduardo Gil).
La inspectora Carmen Cobos llega a la escena de un asesinato en el barrio de Salamanca de Madrid.
La fallecida, Laura Paterna, de 32 años y socia de un bufete de abogados y que iba a casarse en dos meses fue encontrada por la asistenta.
La muerta permanece en pie, con un antifaz y sujeta por unas cuerdas en medio de un extraño escenario, con varios muñecos.
No encuentran rastros de pisadas ni huella alguna y huele a lejía.
Se fija en la joven subinspectora, Eva González, que recibe una llamada de su esposo.
Llega el prometido de la fallecido, que aparentemente ignora lo ocurrido.
Cuando baja Eva, le expone a Carmen la opinión de que debe tratarse de un crimen pasional, diciéndole esta que no lo es, pues es demasiado elaborado y los crímenes de género no son tan delicados.
Eva reclama que la tome en consideración, pues, le dice, no es una novata y le pide que rebaje su tono paternalista con ella.
Al subir a su coche, Carmen bebe de una petaca, y luego llega a su casa cargada de botellas de licor y con una pizza precocinada.
Se sirve una bebida mientras consulta su correo, viendo las fotos que le envió Adrián, un reportero desde su último destino.
El forense les informa que la mujer fue envenenada con Tetrodotoxina, un veneno neurotóxico que provoca parálisis gradual y asfixia muscular, de modo que la víctima no puede moverse mientras le hacen lo que desean y tardan en morir entre 10 y 30 minutos.
Observa cómo Eva suspira y le dice que si lo desea puede salir.
Llega también el juez, al que Carmen le dice que el asesino es frío y metódico, y, cuando Eva aventura que pudo ser un crimen pasional, pues la mujer iba a casarse y pudo ser un exnovio, insiste Carmen en que la sofisticación no se da en los crímenes pasionales.
Ya en el coche, Eva se queja de que la desautorice, y al ver que ni le contesta le pregunta si será siempre así, no recibiendo tampoco respuesta, como tampoco le hace caso cuando le dice que no se puede fumar en el coche.
Carmen escucha ruido de fiesta y observa, con sus prismáticos, un piso de enfrente.
Van tras ello a visitar a los padres de la mujer asesinada, que les dicen que no tenía conflicto alguno en el trabajo y que tuvo dos novios antes, pero que nunca se metió en líos y estaba feliz con su novia pese a que Julio, su novio, no les parecía suficiente.
Les piden que vayan a su casa para ver si echan algo en falta en la misma.
Les informan que las coartadas de sus exparejas son sólidas, por lo que interrogan a su prometido, que no parece recordar nada de la noche del asesinato, ni siquiera si vio televisión ni lo que cenó, diciéndole Carmen que consultaron sus consumos eléctricos y vieron que no estaba en casa, debiendo reconocer que estaba cenando con una amiga, mostrándoles un correo con la reserva del restaurante.
Eva se muestra asustada por la agresiva forma de conducir de Carmen, que está a punto de atropellar a una mujer.
Le pregunta luego si es legal mirar los consumos eléctricos, dándose cuenta de que en realidad fue un farol para obligar a confesar al novio.
Carmen habla luego con el comisario, que le exige que consigan resultados, pues le presionan los políticos y la prensa, diciéndole ella que no parece un crimen ordinario, pues su muerte no parece beneficiar a alguien.
Le dice de Eva que, aunque está verde se esfuerza.
Luego, él le pregunta qué hace el fin de semana, proponiéndole alquilar una habitación, pues come con su mujer y sus hijos, pero puede escaparse, besándose hasta que les interrumpe una llamada de la mujer.
A la salida acuden a un karaoke cercano para la celebración del cumpleaños de Eva, que acaba cantando borracha, aunque de pronto se da cuenta de que le dijo a su marido que volvería antes, mostrando a Carmen y a otro compañero las fotos de su hija, aunque Carmen le reprocha que se los muestre, pues no se lo pidió.
Eva acaba yendo a vomitar mientras Carmen ve cómo entra, con una muleta Adrián, que le dice que tuvo un accidente de coche.
Se lo lleva a su casa y se acuesta con él, que le comenta que no saben qué hacer con él, que le pregunta por la chica fallecida, que quiere saber si acabó con ella su novia, contándole ella el veneno que le dieron.
No llega a decirle el nombre porque les interrumpe una llamada de Eva para comunicarle que hubo otro asesinato.
Esta vez se trata de un hombre, Germán de Castro, un jubilado de 69 años y sin familia, que aparece colgado, y del que, observan, tiene numerosos cuadros en su casa, comentando que se dedicaba a la compra y venta de arte
Aparece casualmente un amigo del fallecido que se encuentra al asesinado y que le dice que no tenía muchos amigos y que se pasaba el tiempo en las subastas y que le enviaba a él a ojear y negociar con las obras.
No recuerda ningún conflicto con nadie más allá de su rivalidad con
Recuerda que un par de años antes intentaron robarle, justo después de adquirir un grabado de Goya, asegurando que el interesado en ello era Ernesto Fraile, con el que rivalizaba en muchas pujas sobre obras de Goya.
Entrevistan a la sirvienta filipina, que no habla español para preguntarle di notó que faltara algo, mostrándoles un hueco en que falta un cuadro, y decidiendo, al ser incapaz de explicarse, llevarlas hasta la parada del metro de Goya, donde hay representaciones de algunas de las obras de Goya, para mostrarles la que le faltaba, que representa a un hombre colgado, pudiendo observar entre las representaciones otra obra que representa el escenario que observaron en el primer asesinato.
Hablan con el comisario al que le explican que creen que se trata de un asesino en serie que recrea los grabados de los Caprichos de Goya y ambos vivían cerca de la calle Goya y relacionados con el mundo del arte, habiendo comprobado los padres de Laura que le faltaba un grabado con uno de los Caprichos.
Ven que Goya hizo 80 Caprichos, por lo que les conseguirá una visita a la Calcografía Nacional para que les den una relación, con sus dueños, aunque les pide discreción
Luego, ya a solas con Carmen, le dice que al final no tiene comida familiar, aunque ella le dice que le ha surgido un plan.
Acuden a una subasta de arte, donde Ernesto Fraile compra un Gris por 810.000 Euros, viendo que el hombre, en una silla de ruedas es totalmente dependiente de su esposa, pues apenas puede hablar.
Le preguntan por sus enfrentamientos con Germán de Castro, diciendo su mujer que ella los desconoce, pues entonces su marido estaba mentalmente bien y no necesitaba su ayuda.
Le preguntan por el intento de robo a Germán, diciendo la esposa de Ernesto que no necesitaba robarlo, pues su marido tiene ya dos Caprichos.
Le preguntan si no está al tanto del asesinato de Germán, reconociendo haberlo leído, aunque, asegura, no les incumbe, aunque entonces Ernesto habla y con aire alocado asegura que va a matar a Germán y pregunta dónde está.
Recibidos por Eduardo Gil, académico de Calcografía, le dicen que buscan a los dueños de los Caprichos, explicándoles él que es algo muy complicado, pues Goya regaló al rey las 80 planchas a cambio de una pensión vitalicia para su hijo y se hicieron muchas copias con esas planchas desde 1799 hasta 1970, momento en que se prohibió hacer más impresiones, y conocen, por ello a algunos propietarios, pero creen que es imposible conocerlos a todos.
Eva le dice a Carmen que Alberto, su marido les puede ayudar, pues es profesor de Bellas Artes y experto en Goya, yendo por ello hasta su casa para preguntarle.
Pero para Carmen estar allí es muy angustioso, pues no aguanta a sus hijos.
Les muestra un reportaje donde aparecen varios de los propietarios, entre los que aparece la presidenta de la Comunidad de Madrid, indicando que hay dos tipos de propietarios, los que ocultan sus posesiones o los que aprovechan cualquier momento para mostrarlos.
Adrián le cuenta, en su siguiente noche juntos, que está instalado en casa de su hermano, preguntándole ella si no se plantearía quedarse allí con ella, aunque él dice que le gusta no tener casa, echándole ella en cara que siempre desaparezca.
Julián visita a la presidenta de la Comunidad, una de las mayores coleccionistas, junto con su esposo, teniendo algunos de la tirada original, por lo que aseguran, reforzarán su seguridad.
Logran descubrir 35 coleccionistas en el barrio, proponiendo Carmen vigilarlos, aunque Julián le dice que como mucho podrían vigilar a 10.
Vuelve con Eva a su casa para hablar del asunto, pero no soporta a sus hijos y se va.
Gracias a las grabaciones de las cámaras de seguridad ven una furgoneta blanca.
Carmen le cuenta todo a Julián en la habitación del hotel al que van.
Les explican a sus compañeros que vigilen esa furgoneta entre las 24 y las 7 de la mañana, aunque dudan de que logren algo, pues es la furgoneta más común.
Carmen le echa en cara a Eva que ella no salga a patrullar por las noches, y le pregunta si es porque no se fía de su marido, tras lo que le dice que a ella le preocupan demasiadas cosas, mientras que a ella solo una.
Carmen, en efecto patrulla durante la noche por el barrio de Salamanca, sin éxito.
Desde su casa sigue espiando a sus vecinos de enfrente besándose y disponiéndose a hacer el amor, con sus prismáticos.
Después de varios días vuelve a llamarle Adrián, dedicándose, mientras le espera a terminar su informe sobre los asesinatos.
Luego, ya con él, y antes de acostarse, le dice que a menudo se pregunta si alguien verá lo bien que se lo pasan
Él se disculpa por haber desaparecido y le pregunta cómo va su caso.
Por la mañana, Carmen se despierta por una llamada de Eva, que le dice que ponga la televisión, viendo que en la misma están entrevistando a Adrián, que asegura que el asesino es una persona con un alto grado de rechazo y frustración según los psicólogos forenses, convencido de estar rodeado de mediocridad, elitista y que ambiciona mayor nivel de vida al que no puede acceder , lo cual le lleva a esa violencia contra miembros de la clase alta de Madrid que puede hacer lo que desee, como se refleja en los Caprichos, deseando censurar los vicios humanos.
Mientras lo ve recibe una llamada del comisario Vargas.
Señala que los datos le llegan de fuentes de la investigación que no puede revelar, observando Carmen que se dejó su ordenador abierto, con el mensaje.
Julián está tan enfadado, que le dice a Carmen que no va a permitirle que juegue con el pan de sus hijos y que no la perdonará aunque sea ella, diciéndole de hecho a Eva, cuando llega, que el caso pasa a ser suyo, pues Carmen se va de vacaciones.
Eva le dice que lo siente mucho y que la informará de todo, aunque ella no se lo agradece, solo le pide violentamente que se calle.
Pero no se tomará esas vacaciones, pasándose día y noche patrullando por el barrio hasta que una noche ve una furgoneta sospechosa y comienza a seguirla, llamando a Eva, que no lo escucha, ya que está durmiendo, y a la que le deja un mensaje diciéndole que tiene a un sospecho, pues la furgoneta salió del portal de uno de los propietarios de un Capricho.
El conductor se da cuenta de que lo siguen y avanza a toda velocidad, hasta que, al entrar en una de las calles se topan con un camión de la basura que les corta el paso.
Ella se baja del coche con su arma y le da el alto, aunque en vez de apearse, el conductor da marcha atrás a la furgoneta a toda velocidad y la golpea duramente para luego, sin que ya el camión de la basura se lo impida, huir.
Cuando, finalmente, Eva escucha el mensaje, se persona en el domicilio del que salió la furgoneta y pide refuerzos, observando, cuando consigue entrar en el piso de la posible víctima, gracias a las llaves del portero, que en efecto realizaron un nuevo asesinato, habiendo escenificado lo reflejado en otro de los Caprichos.
Carmen recibe el alta en el hospital, donde le dicen que tuvo suerte, pues tiene solo contusiones en la espalda y un esguince cervical, diciéndole el doctor que solo puede recetarle paracetamol porque está embarazada.
Julián la regaña por haberse puesto en peligro de muerte, para, a continuación, pedirle que vuelva al caso.
La nueva víctima, Mónica Luna, era dueña de una tienda de arte y antigüedades que vivía sola y poseía cuatro Caprichos y dos Desastres, de Goya.
Le muestra de nuevo a Adrián en televisión, hablando como experto e indicando que el asesino ha puesto en el punto de mira, al mundo del arte, aunque Carmen le asegura que no lo volvió a ver.
Cuando visita a la ginecóloga, para solicitar un aborto, le dice que tuvo un embarazo siete años antes, pero que el bebé nació muerto.
Vuelve a ver a Adrián en un restaurante, disculpándose este por su forma de actuar, asegurándole Carmen que si no la hubieran readmitido lo hubiera matado, pues su trabajo es lo único que tiene.
Aparece tras ello, y para sorpresa de Adrián, el comisario Vargas, dejando Carmen a Adrián con él, marchándose ella.
Al día siguiente ven a Adrián de nuevo en televisión informando de que, según le confirmaron fuentes de la investigación, el cerco se está estrechando sobre un sospechoso, que podría ser detenido en breve.
En la comisaría saben que toda la prensa debido a ello está tras el caso, y es porque decidieron cambiar de táctica, y empezarán a hablar ellos con la prensa, indicándoles qué pueden decir y qué no.
Llaman entonces para informar de que alguien entró en casa de la presidenta de la Comunidad, por lo que se dirigen a su residencia, donde ven que está hablando con la prensa, agradeciendo a la policía que la salvaran tras un asalto en la inmovilizan y amordazaron.
A las policías les extraña que estando bajo vigilancia ocurriera, explicándoles que entraron por la puerta de servicio, y que ellos acudieron gracias a que saltó la alarma.
Ven al comisario Vargas hablando personalmente con la presidenta.
Carmen y Eva ven todo muy extraño, pues no se vio coche alguno y las cámaras solo grabaron la entrada de los policías, siendo en todo caso, la forma de actuar de los delincuentes, distinta a las que ellas investigan, habiendo avisado antes a la prensa que a la policía, asegurando Carmen que la presidenta y el comisario acordaron la declaración, pues ni el criterio ni los tiempos encajan, ni aparece nada en las cámaras.
Pero Eva dice que para acusar al comisario necesitan prueba, decidiendo Carmen filtrar el atestado a la prensa.
Pero Eva tiene miedo de lanzarse por esa vía, pues no quiere perder su trabajo, diciéndole a Carmen que para ella es más fácil porque no tiene nada que perder.
Carmen vuelve a hablar con Eduardo Gil, de Calcografía, que le explica cómo se hacen las planchas para los grabados y le pregunta si es amigo de la presidenta, pues en casa de esta lo vio en una foto, reconociendo haber tenido trato con ella, pues mucha gente le llama para que valore sus cuadros y Alicia es una de sus clientas, pues muchas gentes no acuden a los expertos de las casas de subastas porque muchos coleccionistas no declaran por sus mejores obras para evitar los impuestos
Descubren en las imágenes de una cámara la furgoneta, y piden su identificación y la de su propietario a tráfico.
Eva ve que Carmen vomita en el trabajo, y luego le dice que faltará al trabajo unos días.
Habla tras ello con Adrián para que les ayude, asegurándole a cambio la exclusiva.
Le envía los datos de la furgoneta y la matrícula parcial.
Tras ello se somete a un aborto.
Ya recuperada, regresa a casa de Eva, esta vez llevando un regalo para sus hijos.
Les llaman para decir que apareció la furgoneta en un desguace y que tiene huellas de una persona no fichada y un pelo en el reposacabezas.
Carmen enciende el GPS viendo que está en los últimos destinos la dirección de Ernesto Fraile, por lo que decide salir con Eva hacia el lugar.
Pero allí, la mujer de Ernesto no les facilita nada, y pide que si, preguntan por una furgoneta, lo hablen con el servicio, hablándoles el chófer de un pintor moreno con barba, facilitándoles la mujer de Ernesto la factura de la empresa, Pinturas Mafer.
Adrián investiga en el polígono industrial donde estaba la empresa e investiga luego en Internet, viendo que el pintor es Iván Santaolalla.
Los investigadores ven que el dueño de la furgoneta falleció tres años atrás, aunque descubren que, quitando la última capa de pintura, la furgoneta pertenecía a Iván Santaolalla.
Adrián ve un video de este hablando de arte y señalando que el artista y su obra se convirtieron en un objeto de consumo para élites, viéndolo luego en comisaría.
Iván acabó Bellas Artes e hizo varias exposiciones antes de 2012, pero luego se acabó su carrera como pintor y tuvo que trabajar en otras cosas para vivir.
Conseguida su dirección, deciden ir allí.
Van hasta la nave, pero está cerrada y no tienen orden judicial, por lo que no pueden entrar, ignorando que Adrián está allí malherido, por lo que no puede hablar.
Carmen intenta contactar luego desde su casa con él pero le salta el buzón., viendo que entrevistan en televisión a Vargas hablando de la existencia de un sospechoso y que se cursó una orden de búsqueda y captura contra él, mostrando la foto de Iván.
Carmen se ve al día siguiente con Vargas en la azotea, donde le echa en cara que filtrara la información, pues el asesino podrá huir, estando más interesado en cogerle antes de las elecciones que en evitar víctimas, tras lo que le pregunta si el asalto a casa de la presidenta fue cosa suya, amenazándola él con arruinarle la vida si cuenta esas cosas a alguien, pues lo tendría muy fácil con su expediente.
Conseguida la orden judicial, regresan a casa del pintor, al que encuentran colgado, aparentemente por haberse suicidado en medio de varias reproducciones de Caprichos.
Entran luego en otra de las naves, donde pueden ver el cadáver de Adrián.
Eva acompaña a Carmen a tomar una copa, pareciendo esta agradecérselo por vez primera.
Carmen bucea en los archivos policiales y en la caja de Iván encuentra una tarjeta con información, viendo que entre sus contactos estaba Eduardo Gil, decidiendo ir a verlo, por lo que llama a Eva, que tampoco esta vez le escucha, pues está en el karaoke, por lo que le deja un mensaje indicando a dónde va.
Se cuela en su taller, sin esperar en esta ocasión orden alguna, observando que tiene varias maletas preparadas para marcharse, viendo que tiene varias reproducciones de los Caprichos recreados en los asesinatos además de varios cuadros, uno de ellos de Julio Romero de Torres que fotografía, recibiendo entonces una llamada de Eva a la que informa que Iván y Eduardo eran cómplices, apareciendo entonces este, que la golpea, y, aunque ella saca su arma solo consigue que él se la quite y le dispare.
Ella huye, pero consigue alcanzarla, y, cuando se le acerca ella consigue clavarle un cuchillo, pues la salvó su chaleco antibalas, aunque él consigue llevarla hasta un bidón lleno de ácido, donde introduce su cabeza.
Cuando la policía, encabezada por Vargas llega, encuentran a Carmen muerta como la dejó Eduardo, con la cabeza metida en el bidón.
Algún tiempo después, Eva le dice a Vargas que está seguro de que Eduardo Gil estará en Bruselas, donde va a haber una subasta en la que se pujará por el cuadro de Julio Romero de Torres cuya foto le envió Carmen, aunque Vargas piensa que es mejor dejar que actúe la Interpol, pues nadie declaró ningún robo aparte de los Caprichos, diciendo ella que es debido a que eran obras no declaradas, algo que sabía muy bien Eduardo.
Acude a la sala donde se realizará la subasta, en Bruselas, donde ve el cuadro y a Gil, que, de pronto, repara en ella, viendo cómo se coloca un policía a su lado.