Te cuento la película

El discreto encanto de la burguesía

Le charme discret de la bourgeoisie (1972) * Francia / España / Italia

Duración: 106 min.

Fotografía: Edmond Richard

Guion: Luis Buñuel y Jean-Claude Carrière

Dirección: Luis Buñuel

Intérpretes: Fernando Rey (Rafael Acosta), Paul Frankeur (François Thévenot), Delphine Seyrig (Simone Thévenot), Bulle Ogier (Florence), Jean-Pierre Cassel (Henri Sénéchal), Stéphane Audran (Alice Sénéchal), Julien Bertheau (Monseñor Dufour), Milena Vukotic (Inès).

Un elegante coche, conducido por un chófer lleva a 4 personas a una lujosa mansión, donde son recibidos por la doncella, observando ellos que ni la chimenea está encendida ni la mesa puesta pese a que son ya más de las ocho.

Cuando aparece Alice, la dueña de la casa, se muestra sorprendida por la visita, pues no esperaba verlos hasta el día siguiente, que es cuando estaban invitados, no habiendo preparado por ello nada, aunque uno de los visitantes, Rafael Acosta, embajador de Miranda asegura que Henri los invitó para esa noche, diciéndoles Alice que no es posible, pues ni siquiera está el propio Henri, indicando François Thévenot, otro de los asistentes que él también estaba cuando les invitó, apuntando el embajador que, de todos modos, él no puede acudir al día siguiente, pues tiene otra cena.

Thévenot les propone ir a cenar a un restaurante cercano que conoce, aunque al llegar encuentran la puerta cerrada, abriéndoles una camarera que les dice que cambió de dueño pero que están abiertos, pese a lo que parece reacia a dejarles pasar, aunque finalmente lo hace, observando ellos que el restaurante está vacío, comentando Alice que es inquietante un restaurante vacío y barato.

Ven pasar a un camarero con velas y escuchan el llanto de una mujer tras unas cortinas, por lo que se acercan para ver a qué se debe, viendo que tras esas cortinas están velando a un muerto, que, les dicen, es el dueño del restaurante, que murió esa tarde de repente.

Y, aunque les insisten en que se queden y en que les atenderán, optan por marcharse.

Al día siguiente Acosta recibe en la embajada de Miranda a Henri Sénéchal y a François Thévenot, no explicándose el malentendido de la noche anterior, quedando para almorzar el sábado siguiente.

Mientras están allí, Thévenot se fija en una muchacha que vende perritos que se mueven al darles cuerda, observando los visitantes cómo Rafael saca un rifle y dispara contra uno de los perritos, explicándoles que la chica pertenece a una banda terrorista de Miranda y lo persiguen desde un tiempo atrás.

Les comenta luego que tuvo problemas en el aeropuerto porque querían registrar la valija diplomática y tuvo que llamar al ministro, sacando lo que traía en esta, bolsas con 15 kilos de cocaína, aunque les comenta que tendrán que buscar otra combinación, pues poco antes detuvieron a otro embajador por llevar 40 kilos y era ya el cuarto.

Thévenot le entrega un maletín con el dinero, que Acosta asegura no llevará a Miranda de ningún modo.

El sábado, regresan los cuatro invitados, Acosta, Thévenot , Simone, la mujer de este y Florence, hermana de Simone, a casa de Sénéchal, esta vez para comer, llegando justo en el momento en que los anfitriones se disponían a hacer el amor, por lo que les piden que vayan tomando unas copa, aunque Henri le dice a Alice que no pueden hacerlo, pues ella grita demasiado, optando por salir a hacerlo en el jardín, bajando por la celosía, ocultándose tras unos arbustos.

Entretanto Thévenot prepara un Martini seco, y llama al chófer, al que le ofrecen uno, solo para demostrar a sus amigos que la clase baja no sabe disfrutarlo, al ver que lo toma de un trago y sin paladearlo.

Extrañados de la tardanza de los anfitriones, preguntan a Inès, la asistenta, que les dice que los vio salir corriendo y marcharse, algo que les sorprende, imaginándose que si lo hicieron es porque se va a producir una redada policial, por lo que deciden irse ellos, cruzándose al hacerlo con un obispo.

Este entra en la casa y se presenta como Monseñor Dufour, obispo de su diócesis, que pregunta por los anfitriones, y que decide esperarlos allí, contándole Inès tras ser preguntada, que el jardinero fue despedido una semana antes, yendo el obispo, mientras los espera, a la caseta de este, donde se viste con su ropa.

Cuando regresan los Sénéchal se muestran contusos por la marcha de sus amigos, llamando entonces a la puerta el obispo, al que toman por sus ropajes por un vulgar campesino que les quiere tomar el pelo, por lo que le echan de casa y regañan a Inès.

Suena de nuevo el timbre, viendo que es nuevamente obispo, ahora con sus ropajes, por lo que se disculpan, diciéndoles que les ha visitado porque le gustaría ser su jardinero. Quiere ser un obispo obrero.

Les cuenta que sus padres vivían en una casa muy parecida y se pasaba mucho tiempo observando el trabajo de su jardinero hasta que sus padres fueron asesinados violentamente, envenenados con arsénico, aunque nunca se descubrió quién lo hizo.

Los tres hombres y las tres mujeres caminan por una carretera.

Otro día, quedan las tres mujeres en una cafetería para tomar el té, aunque el camarero les dice poco después que no les queda, té, por lo que piden calé, que, les dice, tampoco les queda, ni ninguna otra infusión, por lo que piden agua.

Se fijan en un militar que no deja de mirarlas y que finalmente se acerca a su mesa y tras presentarse como Hubert de Rochcahin, teniente de caballería, les pide permiso para sentarse con ellas, preguntándoles si tuvieron una infancia feliz, a lo que ellas, asombradas, responden afirmativamente, menos Florence, que tuvo algunos complejos, diciéndoles él, que la suya fue trágica, pues cuando iba a ingresar en la academia militar se le apareció su madre muerta y le dijo que la persona que le llama hijo no es su padre y que el verdadero fue asesinado por ese hombre.

Le hace ver a un hombre con la cabeza ensangrentada por un balazo, y le cuenta que ese es su verdadero padre, y que el otro lo mató en un duelo, encargándole su madre que vierta el contenido de un frasco azul en el vaso de leche que el hombre toma por la noche, muriendo así su falso padre envenenado, yéndose él a la academia militar.

Tras contar su historia. el teniente se despide de las mujeres, haciéndolo también Simone al instante, pretextando que tiene una cita.

Va en realidad a casa de Rafael, que ya la esperaba impaciente, aunque ella le pide antes de acostarse que apague la luz, pues todavía no está curada y no quiere que vea algunas partes de su cuerpo.

Pero antes de poder hacer el amor llega su marido para decirle que hubo un malentendido en la anterior cena, pero que los Sénéchal les invitan de nuevo esa noche, preguntando Simone desde la habitación quién es, diciendo Rafael que es su marido, que se muestra confuso de que esté allí Simone en su habitación, saliendo esta y diciendo que también había ido para avisarle de lo de la cena.

Pese a la interrupción, Rafael desea seguir adelante y le pide a Simone que se quede un momento para mostrarle las hornacinas, aunque ella decide irse con su marido.

Mientras los ve marcharse desde la ventana, ve de nuevo a la muchacha que vendía perritos frente a la embajada y busca una pistola, y cuando esta llama a su puerta la sorprende saliendo por la de servicio, registrando a la chica sobeteándola para ver si lleva armas.

La hace entrar, viendo cómo la chica rompe una de sus lámparas, pese a lo cual no se altera y le dice que sus amigos y ella no llegarán a nada, pues la violencia no conduce a nada, logrando encontrar en su bolso una pistola.

Le da a la chica una copa de champán, aunque ella la tira, diciéndole Acosta que en el fondo tienen las mismas ideas, pues él también está en contra de las bombas y de la polución y está a favor del amor libre, sobeteando su pierna, aunque ella se rebela.

En un momento de despiste la chica coge la pistola de Rafael y le dispara, aunque entonces ve que carece de balas, viendo que era una trampa, pues él la apunta con la pistola de ella que sí tiene balas, asegurando que podría matarla y alegar legítima defensa, pese a lo cual le permite que se marche.

Pero es otra trampa. Desde el balcón avisa a dos guardaespaldas que la detienen cuando sale y se la llevan en un coche.

Regresan por tercera vez a casa de los Sénéchal, donde les presentan al obispo.

Mientras cenan se presenta en la casa, de pronto un grupo de militares, al mando de un Coronel, mostrándose Henri contrariado, pues no los esperaba hasta el día siguiente y esa noche tienen invitados, diciendo el Coronel que las maniobras se adelantaron un día, pese a lo cual Alice trata de acomodarlos.

El Coronel les explica que Sénéchal les permitió alojarse en su casa durante las maniobras, fumando durante la espera marihuana que comparte con Florence y con otros militares.

Acosta dice que no imaginaba que se fumara así en el ejército, pues el de su país es muy austero, indicando el Coronel que la marihuana no hace daño, diciendo Thévenot que no, pero que es la puerta hacia otras drogas peores, asegurando cínicamente tener horror a las drogas, en lo que le secunda Rafael, que dice que en Estados Unidos licenciaron a 6.000 marines por ser drogadictos.

El Coronel insiste en que la marihuana no es mala y que en Vietnam la toman tanto los jefes como los soldados, apuntando Simone que ello lleva a que una vez a la semana bombardeen a sus propias tropas, asegurando el Coronel que si lo hace será porque tengan motivos para ello, no por la marihuana.

Finalmente se sientan todos a la mesa, apareciendo entonces un sargento que dice tener un mensaje del Estado Mayor para el Coronel, entregándole un telegrama donde le indican que deben atacar antes de la hora prevista, por lo que deben marcharse, no teniendo tiempo para tomar nada, aunque cuando se disponían a marcharse el sargento dice algo al oído del Coronel, que les indica que antes de salir el sargento desea contarles un sueño, por lo que, pese a las prisas, vuelven a sentarse.

Les cuenta que soñó que iba paseando por una calle muy comercial cuando se encontró con un amigo al que vio muy pálido y al que dice, huele a tierra.

Este entró en una local para comprar algo y mientras le esperaba apareció otro amigo que dice que le vio con Ramírez y le pregunta si no sabía que Ramírez murió 6 años atrás, recordando él que es cierto.

El otro amigo entra a buscar a Ramírez, apareciendo una mujer. Se sorprende de que él la reconozca y no la haya olvidado pese a que le rechazó, diciendo ella que ahora le ha buscado porque tenía ganas de volver a verlo, diciendo él que ya nada los separará.

Entra para buscar a Ramírez para presentárselo a su madre, pero no lo encuentra, viendo al salir que tampoco estaba su madre. La calle estaba llena de sombras y nadie le respondía mientras la buscaba.

Otro militar le pide que les cuente también el sueño del tren, pero el Coronel les indica que no disponen ya de tiempo, partiendo por fin para su misión, escuchándose poco después, y desde la casa, los disparos fuera.

Regresa entonces el Coronel que indica que es una preparación artillera, y les invita a cenar a su casa el viernes siguiente, tras el fin de las maniobras.

Acuden en efecto, el día señalado a la casa que les indicó el Coronel, que ve que está en un barrio casi en ruinas, estando, de hecho, la casa apuntalada.

La mesa, cuando entran, está sin embargo elegantemente dispuesta para ellos, habiendo armas en las paredes y hasta un gorro de Napoleón que Henri le coloca al obispo mientras los demás invitados se sirven un whisky, aunque al probarlo se dan cuenta de que es "cuasicola".

Cuando se sientan a la mesa, aparece un camarero que lleva dos pollos en una bandeja, que se le caen al tropezar con una silla, aunque el camarero, sin inmutarse, los recoge y los pone de nuevo en la bandeja, que coloca en la mesa, viendo Florence que son pollos de goma, preguntándose qué significa esa broma, cuando de pronto comienzan a encenderse la luces y se abre la gran cortina que hay tras los comensales, dándose estos cuenta de que están en el escenario de un teatro lleno de gente esperando ver la función, no sabiendo cómo reaccionar, por lo que poco a poco se van marchando.

El apuntador dice una frase, que el obispo repite, sin saber qué hacer, tras lo que tanto él como Thévenot y Florence se van también, quedando solo Henri, que se angustia al ver cómo el público le abuchea, diciendo: "Se me ha olvidado la letra", momento en que se despierta en el salón de su casa, elegantemente vestido.

Recibe entonces una llamada de Thévenot que le dice que ellos están ya en casa del Coronel y temía que le hubiera ocurrido algo.

Los amigos preguntan a Rafael por la situación en su país, indicando este que normal, que quedan algunos guerrilleros, pero forman parte del folklore nacional, y cuando le hablan de los estudiantes dice que son como las moscas, y que cuando estas molestan se coge un matamoscas y se acaba con ellas.

La mujer del Coronel le pregunta si es cierto que existe una gran miseria en algunas regiones de su país, lo que él desmiente diciendo que están en expansión económica.

Se le acerca luego otro oficial que le dice que ha oído que en Miranda es frecuente el soborno a los jueces y a los policías, asegurando él que quizá hubo algún caso en otro momento, pero ahora son una democracia intachable y la corrupción no existe.

Se acerca a Simone y le dice que cree que su lugar no es ese y se despide de ella hasta el día siguiente, aunque cuando se dispone a salir lo aborda el anfitrión que lo invita a una copa y le dice que leyó que Miranda tiene el récord en número de homicidios por habitante, y que se mata a la gente por cualquier motivo, habiendo al menos 30 muertos diarios, diciendo Acosta que cree que le quiere ofender y que si no fuera su invitado le pediría explicaciones, diciendo el Coronel que ignoraba que esas costumbres caballerescas existieran en su semisalvaje país.

Rafael le dice que ha insultado a la República de Miranda, diciendo el Coronel que a él la República de Miranda le importa un carajo, a lo que el embajador responde: "Y a mí su ejército me la trae floja", a lo cue el Coronel responde con un bofetón.

Nadie entiende el suceso, pues Rafael es siempre un hombre encantador, aunque el Coronel afirma que el Embajador es un imbécil y lo trata como tal, tras lo que este saca un arma y dispara tres veces sobre el Coronel.

En ese momento es Thévenot quien se despierta agitado, preguntándole Simone qué le ocurre, contándole que tuvo varios sueños encadenados. Que primero soñó que Sénéchal soñaba que habían ido a cenar a un teatro, y luego la trágica cena en casa del Coronel.

Los seis amigos siguen andando por la carretera secundaria sin ningún destino, parándose para atarse un zapato Henri, o jugando con una ramita.

El obispo se emplea a fondo en su trabajo como jardinero, diciéndole Alice que tienen invitados a comer, pidiéndole que comparezca también.

Mientras hablan, llega una pareja de campesinos en un carro de caballos que preguntan dónde pueden encontrar a un cura para que atienda a un moribundo, un hombre viejo y muy pobre que vive en una granja cercana que fue jardinero, ofreciéndose el obispo a confesarlo él, contándole la mujer antes de ver al moribundo que ella no ama a Jesucristo y le detesta desde niña.

El cura entra en un almacén, donde está el anciano, que se confiesa con él.

Le cuenta que muchos años atrás, cuando trabajaba como jardinero mató a sus dos amos, pues eran muy severos con él.

Les muestra una foto de ellos, observando que en ella está él mismo de niño con sus padres, diciendo el hombre que le trataban como una bestia.

Pese a todo, Dufour le da la absolución, diciéndole cuán generoso es Jesucristo que les ha reunido allí para que él le perdone los pecados en su nombre.

Pero tras darle la absolución y cuando se dispone a salir coge una escopeta y acaba con el asesino de sus padres de un disparo.

Los seis amigos se reúnen de nuevo en casa de los Sénéchal, ofreciéndoles Rafael que vayan ese verano con él a Miranda.

Suena entonces el timbre, viendo que se trata de un nutrido grupo de policías que preguntan por Rafael Acosta.

Se presenta a él el Comisario Delécluze y le dice que queda detenido y se lo llevan.

Henri protesta, y, al enterarse de quién es, el comisario le detiene también.

Es entonces Thévenot quien se dirige al comisario y le dice que son vecinos y que conoce a su hija, comprendiendo el policía quién es, decidiendo detenerle también a él y a las mujeres, pidiendo que registren bien toda la casa.

En comisaría todos los policías parecen tener prisa por marcharse, incluido el comisario, preguntando un policía novato a qué vienen tantas prisas, diciéndole otro compañero, frente a la celda donde están Rafael y sus amigos que es 14 de junio y es el día del Brigadier Sangriento.

Le cuenta que en los tiempos en que la policía trataba de hacerse querer por la población, aquel anulaba todos sus esfuerzos, pues torturaba a los que se negaban a hablar amenazando con atar un lazo a sus atributos o colocándolos sobre un piano electrificado.

Asesinado durante una manifestación, vuelve desde entonces todos los años el día del aniversario para tratar de redimir sus faltas.

Se van también los dos policías para no encontrarse con él, apareciendo poco más tarde, en efecto el Brigadier, con la cabeza ensangrentada, viendo los atónitos presos cómo abre las puertas de sus celdas.

Se despierta entonces el comisario, que se había quedado dormido en su despacho, apareciendo ante él el Brigadier, al que no le ocurre nada, contándole el comisario que tuvo una pesadilla en la que soltaba a los prisioneros.

Llega entonces una llamada del Ministro del Interior para el Comisario, al que ordena soltar al embajador y a sus amigos, aunque no logra escuchar sus razonamientos debido a un terrible ruido.

Debe ordenar por tanto al Brigadier que libere de verdad a los prisioneros.

Tratan de celebrar nuevamente la siempre frustrada cena, comentando la noticia de la detención en Miranda de un importante nazi, jefe de un campo de concentración. Un auténtico carnicero, aunque Rafael asegura haber tratado con él y que era un auténtico caballero, diciendo Thévenot que se comenta que hay muchos nazis refugiados allí.

Mientras cenan, Florence les da una lección sobre los signos zodiacales, cuando de pronto escuchan un ruido de cristales rotos, escondiéndose Rafael bajo la mesa antes de que entren tres terroristas que llevan a todos hasta una pared y los fusilan.

Se disponen luego a registrar la casa, cuando de pronto escuchan un ruido, viendo el brazo de Rafael, que, desde debajo de la mesa, saca su mano tratando de encontrar comida, por lo que disparan sobre la mesa, y luego se asoman bajo esta, viendo que está comiendo.

Cuando van a dispararle, Rafael se despierta en su cama y, tras ese sueño va a la cocina y se pone a comer con ansia.

Las seis personas caminan hacia ningún lugar por una carretera interminable.

Calificación: 3