Te cuento la película

Fanny y Alexander
Fanny y Alexander

Fanny och Alexander (1982) * Suecia / Francia / Alemanaia

Género: Drama

Duración: 197 min.

Música:Daniel Bell

Fotografía: Sven Nykvist

Guion y Dirección: Ingmar Bergman

Intérpretes: Ewa Fröling (Emilie Ekdahl), Bertil Guve (Alexander), Pernilla Allwin (Fanny), Jan Malmsjö (Edvard Vergérus) Gunn Wållgren (Helena Ekdahl), Jarl Kulle (Gustav Adolf Ekdahl), Allan Edwall (Oscar Ekdahl), Mona Malm (Alma Ekdahl), Börje Ahlstedt (Carl Ekdahl), Kerstin Tidelius (Henrietta Vergérus), Pernilla August (Maj), Erland Josephson (Isak Jacobi), Stina Ekblad (Ismael), Mats Bergman (Aron), Christina Schollin (Lydia Ekdahl), Maria Granlund (Petra), Hans Henrik Lerfeldt (Elsa Bergius), Lena Olin (Rosa), Harriet Andersson (Justina).

Navidad de 1907

Alexander juega en casa de su abuela Helena con un pequeño teatro. Se esconde luego bajo la mesa, donde se queda dormido y sueña que las estatuas se mueven.

Varias criadas adornan el árbol de Navidad antes de supervisar que en la gran mesa preparada para la cena, en que estará toda la familia, esté bien.

Antes de la cena representan una obra sobre el nacimiento de Cristo, que dirige Oscar, el padre de Alexander, que dirige el teatro familiar en que Emilie, su esposa, es la actriz principal.

Dan luego una fiesta a todo el personal del teatro, y advierte a los empleados que, aunque verán a gente de distinta condición a la que suele ir al restaurante no desea malos gestos.

Los manjares avanzan tras una orquesta que ameniza la velada.

Oscar da un discurso, como cada año, desde hace 22 y señala que su teatro espera que sirva para olvidar por unos momentos el triste mundo exterior.

El Tío Isak, tras salir de su tienda va a casa de los Ekdahl, donde encuentra meditabunda a Helena, todavía sola, a la que le lleva un regalo y con la que se besa.

Salen luego a recibir a la familia, que llega tras la fiesta.

Carl y Lydia llegan tarde, los últimos, como cada año, pues ella tuvo que rescatarlo de su grupo de amigos con los que bebía y cantaba.

Todos brindan, cenan y cantan felices y, cogidos de la mano bailan y corren recorriendo toda la casa, incluyendo las criadas, con una de las cuales tontea Gustav Adolf.

Oscar se siente mal y debe sentarse.

Entretanto, el tío Carl enseña a los niños sus petardos y se los lleva aparte y se quita los pantalones para peerse, riendo los niños al ver cómo apaga las velas con otro pedo.

Los niños hacen luego una divertida batalla de almohadas antes de acostarse.

Más tarde, Alexander, todavía despierto, observa con su linterna mágica unas imágenes y lee a los demás niños una historia terrorífica ilustrada con la proyección, tan terrorífica que los más pequeños se asustan y gritan, por lo que la madre les pide que se duerman.

Cuando se quedan solos, Helena e Isak, ella le dice que ese año la Navidad no la ha puesto alegre y solo quería llorar.

Está contenta con Oscar, porque ha conseguido que el teatro no pierda dinero y no le pide nada, no como Carl, que siempre le pide dinero y vuelve a perderlo, y de Gustav Adolf dice que es demasiado sexual, pero tiene suerte de que a Alma no le importan sus infidelidades.

Recuerda luego riendo cuando los sorprendió su marido siéndole infiel con él, y que, pese a todo, al final acabaron siendo amigos.

Maj, la niñera, que dice a Alexander que es su favorito, tontea con Gustav Adlof, que para acostarse con ella le promete que le pondrá una confitería, aunque ella le dice que no quería aprovecharse de él, y se acuesta con ella.

Ya en su casa, Carl se queja de frío, pero su mujer, Lydia, que es alemana, le recuerda que no tienen dinero para pagar la leña y su madre le negó el préstamo que le pidió además de estar pagando unos intereses muy altos por un crédito que pidió a un usurero, y pide a Lydia que no sea tan servil.

Después de estar con Maj, por la mañana, Gustav Adolf hace el amor con Alma antes de ir a ver a su madre.

Va a comer toda la familia junta al día siguiente y luego van en sus trineos al teatro.

Se preocupan cuando Oscar olvida su texto y cae al salir de escena y deben llevárselo.

Todos están expectantes ante el teléfono en casa y llaman también para preguntar, y el médico les dice que es cuestión de horas.

Los niños juegan en la cocina mientras amigos y familia esperan.

Alma va a buscar a Alexander y a Fanny y los lleva a la habitación para ver a su madre.

Esta permanece junto a su padre, aunque Alexander no se atreve a acercarse y se queda con su abuela Helena.

Emilie pide a Fanny que se acerque a su padre y diga a Alexander que no debe tener miedo.

Oscar bromea y dice que ahora sí podría hacer de fantasma de manera más apropiada y les dice que nada les separará de ellos y que estará más cerca de ellos ahora que cuando vivía y pide ver a Alexander, que no sale del regazo de la abuela.

Oscar le tiende su mano, pero asustado, Alexander la suelta y corre.

Su padre muere en ese momento.

Mientras duermen los niños, los despiertan unos gritos desgarradores.

Ven que es su madre, que camina delante del féretro de su marido desconsolada.

Se celebra el entierro con gran pompa, con banda de música y al que acude toda la gente de buena sociedad de la ciudad.

Alexander, durante el cortejo va diciendo palabras malsonantes, pis, coño, mierda...

Ven a su madre, luego, mientras comen, junto al obispo, que trata de reconfortarla mientras comen todos, y una orquesta toca música triste.

Los niños se van antes y Alexander pone en marcha la linterna mágica.

Escuchan luego a su padre tocando un armonio mientras los mira.

Un día, cuando regresa del colegio, nota a todas las criadas muy calladas, y su madre le dice que hay una persona que quiere hablar con él, que se pregunta qué ha hecho, y ve que se trata del pastor.

Este le dice que desde la muerte de su padre ha hablado a menudo con su madre, que le ha contado sus preocupaciones, asegurando esta que el obispo ha sido muy bueno con ella.

El obispo le dice que sabe que es aplicado y tiene buenas notas, aunque eso no lo es todo y le pide que le explique por qué se miente, diciendo él que porque no se quiere decir la verdad y para obtener una ventaja.

Y tras ello le pregunta por qué ha mentido en el colegio, diciendo su madre que el director del colegio le contó que va contando mentiras como que ella lo había vendido a un circo ambulante y que al finalizar el curso irían a buscarlo y lo entrenarían como acróbata y jinete junto con una gitana de su edad.

El obispo le exige que pida perdón a su madre y promete que no lo hará más.

Observa luego cómo el obispo y su madre ríen con complicidad.

Luego van a buscar a Fanny y les dice a ambos que Edvard le ha pedido que se case con él y ella aceptó porque a ellos les conviene la mano firme de un padre.

El obispo pide tras ello que se arrodillen y oren.

Alexander ve, mientras lo hace, a su padre caminando por la sala.

Van luego al viejo palacio episcopal, un espacio de pureza y austeridad, donde les presenta a su madre, a su hermana y a su tía Elsa, que está enferma.

Luego, Edvard toca para ellos su flauta, aunque los niños se duerman.

Edvard le pide luego a Emilie que abandonen su casa sin vestidos, sin alhajas, sin muebles, costumbres, y que dejen atrás su antigua vida, incluidos sus amigos y no pueden llevar ni juguetes ni libros.

Ella dice que preguntará a los niños, aunque él dice que es ella quien debe decidir y ellos acatarlo por la felicidad de ella.

Ella dice que no le importa nada de eso y sabe que se pueden hacer felices.

Se celebra, en efecto, la boda, ante toda la familia.

Alexander no puede evitar las lágrimas y vuelve a ver a su padre observando todo.

Antes de terminar Alexander se marcha y se lanza sobre la mesa.

Deben mudarse luego a su nueva casa, pues la pareja no quiso ir de luna de miel.

Helena dice que no cree que eso pueda durar y que volverá pronto con ellos.

En el obispado observan que los niños no comen, y Henrietta, la hermana del obispo, dice que a lo mejor no saben apreciar la buena comida, y advierte que deben saber que nadie se levanta de la mesa sin haberlo comido todo, aunque Emilie le replica que es ella quien les dirá a los niños lo que deben hacer.

Henrietta se muestra dolida y dice que es difícil comprender que una ya no tiene ni voz ni voto en su propia casa.

Luego les dice que allí se madruga cada día, incluso los domingos y a las 6 de la mañana se reúnen para realizar el rezo matinal y se hacen sus camas y limpia cada uno su habitación.

La madre del obispo y de Henrietta les dice que esta parece más severa de lo que es, pero que sus hijos irán aprendiendo poco a poco y al final lo vivirán como un juego, aunque Emilie le dice que no cree que a sus hijos les divierta esa clase de juego.

Por la noche Emilie y Edvard van a visitar a los niños cuando se acuestan para escuchar sus oraciones y el obispo pregunta a Alexander por el libro que está leyendo, y él no le contesta y descubre también que Alexander duerme con su osito.

Les pide que muestren respeto, ya que es consciente de que el cariño no puede rogarse.

Fanny le dice luego a su madre que tienen un padrastro horrible y que su hermana está loca y le dicen que no quieren vivir allí.

Emilie les dice que conseguirá que cambien muchas cosas.

Le preguntan por qué se casó con el obispo y le dice que porque le quiere.

Cuando se quedan solos, Alexander muestra a su hermana que hay verjas en todas las ventanas y que no se pueden abrir, como si fuera una cárcel.

En la casa familiar, Helena duerme. El fantasma de su hijo Oscar se sienta frente a ella y la contempla y acaricia.

Helena le dice que así son las cosas. Que ya es vieja y es como una niña y se le olvidaron ya los largos años intermedios. Dice que le gustaba ser madre incluso más que ser actriz. Que pasó de madre a viuda y a abuela y le dice que sufrió con su madre y también entonces actuó para encubrir el dolor.

Oscar le dice que está deprimido por los pequeños.

Estos, observan la lluvia y la tormenta desde la ventana de su "celda".

Justina, una de las criadas, les lleva la cena a la habitación y les dice que su madre aún no regresó y que ella no lleva mucho tiempo allí, pero la señora Tander, que ya llevaba allí algún tiempo, antes de que muriera la señora sí sabe muchas cosas.

Les cuenta que las dos hijas anteriores del obispo fueron arrastradas por la corriente y la madre trató de salvarlas y las encontraron fuertemente abrazadas a las tres.

Alexander asegura que él ha visto a la madre y a las niñas.

Cuenta que la madre de las niñas, que vestía de negro, le contó su secreto. Que su marido las encerró durante cinco días y cinco noches sin comida y sin agua.

Desesperadas, decidieron escapar descolgándose con las sábanas.

Las niñas cayeron de cabeza en las aguas y el río se las llevó. Ella trató de salvarlas, pero fue arrastrada por un remolino.

Encontró las manos de sus hijas y las atrajo hacia sí.

Maj, embarazada de Gustav Adolf, visita a Helena.

Le cuenta que está preocupada por los niños, pues escribió 7 cartas a Alexander, porque quedaron en escribirse, pero solo recibió una postal en que le contaba que visitaron el jardín botánico con el tío Edvard y aprendieron mucho de flores

Helena dice que se inquietan sin razón, pues cree que Emilie sabrá cuidarlos.

Al ver llorar a Maj, Helena piensa que Gustav Adolf la hace sufrir, aunque la muchacha le asegura que es muy bueno.

Justina, a la que el obispo encargó vigilar a los niños, le cuenta la historia de Alexander.

Emilie va también a ver a Helena y la abraza con cariño.

La madre del obispo despierta a los niños y les dice que su padrastro quiere hablar con ellos.

El obispo les dice que lo acusó de haber matado a su esposa y a su hija, algo que Alexander niega, y asegura que Justina se lo invento.

Le pregunta a Fanny si escuchó la historia de Alexander, y ella dice que no.

Alexander dice que Justina miente o soñaba, ante lo que el obispo le pide que jure sobre la Biblia, asegurándole que es muy grave jurar en falso, pese a lo cual jura sobre ella.

Le recuerda que hablaron un año antes sobre temas morales, aunque Alexander dice que no fue una conversación, que solo habló él y que desde entonces es más precavido y cree que le odia, aunque el obispo le dice que no le odia, que le quiere, pero que el amor que siente por ellos es un amor rígido, no ciego.

Le dice que sabe que acabará confesando y que la confesión y el castigo serán un alivio, aunque sabe que es orgulloso y terco.

Le dice que tiene un sacudidor y aceite de ricino y luego un cuarto oscuro y húmedo.

Le dice que no sabe distinguir la verdad de la mentira y ahora es un niño, pero pronto será un hombre y la vida castiga a los mentirosos.

Finalmente reconoce haber cometido perjurio y que se inventó lo de su mujer y sus hijas.

Le pide tras ellos que elija el castigo, prefiriendo él la vara con la que recibirá diez golpes que aguanta estoicamente.

Luego, el obispo le dice que debe pedirle perdón, aunque él dice que nunca lo hará, ante lo que continúan los golpes, hasta que decide pedir perdón.

Él le dice que debe comprender que le ha castigado porque le quiere y le pide que le bese el anillo, tras lo que lo lleva a dormirá al desván como castigo.

En casa de su suegra, Emilie comenta que teme que haya ocurrido algo durante su ausencia pues Alexander es muy rebelde y su padrastro un enemigo peligroso que espera cualquier ocasión para aplastarlo.

Helena le dice que tiene que abandonarlo, pero Emilie le cuenta que está embarazada.

De todos modos, ella le dijo que debían divorciarse, pero él no lo aceptó, y, cuando ella le dijo que lo abandonaría, él le dijo que en un proceso perdería por abandono de hogar, le quitarían a sus hijos y se los confiarían a él.

Ella fue a preguntarle a un abogado y se lo confirmó, por lo que no le queda ninguna salida, y lo odia tan violentamente, que podría matarlo.

Pide que no cuente a nadie que estuvo allí, antes de marcharse.

En casa, se pelea con Henrietta para poder quitarle la llave del cuarto donde encerró a Alexandre y poder abrazarlo.

Toda la familia va en barco a ver a Helena, a la que encuentran rodeada de fotografías.

Le dice a su hijo Gustav Adolf que quiere hablarle de Maj para recordarle que no es su juguete y espera un nieto, y dice que vive bien gracias a la generosidad de Alma.

Gustav le dice que quiere asegurar su porvenir, pues la aprecia de verdad y él se ocupará de su futuro, y no quiere que conspiren ella y Alma.

Fanny y Alexander pasan las horas encerrados en el cuarto, con barrotes.

Isak acude al obispado y le cuenta a Henrietta que unos meses atrás el obispo le propuso un negocio, pues necesitaba de un préstamo, pero como los judíos no suelen prestar al clero le sugirió que le comprara un baúl por un precio razonable y ahora quiere comprarlo.

Henrietta va a buscar a su hermano e Isak, entretanto sube hasta el piso de arriba con un manojo de llaves, consiguiendo así entrar en el cuarto de Fanny y Alexander, a los que pide que se quiten los zapatos y les dice que irá a recogerlos en unos minutos.

Baja y le presenta la oferta al obispo, aunque este recela de sus intenciones.

Mientras el obispo cuenta el dinero y va a firmar el contrato, Isak va a buscar a los niños, los mete en el arcón y coloca sobre estos un paño negro.

Pero cuando le entrega luego una carta de Helena para Emilie, el obispo monta en cólera y empieza a golpearlo, y le dice a su hermana, que aparece al escuchar sus gritos, que quería robarle a sus hijos.

Pero su hermana le dice que no podrá hacerlo, pues tiene ella la llave de la habitación.

Suben corriendo arriba y los ve durmiendo en el suelo, pidiéndole Emilie que no los toque, mientras abajo, dos mozos, se llevan el arcón.

Emilie mira desde lo alto de la escalera al tío Isak, conocedora del poder de su magia, con agradecimiento.

Poco más tarde, y ya en la tienda, los niños salen del arcón.

Isak vive con su sobrino Aron, que les da de comer.

Vive con ellos también Ismael, hermano de Aron, que vive encerrado porque está enfermo, y Aron le cuenta que son huérfanos desde que eran muy pequeños.

Les muestra el que será su cuarto a partir de ese momento y les advierte que por las noches deben cerrar por dentro y no abrir a nadie.

Esa noche Alexander se despierta con ganas de hacer pis y sale por la tienda llena de cachivaches, mientras piensa que espera que no haya fantasmas.

Pasa por delante de su tío y de Aron, que está dormido con los ojos abiertos.

Es tan grande la tienda que se pierde y acaba en una estancia donde vuelve a ver a su padre, que le dice que no es culpa suya que les haya ido todo mal, pero que no puede dejarlos, aunque Alexander le pregunta por qué no se va al cielo, pues allí no puede hacer nada por ellos, aunque su padre le responde que toda su vida la vivió con ellos y con Emilie y la muerte no cambia nada.

Alexander pide que diga a Dios que mate al obispo, aunque su padre le dice que debe ser amable con la gente.

A las 4 de la mañana Edvard va a buscar a Emilie, que no tiene sueño y está tomando un caldo, y le pregunta si no podrá perdonarlo nunca, aunque ella le dice que se quedó con él.

Él le pide un poco de caldo y le pasa el suyo.

Ella le pregunta si exigirá que los niños regresen, diciendo él que sí, ante lo que Emilie le dice que su posición es absurda, aunque él dice que solo le importa hacer lo correcto.

Que siempre se vio justo, prudente y tolerante y creía que todos le apreciaban y no pensaba que alguien fuera capaz de odiarle y su hijo le odia, y le da miedo.

Como no sabe volver a su cuarto, Alexander se queda adormilado, y de pronto se abre una puerta y escucha una voz que le dice que es Dios y quiere probarle que existe y le pregunta si quiere que se muestre a él, y ve cómo comienza a moverse una enorme marioneta con la figura de Dios, y ve que es Aron quien la mueve y se ríe de él por haberse asustado.

Le cuenta que estuvo toda la noche trabajando con la marioneta, pues un director de circo de Inglaterra está encantado con sus muñecos.

Le muestra también una momia que, pese a llevar muerta 4.000 años respira, viendo cómo su pecho sube y baja y además es luminosa y su mano se gira.

Escuchan entonces a Ismael cantando.

Le cuenta que no Ismael puede soportar a la gente y a veces se vuelve violento.

Aron le dice que su tío Isak cuenta que viven rodeados de realidades paralelas que no tienen explicación. Que hay un enorme número de fantasmas, espíritus, duendes y ángeles y diablos y que la piedra más pequeña tiene vida.

Alexander dice que si hay Dios es un mierda y le gustaría pegarle una patada en el culo.

Ayuda luego a Aron a llevar el desayuno a Ismael.

De pronto, en el obispado, Edvard se despierta muy inquieto.

Emilie le cuenta que su hermana le dio unas pastillas para dormir y puso tres en el caldo.

Ella no pensaba que se lo bebería, pero cuando él se ausentó para ir a ver a su tía Elsa, puso tres más, por lo que dormirá profundamente, y cuando despierte ella se habrá ido a vivir con sus hijos a su casa y con su familia.

Edvard trata de vomitar, pero no puede. Le promete que cambiará y ella volverá.

Emilie le asegura que no lo hará y él le dice entonces que envenenará su vida, les perseguirá a ella y a sus hijos y arruinará su futuro, y comienza a sentirse mareado y que no puede ver.

Alexander conoce a Ismael, que pide a Aron que los deje solos y que vuelva en un cuarto de hora y le asegura que el tío Isak no se enterará.

Ismael se presente y le dice que le creen peligroso y por eso lo encierran.

Pide a Alexander que escriba su nombre en un papel y luego le pide que lo escrito, viendo que ha escrito Ismael Retzinsky.

Le dice luego que nota sus pensamientos son espantosos y hace sufrir estar a su lado, aunque a la vez es tentador.

Le dice que nota que no quiere hablar ni confesar lo que piensa y le obsesiona la muerte de un hombre, alto, rubio y canoso de ojos azueles que está durmiendo ahora y pregunta a Dios por qué lo abandonó.

En el obispado, la tía Elsa tira de un manotazo su lámpara y comienza a arder.

Ismael le dice a Alexander que no debe bacilar. Que no despertará de su sueño sumido en pesadillas y le pide que le dé sus manos.

Dice que han de abrir las puertas y debe oírse un grito en la casa.

La tía Elsa sale ardiendo y gritando de su habitación.

Alexander dice que no quiere, pero Ismael le dice que es demasiado tarde. Que se fundirá en él. Que es su ángel guardián y le protege de todo y le cuenta que tras el grito, una ardiente y deforme figura en llamas se retuerce en el suelo gritando.

Alexander le dice que no quiere y le pide que le deje marcharse.

Emilie, vestida de luto, descansa en casa de Helena, que la despierta porque llegó la policía para hablar con ella y Alexander se queda al fondo escuchando.

Los policías le cuentan que su esposa perdió la vida esa mañana en graves circunstancias.

Reconstruyeron los hechos y saben que Elsa Vergerus, gravemente enferma, yacía en cama y sobre su mesilla había una lámpara de petróleo encendida y cayó en la cama y prendió en las sábanas, lo que hizo que esta, loca por el fuego saliera de la habitación corriendo hasta llegar al dormitorio del obispo, que estaba profundamente dormido tras tomar un somnífero que ella le dio unas horas antes.

La enferma lo agarró y le prendió fuego a su ropa, y, aunque él despertó, no pudo apagar las llamas que envolvían su cuerpo, por lo que su madre lo encontró con la cara carbonizada y quemaduras muy graves y se quejaba de unos dolores insufribles.

El policía dice que el somnífero agravó las circunstancias, pero tampoco tiene una importancia excesiva, pues todo fue accidental.

Algún tiempo más tarde vuelve a reunirse toda la familia Ekdahl, junto a dos cunas donde están las hijas de Emilie y Maj.

Gustav Adolf se levanta para hablar, muy emocionado. Dice que viven en su pequeño mundo y deben hacer en él el mayor bien que puedan, pues de pronto ataca la muerte y deben intentar ser felices mientras puedan y coge al bebé que tuvo con Maj.

Luego Alma trata de llevarlo a la cama, pues está muy borracho, debiendo ayudarla Emilie y Gustav le dice que cuando la ve le dan ganas de llorar de alegría.

Maj y Petra, la hija de Gustav Adolf, hablan con Emilie, pues desean mudarse a Estocolmo, donde una amiga abrirá una boutique y les gustaría ir a ayudarla, pero su padre insiste en poner la confitería a Maj, que quiere vivir su propia vida.

Su madre, al principio se opuso, pero luego lo entendió aunque teme el dolor que le causará a su padre, prometiéndoles Emilie hablar con la abuela.

Emilie va a hablar, en efecto con Helena.

Mientras Alexander anda por la casa comiendo galletas, se le aparece el obispo, que le pone la mano encima y lo tira al suelo y le dice que no se librará nunca de él.

Aparte de hablar de Maj y Petra, Emilie recuerda a Helena que antes de morir, Oscar le pidió que se ocupara del teatro.

Piensa que a Gustav Adolf le molestará, aunque Helena le dice que su hijo es un hombre de negocios, pero que no entiende nada de teatro.

Emilie entrega a su suegra una obra de August Strindberg, "El sueño", donde, le dice, hay dos buenos papeles para las dos, y, aunque en principio Helena pone reparos, tanto por la misoginia del autor, como por el tiempo que lleva sin actuar, se la queda.

Alexander se levanta y va a ver a su abuela y se recuesta en sus rodillas.

Ella lee la obra y dice que todo es posible. Que todo es sueño y verdad y el tiempo y el espacio no existen. Y sobre una frágil base de realidad, la imaginación teje su tela y diseña nuevas formas.

Alexander se queda así dormido.

Calificación: 4