Te cuento la película

Handia
Handia

España (2017) *

Duración: 114 min.

Música: Pascal Gaigne

Fotografía: Javier Agirre

Guion: Jon Garaño, Jose Mari Goenaga y Aitor Arregi y Andoni de Carlos

Dirección: Jon Garaño y Aitor Arregi

Intérpretes: Joseba Usabiaga (Martín Eleizegi), Eneko Sagardoy (Miguel Joaquín Eleizegi), Iñigo Aranburu (José Antonio Arzadun), Ramón Agirre (Antonio Eleizegi), Aia Kruse (María).

Entre finales del Siglo XVIII y a lo largo del XIX se sucedieron por Europa una serie de conflictos por las tensiones entre el antiguo y el nuevo régimen.

Martín Eleizegi cuenta que el mundo cambia continuamente, aunque no parezca alterarse ante nuestros ojos y bajo su superficie el mundo siempre sigue cambiando.

Señala que Miguel Joaquín y él vivían en el mismo mundo, aunque ambos se enfrentaron a este de manera distinta.

Joaquín fue el primero en abandonar ese mundo y poco después lo hizo su padre y como había poco sitio en el cementerio de Altzo tenían que sacar el cuerpo de Joaquín para enterrar a su padre, descubriendo al abrir su tumba que no estaban sus huesos.

CAPÍTULO 1. EL DESTIERRO DE MARTÍN

Siendo jovencitos, Martín y Joaquín paseaban por el bosque y vieron un lobezno.

Martín fue a acariciarlo mientras Joaquín le pedía que no se fiara, pues cree que su madre andará cerca, y asustado deja solo a su hermano y se marcha.

1836

Al llegar a casa encuentra a todos rezando el rosario mientras deshacen las panojas de maíz, viendo Martín cómo María lo mira sonriendo, aunque también sonríe a Joaquín.

Al anochecer escuchan los aullidos de los lobos y una vieja asegura que esa noche bajarán del monte a cazar hombres.

Pero quienes llegan son los soldados carlistas, por lo que al verlos se afanan es esconder bajo tierra la comida para evitar que se la lleven.

El padre los llama a los dos hijos y les dice a los soldados que necesita a sus hijos en el caserío, pues de lo contrario morirán de hambre, aunque el oficial decide que se llevará a uno de los dos dejándole que decida él, pidiendo el padre que sea Joaquín quien se quede.

Martín pregunta por qué debe ir él, aunque cuando el oficial dice que se llevará al otro, decide que debe ser él quien vaya, aunque le asegura a su hermano que volverá y llevarán el caserío entre los dos.

No tardará en entrar en combate, atacando por sorpresa a un grupo de soldados realistas, y como consiguen vencer les dejan que cojan de ellos lo que deseen.

Algún tiempo después llega a su batallón otro tipo de su pueblo que le cuenta cosas de su pueblo, como la infidelidad de una mujer casada, enterándose también a través de él de que su hermano Joaquín está saliendo con María y que se casarán pronto.

Les dan por fin permiso para que puedan pasar dos semanas con sus familias y ayudar con la cosecha, como premio a sus buenas actuaciones.

Martín regresa a su caserío, aunque antes de llegar se da la vuelta y decide marcharse a Bilbao, alojándose en una pensión.

Piensa de regreso que mientras todos hacen su vida sin preocuparse de la guerra, ellos están allí, sin saber por qué están luchando.

Fernando, su paisano le dice que cuando acabe la guerra se marchará a América, aunque en la siguiente batalla Fernando cae mientras los supervivientes se enfrentaban cuerpo a cuerpo con los soldados enemigos, salvándose Martín de morir apuñalado, aunque es alcanzado por una bala en el hombro derecho que le lleva a la enfermería, no pudiendo tras ello volver a mover el brazo.

Todavía convaleciente le informan de que la guerra ha terminado y llegó el momento del regreso a casa.

CAPÍTULO 2. MARTÍN Y EL GIGANTE

Tres años más tarde. Tolosa

Están en ferias y hay concursos de arrastre donde la gente hace apuestas.

Él gana la suya y le pide a quien tenía que pagarle que le dé trabajo a cambio de no pagarle, aunque le dicen que no tienen trabajo.

Allí la gente se arremolina en torno a un escaparate donde hay dos enormes zapatones.

Como no consigue encontrar trabajo decide regresar a su casa, estando todo el mundo cuando llega en misa, donde ve que destaca en primera fila un hombre por su altura que está junto a su padre, descubriendo cuando se vuelve que se trata de Joaquín.

Su padre le pregunta por qué tardó en volver a su casa, diciendo que tenía muchas cosas que hacer y no ha ido a quedarse, pues con un solo brazo no puede ayudar demasiado y desea irse a América, para lo que le pide que le dé algo, aunque su padre le dice que no tienen dinero y no puede adelantarle nada.

Joaquín se enfada, recordándole que le dijo que llevarían el caserío entre los dos y ha estado esperándolo, no entendiendo su postura, asegurando que él es el mismo de siempre pese a su altura.

Su padre acude a casa de Ignacio, el arrendador de las tierras y le pide que le perdone parte de la renta para que su hijo pueda irse a América.

Pero Ignacio le dice que al perder la guerra les subieron los impuestos, y si no le pagan, él no podrá pagar sus impuestos.

Martín observa cómo su hermano se despierta por la noche y sube arriba para comer, pues pasa mucha hambre.

Un día llega José Antonio Arzadun, un promotor de espectáculos para hablar con su padre al que le dice que pueden ganar mucho dinero si muestran a su hijo ante la gente, aunque Joaquín no desea ser exhibido.

Su hermano le dice que la gente se admira, y que debería ver cómo miraban sus abarcas, aunque Joaquín cree que toda Tolosa se ríe de él, diciéndole su hermano que no se ríen, sino que se admiran y que todos deben hacer cosas que no le gustan.

Le dice que si siguen así perderán el caserío como otra familia que vive mendigando y que ellos dos no pueden hacerse cargo de este, pero sí de ese negocio.

Joaquín le dice que su padre no querrá, diciéndole Martín que hasta que Arzadun le diga cuánto pueden ganar.

En la iglesia ven que mide ya 2'24, tres centímetros más y que no para de crecer.

Le dicen a María que van a hacer una prueba en Bilbao y si sale bien hacer más exhibiciones, dejando el caserío una semana, hospedándose en el mismo lugar que él mismo unos años antes.

Joaquín está nervioso pensando que se reirán de él, pues lleva ya año y medio sin salir de Altzo.

Todo va también que continúan su gira, llegando a Madrid donde le exhiben como un coloso y le hacen poner los brazos en cruz para que vean lo enorme que es, hablando de él la prensa, donde dice que puede beber 20 litros de sidra al día, aunque Joaquín no es feliz y cree que exageran sobre él, pues le dibujen como si la gente le llegara por la rodilla, diciéndole Martín que no le debe importar, que es bueno que crezca su leyenda, debiendo ir cubierto por la calle para que no le vean sin pagar.

Martín ahora se hace trajes elegantes de sastre, pudiendo llamar así la atención de las señoritas de buena sociedad, mientras Joaquín debe permanecer encerrado.

Joaquín observa que la ropa que le ponen para exhibirse empieza a quedarle pequeña.

Actúan para un grupo de médicos que no desean un número circense, sino estudiarle desde un punto de vista médico y psicológico.

Su hermano cuenta que hasta los 20 años fue normal, aunque tras una enfermedad empezó a crecer.

Los científicos le dicen a Martín que por su aspecto podría pasar por uno de ellos, pero solo hasta que abre la boca y habla, pues al hacerlo se muestra como un paleto.

A la salida Joaquín se queja de que se rían de él, diciéndole Martín que no se ríen de que sea grande, sino de que no sepa hablar, diciéndole que nunca lo supo hacer.

Siguen con su gira y Joaquín se desespera, pues dice que le duele la cabeza y escucha sus huesos crecer. Dice que intenta detenerlo, pero que no puede, pues su cuerpo no le obedece y tiene miedo de no parar de crecer.

Salen a pasear por la noche y le dice que desea volver a Altzo, comprar el caserío y formar una familia.

Martín le pregunta por qué se acabó con María, y le dice que no era para él y la dejó.

Recuerda con nostalgia cuando eran pequeños y todo el mundo los confundía.

CAPÍTULO 3. JOAQUÍN SE HACE GRANDE

Regresan en efecto al caserío, estando contento de volver a ver su casa y su familia.

María habla con Martín y le dice que se nota que está llegando dinero al caserío, pues ahora tienen incluso cristales en las ventanas y ella dice que ha oído que quieren comprar el caserío, aunque Martín no lo quiere.

El cura vuelve a medirle ante todo el pueblo, observando que ha crecido 6 centímetros más desde la última vez, siendo aclamado por todos.

Algunos de los pueblos cercanos se acercan para verlo, pero ellos no le dejan salir para que no perjudique el espectáculo.

Son reclamados desde el Palacio Real, donde son recibidos por la reina Isabel II, aún niña, que se siente admirada de lo grande que es, aunque le pide que se desnude para que observe que es proporcionado todo en su cuerpo.

Pero debe siempre viajar escondido, lo que le pone muy nervioso

Y un día en pleno espectáculos se pone a gritar, cuando aparece en un teatro en Lisboa.

Navegan también hasta Inglaterra, viendo ballenas durante la travesía.

Allí es llevado a Stonehenge, donde se reúne con Sad, otro gigante y una mujer también gigante, Esther, que padecen su misma enfermedad.

Allí, en la intersección entre dos líneas de piedras milenarias, y algunos las vinculan a una raza de gigantes desaparecida siglos atrás.

Por ello, señalan, deben unir fuerzas y conectar con el pasado de los gigantes y su esencia para lo que se unen formando un círculo tomándose las manos, tratando de que su energía conecte con el eje creando una fuerza rotatoria de gran intensidad y la fuerza emergerá en sus cuerpos y se sentirán como semidioses.

Arzadun invita a Joaquín a pasear con Esther por aquel bello paisaje.

Por la mañana, cuando despierta tras haber dormido en el campo, Joaquín se interna en el agua y nada feliz.

CAPÍTULO 4. AMÉRICA

Martín se casa con María y lo celebran con una comida en el campo.

Otro de sus hermanos, Isidro, dice entonces que desea irse a América.

Martín se enfada de que no se lo dijeran. No entiende que a su hermano le hayan dado un adelanto de su herencia, algo que a él le negó en su día.

Durante la celebración Joaquín baila con María.

Tras hacer el amor con ella, esa noche Martín le propone a María irse ellos también a América, aunque ella le dice que allí están bien y no saben cómo les iría en América.

Durante su estancia allí le hacen un retrato junto con su padre y su hermano, pidiendo Arzadun que pongan debajo The Spanis Goliat, aunque el padre prefiere El Gigante Guipuzcoano, proponiendo Joaquín que le llamen Handia y enfadándose porque no le hacen caso y le echa en cara a Arzadun que nunca le mira a la cara cuando habla y dice que van a cambiar las cosas y que no piensa volver a esconderse y desea que le den su parte del dinero, diciendo su padre que también le den a Joaquín su parte.

En Burdeos, Joaquín, tal como advirtió ya no se esconde, y a la salida de misa es abordado por la gente, y aunque en principio le agrada, finalmente se siente agobiado.

Van tras ello a Londres, donde es exhibido junto a otros fenómenos de la naturaleza, no habiendo espectáculos masivos, sino que están tras una ventana, cada fenómeno en su habitáculo.

En París actúa para la nobleza junto a unos enanos payasos ante los que sobresale.

Van acumulando dinero. Martín lo envía a Tolosa, pero Joaquín lo esconde bajo el colchón, aunque le dice a su hermano que sí lo envió.

Sentados frente a un ventanal, la gente se arremolina para verlo, contándole Joaquín que se ha puesto alzas de 6 centímetros y un alto sombrero de copa para parecer más alto y llamar más la atención.

Martín le dice que ya ha hecho suficiente dinero y cuando regresen a casa se marchará con María a América, algo que Joaquín no entiende, pues la gente va a América para hacer dinero y él ya lo tiene y están siempre fuera, y le dice que puede cambiar de sitio, pero él no cambiará, pues no ha sido capaz de adaptarse a nada

Martín le dice que necesita algo distinto, pensando Joaquín que quizá necesita estar lejos de él ahora que tiene ya su dinero.

Martín le dice que siempre ha estado a su lado ayudándole, diciéndole Joaquín que siempre ha estado queriendo huir de él, aunque mientras ha sacado dinero no ha estado tan mal.

Martín le dice que cada uno debe hacer su vida, diciéndole Joaquín que ha estado viviendo a costa de él y todo, incluso su mujer, salieron de él, preguntándose qué sacan ellos de él.

Como sus dolores son cada vez más fuertes van a visitar a un doctor francés que le pregunta si tiene problemas de erección.

Le señala que los dolores de cabeza y articulares son normales por su tamaño y le preguntan si pensaron ya qué harán con sus huesos cuando muera, señalando que les darían mucho dinero si se los dejaran para estudiarlos, aunque él quiere que lo entierren en Altzo.

Les dice que los gigantes no solo crecen por fuera, sino que sus órganos internos también lo hacen, degradándose y envejeciendo antes de tiempo hasta la muerte.

Pero empieza a necesitar andar con bastón.

Como Esther está en París quedan para verse, tomándose una fotografía de ambos, con Martín en medio.

Cenan luego juntos y aprovechan para acostarse juntos, aunque él tiene problemas de erección y se muestra demasiado brusco con ella y ella se queja, decidiendo él echarla.

Durante uno de sus viajes son atracados por unos bandoleros que encuentran todo el dinero que Joaquín fue guardando

Su hermano se da así cuenta de que no lo envió a Tolosa porque no se fiaba y ha perdido su parte y la de su padre, preguntándose qué harán ahora.

Martín utiliza su parte para pagar el caserío.

Tras perderlo todo, Joaquín propone hacer una nueva gira para recuperarlo, aunque Martín le dice que él ya ha hecho bastante.

Prefiere intentar tratar de buscar otro trabajo en las vías, pero no se lo dan debido al problema de su brazo.

Martín empieza a preocuparse por su hijo, pues, señala, es más grande que los niños de su edad y tiene miedo de que padezca la misma enfermedad que su hermano, aunque María le dice que está obsesionado, pues el niño es normal.

Deciden salir de gira de nuevo, aunque Arzadun cree que ya no atraerán al público, pues, aunque joven, está ya cascado y no tiene fuerza, y lamenta que no se hubiera casado con la giganta, lo que sí habría generado expectación y ahora la gente espera ya demasiado y les dice que no son buenos en los negocios, por lo que les aconseja que se centre en el caserío, pues tendrán mejores años de cosecha.

Empiezan en efecto a trabajar en el campo, pero él sin un brazo, y Joaquín por su tamaño no rinden apenas.

ÚLTIMO CAPÍTULO. EL GIGANTE DE UN SOLO BRAZO

Con los carteles que tenían, y que solo les quedan en francés, comienzan a recorrer los pueblos para tratar de sacar dinero por su cuenta.

Joaquín dice sentirse culpable, pues aunque están juntos tratando de salir adelante, sabe que él preferiría otra cosa.

Realizan su espectáculo ante aldeanos y llegan a participar en una fiesta de gigantes y cabezudos y le pagan por bailar junto a los primeros.

Siguen con su gira, acercándose Martín a otro pueblo para anunciar el espectáculo mientras Joaquín se queda afuera para evitar que lo vean y no acudan.

Ha nevado y hace mucho frío, durmiéndose Joaquín en el barrio, viendo al despertarse que lo está observando un lobo, por lo que se asusta y se aleja, pues siempre le dieron mucho miedo, viendo que el animal le sigue, lo que hace que salga corriendo hacia el bosque hasta tropezar y caerse, golpeándose la cabeza al hacerlo, pese a lo cual consigue volver a ponerse en pie.

Entretanto, y ajeno a lo ocurrido, su hermano entra en el bar del pueblo para tratar de conseguir espectadores, aunque la gente no le hace caso ni se interesa por el espectáculo.

Solo un hombre se le acerca para decirle que oyó hablar del gigante y de que perdió un brazo en la guerra, confundiéndolo con él.

Fracasado su intento de montar un espectáculo, Martín regresa hasta la carreta donde dejó a Joaquín, viendo que este no está allí, por lo que se asusta, ya que nieva copiosamente.

Empieza a gritar y a llamarlo sin éxito, hasta que finalmente aparece medio congelado, pareciendo obsesionado con conseguir dinero para que Martín pueda irse a América, aunque Martín le señala que apenas ganan para comer, diciéndole Joaquín que debe venderlo mejor y que hará todo lo que le pida, aunque Martín decide que deben regresar a casa, donde, poco después Joaquín muere.

Es 1861 y cuando acuden a la lectura del testamento comprueban que Joaquín lo legó todo para Martín y para su sobrino. 25.000 reales para él y 15.000 para su hijo, ignorando todos que Joaquín tuviese ese dinero, no sabiendo cómo lo consiguió.

Su padre le dice que ahora que tiene el dinero puede por fin marcharse, aunque Martín le dice que ya se acostumbró a vivir allí.

Martín afirma haber notado que su mano se movió. Pero nunca más volvió a hacerlo y nadie lo creyó.

Narraba en el pueblo las aventuras con su hermano y cada vez parecían más desmesuradas y Joaquín siguió creciendo en su interior de forma imparable.

Todas sus pertenencias las fueron vendiendo hasta que no quedó nada.

Al morir su padre deciden vaciar la tumba, viendo que en esta no había nada. Como el resto de sus cosas, sus huesos también desaparecieron.

Se decía que estaban en un museo de Inglaterra, o que los había vendido a un médico para dejar dinero a su familia tras su muerte.

Nada pudo demostrarse y sus huesos no aparecieron jamás.

Calificación: 3