Jeanne Dielman, 23, quai du Commerce, 1080 Bruxelles
Jeanne Dielman, 23, quai du Commerce, 1080 Bruxelles (1975) * Bélgica / Francia
Género: Drama
Duración: 193 min.
Fotografía: Babette Mangolte
Guion y Dirección: Chantal Akerman
Intérpretes: Delphine Seyrig (Jeanne Dielman), Jan Decorte (Sylvain Dielman), Henri Storck (Primer cliente), Jacques Doniol-Valcroze (Segundo cliente), Yves Bical (Tercer cliente).
Jeanne Dielman atiende la cocina con bata de estar en casa, pero con medias y zapatos de tacón.
Se quita la bata cuando llaman a la puerta y recibe a un hombre.
Recoge su abrigo, sombrero y bufanda del hombre y pasan tras ello a la habitación.
Salen después de un rato y le devuelve su abrigo, su sombrero y su bufanda. Luego el hombre le paga y se despide hasta la semana siguiente.
Vuelve tras ello a la cocina donde dejó la comida a fuego lento y continúa cocinando.
Regresa a su habitación, abre la ventana y recoge una toalla que había sobre la cama y la lleva a lavar, estirando luego la cama, tras lo que vuelve a cerrar la ventana.
Va tras ello al baño y se pasa una manopla enjabonada repetidamente por cada parte de su cuerpo.
Limpia luego a fondo la bañera y se viste para regresar a la cocina. Lleva luego al comedor un hule y cubiertos para dos personas.
Mientras lo prepara todo escucha la puerta y sale a recibir a su hijo al que besa y recoge su abrigo, que lleva a guardar.
Sirve luego la comida para los dos, llamando a su hijo la atención por leer mientras comen, estando el resto de la cena en silencio, con apenas un comentario sobre la comida y le dice al muchacho que come poco y tiene mala cara.
Terminada la cena, lo recoge todo y Sylvain, su hijo saca sus deberes.
Jeanne le dice que recibieron una carta desde Canadá de la tía Fernande y se la lee.
En la carta, su hermana les cuenta que ya es invierno y volvieron los niños al colegio, aunque tuvieron que dejar de ir por una fuerte nevada pues la nieve bloqueó las carreteras y no podían salir y que Jack, su marido le está enseñando a conducir pues allí es muy importante por las enormes distancias
Les invita finalmente a que viajen a Canadá, pues tienen una habitación de invitados y Sylvain podría dormir con su primo, por lo que espera que se vean en verano.
La anima también a casarse pues es muy guapa y joven para estar soltera y George murió ya 6 años atrás.
También le dice que le envió un regalo de Navidad por barco.
Hace leer tras ello a su hijo un fragmento de "El enemigo" de Charles Baudelaire, un poco torpemente, por lo que debe repetirlo, aunque se siente contento porque cada vez tiene más acento y ya pronuncia la erre bien y no se burlan de él en la escuela, aunque su madre le recuerda que nadie lo obligó a ir a una escuela flamenca.
Saca tras ello su labor. Está haciéndole a Sylvain un jersey de lana, y mientras escuchan la radio y echa un vistazo al periódico.
Prueba la parte del jersey que lleva hecha a su hijo para ver si lleva bien las medidas.
Cuando dan la hora en la radio lo recoge todo y apagan.
Luego se ponen los abrigos y salen a dejar la basura y dan un pequeño paseo.
Una vez en casa apartan las butacas y la mesa del salón antes de abrir el sofá cama en que dormirá Sylvain.
Ella se peina frente al espejo repetidamente antes de acostarse.
Regresa al salón para apagar la estufa y despedirse de su hijo al que le dice que siempre está leyendo, como su padre, preguntándole él cómo lo conoció, pues recuerda que su tía Fernande siempre decía que conocer a Jack fue un milagro.
Su madre le dice que lo fue, pues fue a liberarlos en 1944.y les dio chicles y chocolate y ellas le dieron flores.
Pero ella conoció a su padre cuando los americanos ya se habían marchado.
Ella vivía entonces con sus tías porque sus padres habían muerto, y un sábado fue al bosque con una amiga que lo conocía y se lo presentó y empezaron a salir.
Trabajaba entonces como dependienta y no ganaba mucho y sus tías no estaban muy contentas, pero, aunque entonces todo el mundo se casaba, ella no sabía si quería casarse y sus tías le animaban a hacerlo. Le decían que era decente y tenía dinero, por lo que la haría feliz, pese a lo cual ella tenía muchas dudas.
Por otra parte, quería tener su propia casa y un hijo, y, aunque de repente el negocio de él se hundió, se casaron.
Entonces sus tías comenzaron a decirle que una chica bonita como ella podría tener mejores oportunidades y conseguir un hombre que le diera una buena vida y que además este era feo.
Su hijo le pregunta por qué hacía el amor con él si era feo, a lo que le responde que eso no le importaba y que no era tan feo, y le tuvo a él, y hacer el amor era solo un detalle.
El chico le pregunta si le gustaría volver a casarse, diciendo ella que no, pues es difícil acostumbrarse a alguien de nuevo.
Él asegura que si fuera una mujer no podría acostarse con alguien que no le gustara.
Tras la charla ella se va a acostar.
Fin del primer día
Cuando se levanta, aún de noche, abre la ventana para airear la habitación y pasa al baño, donde se lava las manos.
Va al salón y enciende de nuevo la estufa para su hijo y recoge su ropa sucia.
Regresa a su habitación para buscar la ropa limpia en el armario que va a colocar a su hijo sobre la cama
Luego, en la cocina, mientras prepara el desayuno, limpia los zapatos de su hijo.
Muele el café y lo hecha en la cafetera.
Lo prepara todo para el desayuno en la mesa de la cocina y toma una taza de café, de pie, sin sentarse, y echa luego en el termo el resto del café.
Va luego a despertar a su hijo, que encuentra ya el desayuno preparado, debiendo él solo, untar la mantequilla y la mermelada.
Luego lo despide cuando sale hacia el colegio, ayudándole a ponerse la bufanda, y dándole algo de dinero.
Cuando se queda a solas, dobla el pijama del hijo tras hacer la cama, que cierra, convirtiéndose de nuevo en un sofá.
Friega luego los cacharros que utilizaron en la cena y el desayuno, con la bata puesta para no manchar la ropa.
Seca con mimo los cubiertos antes de guardarlos en el cajón de la mesa.
Hace luego su cama, colocando sobre esta una toalla.
Coge luego varios de los billetes que guarda en la sopera que tiene sobre la mesa del comedor antes de salir de casa.
Acude al banco y rellena unos formularios mientras atienden a otra clienta antes de ingresar el dinero.
Lleva luego los zapatos de su hijo a que le pongan suelas nuevas.
Se encuentra a una vecina que la invita a ir una tarde a tomar café en su casa.
Echa la compra, regresa a su casa, recogiendo el periódico del buzón.
Guarda los productos de la compra, se pone la bata sobre el vestido y se sienta en la mesa y saca un cuaderno donde anota las cuentas.
La interrumpe una llamada al timbre. Una vecina le deja su bebé en el capazo del cochecito que deja sobre la mesa del comedor mientras ella sigue con sus tareas en la cocina, donde bate un huevo, echa harina sobre la mesa y pan rallado en un plato y, tras pasar los filetes por la harina, por el huevo y luego por el pan rallado y los cubre con papel de aluminio
Se sirve un café del termo, y, cuando vuelven a llamar, lleva de vuelta al niño.
La madre del bebé le cuenta que tuvo que hacer cola en la carnicería y le pregunta qué va a hacer de comida, pues a ella no se le ocurre nada, y, de hecho pidió lo mismo que la mujer que entró antes, un kilo de ternera, pese a que no les gusta la ternera, y lamenta que no coman sus hijos en el colegio, porque su marido dice que allí no comen bien, aunque en una semana tendrán que hacerlo porque su marido se irá fuera y ella irá a casa de su madre y los hijos tendrán que comer en el colegio.
Jeanne le cuenta que su hijo sí come en el colegio, pues no es delicado.
Finalmente, cuando se marcha, puede tomarse el sándwich que se había preparado.
Se pinta luego los labios y se retoca el pelo, en el que se echa laca.
Sale tras ello a comprar una madeja de lana para poder seguir con el jersey de su hijo.
Para luego en una cafetería, donde se toma un café, antes de regresar a casa.
En la cocina, comienza a preparar la comida, cuando llaman al timbre.
Como el día anterior, se quita la bata, se lava las manos y va a abrir.
Recoge el abrigo del hombre que llega que la acompaña hasta el dormitorio.
Algún tiempo después, y ya de noche, el hombre sale. Ella le devuelve su abrigo y él le paga y se despide hasta el jueves.
Ella coloca el dinero en la sopera del salón, va a su habitación, abre la ventana, retira la toalla de encima de la cama y la echa en el cesto de la ropa sucia.
Regresa a la habitación y estira la colcha, yendo luego al baño, donde, tras bañarse, limpia a fondo la bañera como el día anterior.
Ya vestida, regresa a la cocina, aunque vuelve para apagar la luz del baño.
Se da cuenta entonces de que se le quemaron las patatas.
Regresa a la habitación a cerrar la ventana
Ve que no le queda más que una patata y debe salir a comprar una bolsa a la tienda.
Luego, en la cocina pela las patatas, pensativa y con cierta rabia.
Escucha mientras lo hace, la puerta. Sylvain entra a saludarla, y ella le cuenta que coció demasiado las patatas, observando él que está despeinada.
Mientras cenan, Sylvain lee, y ella le dice, como el día anterior que no lea en la mesa.
Terminado el primer plato, deben esperar, pues no se terminó de cocer la carne y las verduras y dice que dejará el puré de patatas para el día siguiente.
Él le cuenta que no fue a natación, que dijo que le dolía la cabeza y se quedó en la enfermería con su amigo Yan.
Después de un rato, saca finalmente el segundo plato.
Hacen tras la cena la sesión de lectura, tras terminar él los deberes.
Luego ella se sienta para escribir la carta de respuesta a su hermana, mientras Sylvain lee, aunque tras escribir unas líneas no parece satisfecha y comienza en otra hoja.
El hijo le pregunta si es que le molesta la radio, pero ella dice que no sabe qué responder y deja de escribir y echa un vistazo al periódico y va a por su labor de punto hasta que suena la hora en la radio.
Guarda todo, aunque Sylvain le pregunta si no pueden quedarse ese día un poco más, pues cenaron tarde.
Ella enciende la estufa y apartan todo para abrir la cama del muchacho, tras lo que salen a pasear.
Luego se acuesta Sylvain y su madre, tras apagar la estufa le dice que si lo desea puede llevar a Yan al día siguiente, contándole el muchacho que cree que Yan se ha enamorado de la enfermera.
Le cuenta también que se compró un libro donde explican cosas como el orgasmo y el clímax y le dijo que a su edad, los hombres comienzan a interesarse por las mujeres y no se fijan ya en las niñas, y que el miembro masculino es como una espada y que cuanto más profundo se clave, mejor, aunque él le dijo que las espadas duelen, y no entiende qué placer hay en ello,
Dice que se lo contó cuando tenía 10 años y él le preguntó si su padre le hacía eso a su madre, y que por eso odiaba a su padre y pensó que su muerte era un castigo de Dios. Y ya no cree en Dios.
Le dijo que no solo era para engendrarlo y entonces él comenzó a fingir que tenía pesadillas y la llamaba cada noche para que él no pudiera penetrarla
La madre se limita a decir que es tarde y debe dormirse y ella misma se acuesta.
Fin del segundo día
Como el día anterior, se levanta y se pone la bata antes de abrir la ventana para airear su habitación.
En el baño se lava las manos y va luego al salón para encender la estufa y se lleva los zapatos de su hijo para limpiarlos.
Pone a calentar el agua y limpia los zapatos de Sylvain, con menos entusiasmo que el día anterior, e incluso se le cae el cepillo.
Despierta luego a su hijo, y, como cada mañana, y mientras está sentado para desayunar, le pregunta si se lavó las manos.
Lo despide luego cuando sale al colegio, dándole algo de dinero.
Pero regresa un momento después a la puerta para ver si sigue allí, y corre luego a la ventana, pero ya se marchó.
Friega los cacharros del desayuno y de la cena.
Recoge luego el salón, haciendo la cama, que vuelve a cerrar.
Vuelve a la cocina, donde seca los cubiertos antes de guardarlos en el cajón, aunque se le cae uno y debe volver a fregarlo.
Sale tras ello, pero es demasiado pronto y encuentra todavía cerrado el banco.
Va haciendo algunas compras en las tiendas, que están comenzando a abrir, pero en una de ellas debe esperar a que abran.
En su casa, mira el reloj de su habitación, pues se equivocó ese día de hora.
Luego, ya en casa, comienza a manipular la carne picada que compró, que mezcla con la harina y lo coloca en una fuente.
Terminadas esas tareas cotidianas, se sienta frente a la mesa de la cocina, sin hacer nada, vigilando solamente el fuego.
Se sirve café, pero tras un sorbo lo tira y se sirve en otro vaso leche y prueba, volviendo a ponerse otro café, aunque esta vez echa dos terrones de azúcar. Pero tras probarlo, lo vuelve a tirar, como el resto del café del termo.
Saca tras ello la lata del café y muele un poco y prepara una nueva cafetera.
Se sienta luego en una butaca del salón sin hacer nada, aunque de inmediato se levanta y se pone a limpiar el polvo de las cosas que guarda en el aparador.
Sale de nuevo, esta vez sin quitarse la bata, al portal para buscar en el buzón, donde no encuentra nada. No llegó aún el periódico.
Vuelve a sentarse en su butaca, sin hacer nada, pensativa.
Permanece así hasta que suena el timbre y la vecina le deja a su bebé, al que está vez, coge, aunque el bebé no deja de llorar, por lo que vuelve a dejarlo en su capazo.
Pero no deja de llorar y vuelve a cogerlo y lo intenta varias veces, pero siempre llora, por lo que, finalmente se va a la cocina tras dejarlo en el capazo y allí se prepara un sándwich que come con total tranquilidad. Tanta que ni siquiera para cuando llaman.
Solo cuando llaman por segunda vez se levanta y lleva el niño a su madre.
Por la tarde va al centro.
Trata de encontrar el botón que le faltaba a una chaqueta de Sylvain, aunque en los grandes almacenes no lo encuentra igual, por lo que va a una mercería.
Allí le explica que se lo envió su hermana Fernande a su hijo desde Canadá años atrás, cuando Sylvain tenía solo 6 años y la usa desde hace poco, porque antes le quedaba muy grande.
Recuerda que entonces su hermana se quedó con ellos tres meses y Sylvain dormía en la habitación con su marido y con ella mientras Fernande dormía en el sofá con Jonathan, al que llamaba John, que tenía 5 años, pero era más alto y más fuerte que Sylvain.
La mujer le dice que no cree que encuentre el botón, y que es mejor que los cambie todos y quedará como nuevo.
Tampoco tiene suerte en la siguiente mercería.
Entra en la cafetería, pero la mesa en que suele tomar su café está ocupada por otra mujer, por lo que debe sentarse en la de al lado, y tampoco está la camarera que se lo sirve habitualmente, Gisele, que terminó ya su turno.
Aunque se lo preparan no se lo toma. Deja el dinero y se marcha.
Coge el metro de regreso a su casa.
Cuando llega a su casa ve que dejaron un paquete para ella junto al buzón. El regalo que le prometió su hermana.
Como no consigue desatar los cordeles va a buscar unas tijeras a la cocina.
Cuando lo abre ve que se trata de un camisón de color rosa.
Llaman en ese momento a la puerta y esconde el paquete bajo la cama y deja las tijeras en el aparador.
Luego, en su habitación, se quita la blusa, que dobla cuidadosamente.
Luego, yace con gesto hierático bajo su nuevo cliente, hasta que, de pronto comienza a sentir placer y acaba teniendo un orgasmo.
Cuando todo termina, ella se pone la blusa, mientras el hombre la observa, dejándose caer tras ello de nuevo en la cama.
Mientras termina de vestirse, repara en las tijeras en el comodín y las coge, se dirige luego hacia la cama y se las clava al hombre en el cuello.
Luego se retira y las deja sobre el comodín de nuevo.
Con las manos y la blusa manchadas de sangre, se sienta en el comedor, ya a oscuras, inmóvil y sin hacer nada. Con expresión ausente.
Cierra los ojos en algún momento, y, después de un rato agacha la cabeza, pero vuelve a alzarla pronto. Muestra una mueca de sonrisa y de cansancio.