Te cuento la película

Siempre nos quedará mañana

C'è ancora domani (2023) * Italia

          También conocida como:
                    - "Siempre habrá un mañana" (Hispanoamérica)

Género: Drama

Duración: 118 min.

Música:Lele Marchitelli

Fotografía: Davide Leone

Guion: Furio Andreotti, Giulia Calenda, Paola Cortellesi

Dirección: Paola Cortellesi

Intérpretes: Paola Cortellesi (Delia), Romana Maggiora Vergano (Marcella), Yonv Joseph (William), Valerio Mastandrea (Ivano Santucci), Giorgio Colangeli (Ottorino Santucci), Emanuela Fanelli (Marisa), Vinicio Marchioni (Nino), Gabriele Paolocà (Peppe), Francesco Centorame (Giulio Moretti), Lele Vannoli (Alvaro).

Cuando se despierta, Delia, aún en la cama, da los buenos días a Ivano, su marido, que le responde abofeteándola.

Luego prepara el desayuno mientras sus hijos duermen en una habitación que Marcella, la hija mayor, comparte con sus hermanos pequeños.

Ivano sale del baño enfadado, pues le falló la cadena y echa la culpa a su mujer.

Recuerda que Marcella, como es chica no puede estudiar y trabaja ya, mientras que su hermano Sergio sí estudia porque es un chico y les cuesta 2000 liras y ella no las tiene, y le dice que debe darle las gracias por haberla dejado hacer prácticas y que ahora pueda trabajar y traer dinero a casa para poder ayudar a la inútil de su madre y le pregunta cuándo le va a pedir la mano el imbécil de Giulio y le pregunta si van en serio o solo tontean.

Luego, antes de irse a trabajar le dice a Delia que a ver si hace algo bien.

Prepara luego otro desayuno, el de su suegro, don Ottorino, que vive encamado y se lo reclama a gritos y que la llama quejica cuando le pide que no la sobe, diciendo él que cuando la gente se casaba entre primos no había tantos problemas.

Se queja luego de la frialdad de su hijo, que se marchó sin decirle adiós pese a que él le enseñó todo lo que sabe e incluso lo llevó de putas por vez primera y le dio la casa, aunque Delia recuerda que se la embargaron porque la perdió en los caballos, aunque él dice que la intención es lo que cuenta, y además le enseñó su oficio de profanador de tumbas y en aquel tiempo los fascistas les compraban lo que conseguían y asegura que su mujer vivía como una reina, aunque Delia le recuerda que su mujer se lanzó desde un quinto.

Don Ottorino se queja de que habla demasiado y debe aprender a callarse la boca.

Cuando ella sale deja vigilando a Alvaro, un vecino que no hace nada y al que ella le da uno de sus bocadillos a cambio de su ayuda.

Delia sale luego a trabajar, acude primero a casa de una familia adinerada para poner una inyección al viejo de la familia por 20 liras, pues tiene muy buenas manos.

Allí observa que también en las clases altas ningunean a la mujer por dar su opinión.

Va luego a una mercería para llevar ropa en la que hizo arreglos. 4 sostenes por los que le darán 200 liras y dos ligueros por 60.

Va luego a una paragüería, donde trabaja reparando paraguas, debiendo además enseñar al aprendiz, y ve que este, pese a ser un inútil gana más dinero que ella solo por ser un hombre pese a que ella lleva trabajando tres años

Además tiende ropa de la gente adinerada, debiendo subir a la azotea cargada sin que les permitan a las lavanderas coger el ascensor.

De regreso a casa recuenta el dinero que ha guardado y se esconde una parte.

Encuentra la fotografía que perdió de un soldado americano negro que trabaja como policía militar y se la devuelve, y el muchacho, emocionado la abraza.

Le dice que se llama William y que lleva mucho tiempo sin ver a su familia y era su única foto con su madre y sus hermanos, por lo que se ofrece para lo que desee, y aunque ella no entiende nada, él le da chocolate.

Va a ver luego a su amiga Marisa, que tiene con su marido un puesto en el mercadillo callejero que le dice que tiene que dejar a su marido, aunque ella lo justifica y dice que está de los nervios porque fue a dos guerras.

Le regala unas acelgas y le pide que le ayude a hacer mermelada con unos albaricoques y se llevará un bote, aunque cree que Ivano no le dejará.

Pasa de vuelta, por delante de un taller y Nino, el mecánico, le dice que lleva arrepintiéndose 30 años de haberla dejado.

Le dice que las cosas no le van bien y tiene una idea que no se atreve a contarle.

Ella le regala uno de los chocolates que le dio William y que él comparte con ella y lo comen juntos y a la vez. Y ríen luego al ver sus dientes manchados.

Cuando llega a su casa, fuera está Marcella tonteando con su novio, cuyo padre tiene una buena cafetería, aunque otra vecina envidiosa dice que la abrió con dinero del mercado negro, a lo que Delia le replica que ella vendió aceite de su cuñado.

Giulio se dirige a ella y le dice que desea que conozcan a sus padres y ella les invita a que vayan a comer el domingo, a lo que Marcella le replica que allí no, y dice Giulio que podría invitarlos a su casa, aunque Delia le dice que su marido no lo aceptaría, pues la tradición es que vayan a casa de la novia, diciendo Marcella que pueden comer fuera, aunque Delia insiste en que vayan el domingo.

La aborda entonces la portera para decirle que tiene una carta, y cuando le dice que se la dé a su marido, la portera le dice que mejor que no, porque es para ella, que se extraña hasta que la ve, y dice a la mujer que no diga nada a Ivano.

Se sienta luego en casa y lee la carta sorprendida y emocionada y la esconde luego en su cajita de los pañuelos.

Luego esconde en otra cajita parte del dinero que ganó.

Está feliz tras el compromiso de su hija, pero Marcella está enfadada y le pregunta por qué les invitó allí, pues le da vergüenza, pues sus hermanos no paran de decir palabrotas, aunque Delia trata de tranquilizarla y le dice que les explicará que son invitados importantes para que se comporten, e incluso les dará dinero, aunque Marcella también teme a su padre y cómo se pone cuando bebe, y la madre le dice que guardarán el vino, pero también teme al abuelo, que siempre blasfema contra la virgen, diciéndole que le darán de comer antes, se dormirá y lo dejarán encerrado.

Cuando llega, Ivano les pide el dinero a las dos mujeres y se queja de lo poco que ganó Delia.

Pero ella, feliz, le cuentan el compromiso de Marcella y que Giulio quiere llevar a sus padres, lo cual ve como una buena noticia y la abraza y luego lo grita por la ventana.

Le dice luego que tiene que ir a casa de Marisa a hacer mermelada, pero Ivano le dice que no va a ningún sitio y le pide una camisa limpia.

Cuando saca contenta el chocolate y los niños se pelean por él, Ivano le pregunta de dónde salió, y ella cuenta que lo repartían unos soldados, a lo que él dice que se lo daban a las zorras que se dejaban engañar.

Y cuando los chicos se van a la habitación la abofetea y le da un cabezazo, y los chicos, escuchan los golpes desde la habitación y las vecinas desde fuera.

(La violenta escena se desarrolla coreografiada como un musical).

Luego, él se viste y le pide a ella que le eche colonia.

Cuando se marcha, Marcella reprocha a su madre que hasta le ponga la colonia para sus putas, aunque ella dice que solo va a jugar a las cartas, y la hija le dice que antes que acabar como ella se suicidaría y le pregunta por qué no se va, aunque Delia se pregunta a dónde.

Luego, a solas, vuelve a mirar su carta. Pero luego la hace un gurruño y la tira mientas se pregunta a dónde va ella.

Por la noche, mientras él le hace el amor ella se aburre y luego él le dice que siente lo del día anterior y que la quiere, pero que está de los nervios.

De regreso a casa el soldado americano se dirige a ella, que sigue caminando sin atenderlo diciéndole que no puede hablar con él, pese a que este le dice que es su amigo, y cuando trata de detenerla ve en su hombro los moratones.

Ve a Marisa que le recuerda que le dijo que sabía que su marido no la iba a dejar ir.

Pero le cuenta que Marcella se ha prometido y su amiga, feliz, comparte con ella los cigarrillos que le dio un americano.

Delia le cuenta que lleva varios meses robando algo de dinero de sus trabajos y tiene ya casi 8.000 liras, para el vestido de novia de Marcella, pues, aunque Ivano quiere que lleve el suyo, ya cuando se casó ella era un trapo.

Su vecina le presta su mejor mantel para la comida del domingo y eso supone una nueva discusión y una pelea con su otra envidiosa vecina.

Llegado el domingo, pide a los niños que encierren al abuelo.

Tiene todo listo para recibir a la familia del novio, aunque Marcella se avergüenza al ver los remiendos del vestido de su madre y le pide que se ponga el delantal.

Cuando llega Giulio con sus padres, Mario, Orietta, y la hija, Luisa, les abre Ivano.

Contrastan los hijos, que devoran la comida, con los Santucci, que lo hacen finamente y con cierto reparo, diciéndole de hecho Orietta que le dará la dirección de su carnicero, pues ella hace ese mismo plato con carne, y ella dice que a su marido no le gusta la carne.

Orietta observa sus remiendos, y cuando Mario le pide que se siente, pues solo se ha dedicado a servirles, Ivano la hace levantarse de inmediato para pedir más vino.

Cuentan que su hija está estudiando.

Mario se levanta y le ofrece uno de sus cigarrillos a su futuro consuegro que les dice que es un placer tenerlos en esa mesa, y cuando se disponen a hablar sobre el asunto que les ha llevado allí se despierta el abuelo que golpea la puerta para sorpresa de los invitados y el niño se da cuenta de que se le olvidó encerrarlo, y de pronto aparece el abuelo en pijama para sorpresa de todos que pensaban que no podía andar desde antes de la guerra.

Y sale diciendo palabrotas y renegando de que no le avisaran para esa comida.

Reconoce entre los comensales a los dueños de la cafetería junto con Cecio, la "Rata", que vendió más gente a los alemanes durante la guerra que cafés.

Llega finalmente el momento del compromiso. Giulio le da su anillo y se lo pone a Marcella, tras lo que Ivano propone un brindis y en ese momento comienzan a pelearse los niños pidiéndose la cama de su hermana.

El abuelo, al ver el anillo, dice que es una circonita y le sugiere que cuando tengan un hijo le pida un diamante y no un trozo de cristal.

Todo parece ir bien por unos momentos y Delia decide servir el postre, pero al salir de la cocina tropieza y se le cae al suelo, lo que sienta mal a Ivano, pero no por la comida, sino porque rompió un plato de su madre.

Giulio sugiere ir a la cafetería para tomar café y helado e Ivano les dice que se adelanten, que luego se unirán él y Delia, a la que pide que lleve a su padre al cuarto, para gritarle luego, a solas, que no sirve ni para sirvienta.

De camino al bar, Mario dice que la chica es mona, aunque su mujer dice que no es para tanto y que ha dado un braguetazo y les molesta emparentar con esa gente.

Ottorino llama a su hijo y le dice que lo está haciendo mal con Delia, aunque él le dice que se lo busca ella.

Pero el viejo le dice que no puede pegar siempre a su mujer porque se va a acostumbrar. Que es mejor darle una buena paliza de vez en cuando para que lo entienda y lamenta que no se casara con su prima, pues le habría ido mejor, y aunque Delia es buena ama de casa, contesta y debe aprender a callarse, pero no quiere escucharla llorar.

Él va a la habitación, donde ella llora, y baila con ella mientras recuerda cuando empezaron a salir de jóvenes y eran felices, aunque recuerda también que enseguida comenzaron sus malos tratos, e inmediatamente después, los niños.

Vuelve a pasar frente a los soldados americanos y William sale a su encuentro y se disculpa por si lo asustó en su anterior encuentro y ve un nuevo moratón en su brazo y le dice que debe salir de esa situación y que él puede ayudarla, aunque no logra entenderlo, ni lo entiende cuando le dice que si necesita algo, que vaya a verlo.

Pasa de nuevo frente al taller de Nino que le dice que el domingo partirá hacia el norte, pues allí hay trabajo y se paga bien y le pide a ella que se la piense.

Cuando llega a casa Marcella está mostrando su anillo a todos los vecinos, que felicitan a Delia.

Pero cuando sube ve que a Marcella se le olvidó apagar el fuego y se les quemaron las patatas. Y justo en ese momento llega Ivano y Marcella sale a pedir perdón, aunque Delia no la deja hablar y dice que fue culpa de ella y de su cabeza de chorlito y dice que se le olvidó la comida.

Manda a su hija a buscar a los niños para que no esté presente mientras Ivano la golpea, algo que no parece importarle, e incluso parece contenta, aunque su hija no la entiende, por lo que le explica que así su padre se desahoga y los deja en paz, pero Marcella le pregunta si no se avergüenza de ser tratada como un felpudo.

Delia vuelve a rescatar la carta que tiró a la papelera.

En la tienda de ropa con la que colabora, compra un retal y luego va a ver a Marisa a la que le pide que el domingo la cubra, pues dirá que tiene que salir a poner unas inyecciones en su edificio.

Marisa le pregunta si ha conocido a alguien y le dice que si se va no deje que Ivano la pille o le matará.

En su casa se arregla una camisa con los retales que compró mientras escucha cómo Marcella y Giulio tontean al lado, escuchando cómo él le pregunta por qué se maquilla, pues es muy guapa y no lo necesita y cómo le pregunta a dónde ha ido tan arreglada, y le advierte que el maquillaje es solo para él, y le quita el maquillaje y le dice que debe ir al trabajo sin maquillar, aunque, le asegura que cuando se casen, dejará de trabajar, porque es solo suya.

Delia le dice luego a su hija que casarse está bien, pero es para toda la vida y por ello debe elegir bien a su hombre, a lo que Marcella le replica preguntándole si ella eligió bien, a lo que le responde que no, pero que ella aún está a tiempo, a lo que Marcella vuelve a replicarle que ella también.

Ivano pregunta a su mujer si ya arregló el vestido de novia, y ella le pregunta a él si cree que se quieren, a lo que él le replica que deben colocarla y que esa familia les va bien aunque sean unos paletos venidos a más.

Pero una noche hay una explosión en la cafetería de los Moretti, algo que realizó William a petición de Delia.

Al día siguiente, mientras las vecinas escuchan llorar a Marcella y se apenan por ella, Ivano le dice a su hija que no quedó nada de la cafetería y ahora los Moretti no tienen nada, tras la destrucción del local con dinamita.

Pero Marcella sigue llorando amargamente pese al enfado de su padre, pues asegura que Giulio la quería, a lo que su padre le replica que el amor no hace la comida ni la cena y ahora esa familia no tienen ni donde caerse muertos y le recuerda que incluso se quedaron con el anillo.

Marcella pide a su madre que diga algo, pues nunca hace nada, aunque para sí, Delia dice, "eso es lo que tú te crees".

Por la noche, Delia prepara sus cosas. Su camisa nueva, y su bolso y se fuma un cigarrillo que le regaló Marisa mientras Ivano juega a las cartas con sus amigos.

Nino prepara también su equipaje para marcharse al día siguiente.

Al día siguiente la familia se prepara para ir a misa, aunque antes de salir, Ivano le pide a Delia que entre a ver si su padre necesita algo.

Y al entrar se da cuenta de que el anciano falleció, y, tras dudar un momento, dice, "hoy no", tras lo que sale con su bolso y se van a la iglesia y le dice a su marido que el viejo no necesitaba nada, e Ivano le pregunta por qué tiene tanta prisa.

En el barrio, Alvaro decide subir a ver a Don Ottorino y descubre su muerte, por lo que sale corriendo hacia la iglesia, donde Delia sigue la misa con impaciencia.

Delia le dice luego a su marido que tiene que ir a casa de Marisa, pero justo antes de que se vaya, llega Alvaro, gritando que Don Ottorino ha muerto.

Ivano se arrodilla frente a la iglesia preguntando de forma exagerada a Dios por qué se lo arrebató.

Deben volver por ello a casa y Delia mira impaciente su bolso mientras prepara algo para los que acuden a despedir al fallecido mientras escucha a Alvaro, que cuenta que Don Ottorino todavía estaba caliente cuando fue él.

Marcella llora también, pero aclara a su madre que no es por el abuelo, sino por Giulio mientras Alvaro cuenta ahora que cuando llegó estaba aún vivo.

Delia debe atender a todos los que van llegando a la casa mientras mira impaciente el reloj que ve que marca ya las 5'10.

Le dice a Ivano que tiene que ir a casa de Marisa. Pero entonces abre la puerta y encuentra, frente a esta, a la propia Marisa, que le dice que la estuvo esperando, pero cuando se enteraron de la muerte de su suegro Peppe quiso ir.

Delia asegura que quiso morirse ese día justamente por rencor.

Marisa le dice que quizá sea mejor así por los niños y por Marcella, y Delia le dice que precisamente en ella está pensando.

Y de pronto parece calmarse al pensar que todavía queda mañana.

Esa noche, y cuando ya todos duermen, deja el sobre con el dinero en la mesilla de Marcella, aunque cuando se dispone a salir, es sorprendida por su marido al que le dice que va a poner inyecciones, debiendo guardarse la carta en el bolsillo, e insiste en que le deje ir a poner las inyecciones, pues les vendrá bien el dinero para comprar flores para el funeral.

Finalmente le deja irse, aunque le pide que vuelva pronto, no dándose cuenta al salir de que se le cayó la carta del bolsillo.

Ya en la calle comienza a correr y pasa frente al taller de Nino, ya cerrado.

Entra en el baño de un bar a cambiarse y se pone su camisa nueva y se pinta.

Entretanto, en su casa, Ivano encuentra la carta y sale de inmediato a buscarla, enfadado, consiguiendo que su portazo despierta a Marcella, que encuentra el sobre que dejó su madre en la mesilla con una nota en que le dice que ese dinero es para que pueda estudiar.

Cuando sale ve que no están sus padres y encuentra la carta arrugada, que su padre tiró con rabia.

Delia se pone frente a una enorme cola, rodeada de muchas personas, la mayoría de ellas mujeres.

Ivano llega hasta allí. Pero la cola es enorme y con su nueva camisa y entre tanta gente, no logra verla.

Cuando un hombre pide a todos los de la fila que tengan preparados sus carnés, Delia se da cuenta de que perdió su carta y se siente desesperada.

Pero justo en ese momento, y al girarse ve a su hija Marcella detrás de ella, que le entrega la carta.

Delia avanza, empujada por el resto de la gente de la fila mientras la alejan de su hija y al entrar en la local ve varios carteles que animan a las mujeres a votar por la República los días 2 y 3 de junio.

Ya frente a las urnas piden a las mujeres, dispuestas a votar, que se quiten el pintalabios para cerrar sus sobres, pues si están manchados podría invalidarse el voto, accediendo todas a limpiarse para poder votar.

Tras votar sale feliz y cuando sale, ve desde arriba a su hija, que le sonríe y comienza a cantar, aunque con los labios cerrados.

Mientras baja, ve a su marido, pero ella está rodeada de toda esa gente con las bocas cerradas que se han podido expresar y él se marcha y ella y su hija se sonríen.

En Italia, el domingo 2 y el lunes 3 de junio de 1946 se celebraron las primeras elecciones con derecho a voto de las mujeres, y el 89% votó.

De 25 millones de votantes, 13 millones fueron mujeres.

"Nos aferramos a nuestras papeletas como a cartas de amor" (Anna Garofalo)".

Calificación: 3