Umberto D
Umberto D (1952) Italia
Duración: 89 min.
Música: Alessandro Cicognini
Fotografía: G. R. Aldo
Guion: Cesare Zavattini
Dirección: Vittorio De Sica
Intérpretes: Carlo Battisti (Umberto Domenico Ferrari), Maria Pia Casilio (Maria), Lina Gennari (Antonia Belloni), Ileana Simova: (sin acreditar), Elena Rea (Religiosa), Memmo Carotenuto (Paciente vecino de cama), Albert Albani Barbieri (Novio de Antonia).
Un grupo de pensionistas se manifiesta exigiendo un aumento de las pensiones y que les reciba el ministro, cuando los policías los obligan a dispersarse, debiendo esconderse.
Un grupo, entre los que se encuentra Umberto Domenico Ferrari se oculta en un portal.
Umberto, antiguo funcionario de Obras Públicas tiene una miserable pensión de 18.000 liras con la que apenas puede cubrir los gastos de la habitación amueblada que tiene alquilada.
Acude tras ello a un comedor para gente con pocos recursos, donde, tras comer trata de vender un reloj por 5.000 liras, aunque consigue solo 3.000.
De vuelta a su pensión encuentra su habitación ocupada por una pareja, que Antonia, la dueña de la pensión le dice ha dejado durante un rato a unos amigos suyos, y cuando protesta, ella le amenaza con echarlo a fin de mes si no le paga las 15.000 liras que le debe.
Mientras espera que despejen su habitación, María, la criada, le explica que las parejas le pagan a la casera 1.000 liras por cada hora de realquiler.
Una vez en su habitación, María le hace que se acerque a la ventana, desde la que le muestra a unos soldados, explicándole que está embarazada de uno de ellos, aunque duda de si el padre es un soldado de Florencia u otro de Nápoles, contándole que la patrona no lo sabe.
Don Umberto se acuesta, contándole a la muchacha que tiene anginas, y entregándole las 3.000 liras que consiguió por el reloj para que se las dé a la patrona, aunque regresa poco después con el dinero y diciéndole que no aceptará pagos parciales, y que desea que le pague las 15.000 liras.
Al día siguiente sale para vender unos libros, consiguiendo por ellos 2.000 liras, aunque tampoco se las acepta la patrona, debiendo permanecer en cama debido a su enfermedad mientras escucha cómo su casera da clases de canto.
Y esa noche el anciano realiza una llamada telefónica dando la dirección de la pensión, apareciendo a la mañana siguiente dos enfermeros preguntando por Ferrari, al que se llevan con ellos al hospital, donde le dicen que con unas gotas de tintura de iodo podrá irse muy pronto a su casa.
Le cuenta a su vecino de cama que necesitaría estar allí una semana más para ahorrar lo suficiente como para poder saldar sus deudas, explicándole este el medio para que le dejen permanecer unos días más, camelándose a una de las monjas que las cuidan a la que le pide que le deje un rosario.
En el hospital reciba la visita de María, a la que dejó al cuidado de su mejor amigo, el perro Flaik, preguntándole por él, al que puede ver a través de la ventana junto con uno de los soldados amigo de María.
Esta le cuenta que la patrona va a casarse y que ha dicho que necesitará la habitación de él.
Cuando es dado de alta regresa a la pensión, encontrando allí a los obreros reformándola y quitando el papel de las paredes.
Sale para buscar a María, a la que encuentra con uno de sus novios contándole lo de su embarazo.
María le dice que ignora dónde está su perro, pues le cuenta que se escapó un día que la dueña de la pensión dejó la puerta abierta, saliendo de inmediato a la calle para tratar de encontrarlo, cogiendo luego un taxi hasta la perrera, observando nada más entrar la sala donde los sacrifican.
Aunque lo busca no encuentra a Flaik entre los animales de la perrera, aunque cuando ya iba a marcharse llega una nueva remesa de perros entre los que está Flaik.
Umberto se siente desesperado sin saber encontrar una salida, acudiendo a ver a un antiguo compañero al que le expone que le faltan 2.000 liras, aunque este no parece querer entenderle y no se los presta, por lo que se le pasa por la cabeza la idea de pedir limosna al ver a un mendigo haciéndolo, aunque la vergüenza le impide hacerlo, poniendo finalmente a Flaik con el sombrero entre los dientes, sin que ninguna persona llegue a darle nada dejándolo al ver a un conocido.
De regreso a la pensión ve que la dueña tiene invitados que le dan la enhorabuena, llevándole poco después María un trozo de tarta, aunque él afirma estar harto de todo y la rechaza.
Escucha tras ello un tranvía y se asoma a la ventana, viniéndole a la cabeza deseos de lanzarse al mismo, que rechaza al fijarse en Flaik.
Coge tras ello su maleta y se marcha con su perro al amanecer procurando no hacer ruido, aunque María oye la puerta y sale a preguntarle a dónde va, respondiéndole él que va a otra casa recomendándole que se vaya ella también, aunque ella le dice que no puede regresar ya a su pueblo, pues su hermano la mataría aconsejándole él entonces que se olvide del de Florencia.
Umberto sube al tranvía y se dirige tras ello a una casa donde un matrimonio acoge perros a cambio de la manutención, estando dispuesto a darles más de 5.000 liras para su acogida además de su maleta llena de ropa, aunque tras ver las condiciones en que los tienen se niega a dejarlo allí.
Sin saber qué salida tomar, se acerca con el perro a un parque al que va a jugar una niña a la que conoce y que juega a menudo con Flaik, ofreciéndole quedarse con el perro, aunque la criada se niega a que se lo quede segura de que sus padres no se lo permitirán y de que tendrá que acabar por cuidarlo ella.
Flaik se acerca entonces a un grupo de niños que están jugando en el parque, aprovechando ese momento Umberto para marcharse y abandonarlo, pese a lo cual el perro vuelve a encontrarlo, por lo que, finalmente coge al perro en brazos y se acerca hasta la vía, aunque al escuchar que se acerca el tren, Flaik se asusta y sale corriendo sin obedecerle.
Sale corriendo tras él, aunque el perro no le obedece ni quiere jugar con él, alejándose cada vez que él trata de acariciarlo, rechazando ir a buscar las piñas que le tira, lo que preocupa a Umberto, que sigue insistiendo hasta que se gana de nuevo la confianza de su perro que vuelve a jugar con él, alejándose juntos jugando por el parque.