Te cuento la película

Viridiana
Viridiana

España / México (1961) *

Duración: 90min.

Música: Gustavo Pitaluga

Fotografía: José Fernández Aguayo

Guion: Luis Buñuel, Julio Alejandro

Dirección: Luis Buñuel

Intérpretes: Silvia Pinal (Viridiana), Francisco Rabal (Jorge), Fernando Rey (Don Jaime), José Calvo (Don Amalio), Margarita Lozano (Ramona), José Manuel Martín (El Cojo), Victoria Zinny (Lucía), Luis Heredia (Manuel "El Poca"), Joaquín Roa (Ezequiel / "Zequiel"), Lola Gaos (Enedina), María Isbert (Mendiga), Teresa Rabal (Rita), Milagros Tomás (Refugio)

La madre superiora llama a la joven novicia Viridiana para comunicarle que su tío no podrá acudir a su profesión, diciéndole, al observar que no parece afectada, que apenas lo conoce, pues solo lo vio una vez.

Pese a ello, la superiora le indica que la ha invitado a su casa, aunque ella le dice que preferiría no salir del convento, diciéndole la superiora que el hombre no se encuentra bien, por lo que debería despedirse convenientemente, ya que es su único pariente, y le recuerda que fue él quien pagó sus estudios y su dote, cuando Viridiana le replica que nunca se preocupó por ella, por lo que deberá ir a verlo antes de profesar, indicándole que debe procurar ser afectuosa con él.

Rita, hija de Ramona, la criada de Don Jaime, el tío de Viridiana, salta a la comba mientras Don Jaime le mira las piernas, diciéndole a este que con ella se salta mejor porque tiene mangos.

Van todos a recibir a Viridiana, a la que su tío le asegura que allí le parecerá que sigue en el convento por lo tranquilo que es el lugar.

Ella le cuenta a su tío que tiene muy pocos días de permiso y que fue porque se lo ordenó la madre superiora, lo que ofende a Don Jaime, que le dice que tan poco le interesaba verle que se lo tuvieron que ordenar, respondiéndole ella que no sabe mentir. Que le tiene respeto y agradecimiento, pero que no espere ningún calor humano.

Él lamenta no haber tenido mucho trato e indica que ahora es ya demasiado tarde.

Ella observa que tiene muy abandonados los campos, diciéndole su tío que desde hace 20 años las hierbas se hicieron dueñas de todo y en la casa, fuera del primer piso, se reproducen las arañas y él apenas sale al campo, diciéndole Rita, que le escucha, que es verdad, y que cuando sale la hace saltar.

Don Jaime la observa y le dice que se parece mucho a su tía, incluso en su modo de andar y su voz.

Por la noche, mientras Don Jaime acciona los pedales del armonio, Viridiana se prepara para dormir en el suelo, en vez de en la cómoda cama que le prepararon, sacando de su maleta una cruz y una corona de espinas, junto con tres clavos, ante los que reza.

Ramona, que la observó a través de la cerradura, le cuenta a Don Jaime que se hizo la cama en el suelo y lo de la corona de espinas, y que lleva un camisón de lino muy basto, que debe arañar su fina piel, ya que, al quitarse las medias dejó al descubierto unas bonitas piernas.

A la mañana siguiente va hasta el establo, donde Moncho ordeña una vaca, pidiéndole ella que le eche la leche recién ordeñada en un vasito, preguntándole ella si es muy difícil, invitándola el trabajador a probar, indicándole que debe agarrar muy fuerte los pezones, apuntando Rita que Don Jaime lo hace muy bien.

Ella coge uno, pero con miedo y desiste enseguida, diciendo que no es capaz.

Se toma el vaso con la leche mientras va al gallinero, diciéndole a su tío, que sale en ese momento, que le va a preparar un pastel de monja.

Él dice que no sabe qué hará cuando se quede solo, diciéndole ella que se quedará solo porque quiere, y cuando él le pregunta qué quiere decir, ella le pregunta si es cierto que tiene un hijo natural, pues se lo oyó contar a su madre.

Él reconoce que es cierto, recriminándole ella que no lo recogiera, contándole él que lo tuvo con una mujer de clase humilde cuando ya estaba enamorado de su tía, y, temiendo perderla, no le dijo nada, pero que no se ha olvidado de él, diciéndole que le debe parecer un monstruo mientras rescata a una abeja que se iba a ahogar en un barril.

Esa noche, antes de acostarse, Don Jaime se coloca en el pie el zapato de boda de su mujer, mientras observa su ramo y su vestido, colocándose tras ello su corsé.

Debe esconderlo todo a de prisa al escuchar un ruido, viendo que se trata de Viridiana, que entra sonámbula en su habitación. La ve luego sentarse frente al fuego, observando él sus piernas. Luego recoge ceniza y se dirige hasta la cama de su tío, donde todavía está el ramo de su mujer y esparce la ceniza sobre la cama, antes de marcharse.

Le pregunta luego a Ramona de qué sería capaz por él, recordando ella que las recogió a ella y a su hija cuando no tenían donde ir, por lo que comienza a tocar uno de los botones de su camisa dispuesta a desabrochárselo, para mostrarle que hará lo que le pida, aunque lo que hace es pedirle que sea ella quien hable con Viridiana para tratar de convencerla de que se quede unos días más, y le promete que si lo consigue no se olvidará de ella ni de la niña, aunque Ramona le pide que idee él la estrategia.

Él le pide que le acerque un frasco con unas píldoras mientras él se asoma a la ventana, pudiendo ver a Viridiana saltando a la comba con la niña.

Le pregunta a su tío por qué no la despertó la noche anterior, mostrándose preocupada por haber llevado ceniza a su cama, pues la ceniza quiere decir penitencia y muerte.

Él le dice que esa noche deberán hacer algo especial como despedida, pidiéndole una cosa que dice, es inocente, pero que significa mucho para él, diciéndole ella que ese día no le puede negar nada.

Esa noche Viridiana aparece con el vestido de novia de su tía, llevando Ramona la cola, mostrándose Don Jaime entusiasmado al verla, pues no creía que lo fuera hacer, ya que, cuando se lo pidió ella se negó ofendida.

Él le confiesa que su tía murió del corazón la noche de la boda con ese vestido en sus brazos, alegrándose ella, tras escucharlo, de haberle dado ese capricho.

Él vuelve a pedirle que no se marche, lamentando no haberla visitado más o haberla llevado en las vacaciones, aunque, le dice, ha pensado que habría un modo de que se quedara, aunque, dice, no se atreve a decírselo, siendo Ramona quien le diga que lo que quiere su tío es que se case con él y que no se vaya nunca de esa casa.

Ella le dice que debe haber perdido el juicio, y que con lo contenta que estaba, lo ha estropeado todo, tras lo que se marcha mientras él le pide perdón y que se quede un poco para que no le quede la impresión de que va a guardarle rencor para siempre y le dice que no hablará de nada que pueda molestarla, solo pondrá música y tomarán café.

Es Ramona quien prepara el café, en que pone somníferos y se lo entregue a Viridiana.

Rita se despierta diciéndole a uno de los hombres que trabaja para Don Jaime que vio a un toro negro que entró por la alacena, dándole este un terrón de azúcar para calmarla.

Poco después Viridiana se queda dormida, cayéndosele la taza de las manos.

Don Jaime se la lleva mientras le pide a Ramona que no lo juzgue mal, pues solo lo hace por tenerla cerca de él, llevándola en brazos a su habitación.

La acuesta en la cama y le pone en la cabeza un tocado de flores y cruza sus brazos sobre el pecho como si estuviera muerta mientras la observa.

También la ve Rita, que al ver que la llevaba en brazos trepó, pudiendo ver cómo Don Jaime toma a Viridiana en sus brazos y la besa, tras lo que le desabrocha el vestido y besa sus pechos, aunque de pronto se arrepiente, vuelve a cubrírselos y se marcha.

Ramona descubre a su hija cuando baja, y le cuenta que Don Jaime besó a Viridiana, diciéndole su madre que la besó porque es su sobrina y la quiere.

Al día siguiente, Viridiana se despierta, ya con su camisón ya y con dolor de cabeza y dice que tiene sed, contándole Ramona que se desmayó y que entre el señor y ella la llevaron a la cama.

Entra entonces su tío y le pide a Ramona que se vaya, pidiéndole Viridiana que se marche, pues tiene que vestirse para marcharse, mientras se cubre con las sábanas.

Su tío le dice que ya no puede marcharse.

Reconoce que estaba como loco y creyó que ella aceptaría casarse con él, pero como se negó y llegó el momento de su partida, tuvo que forzar su voluntad para poder tenerla entre sus brazos y, mientras dormía, fue suya, por lo que no podrá volver al convento y tendrá que quedarse allí para siempre, y aunque no quiera casarse con él, con tal de que se quede a su lado, se conformará y le dejará todo.

Ella se muestra horrorizada y avergonzada, y cuando su tío se marcha empieza a hacer la maleta.

Cuando sale de allí, Don Jaime le dice, desesperado a Ramona que le ha mirado con ojos de odio. Que cometió un error y que la chica se irá sin remedio y vuelve a pedirle a la criada que trate de convencerla, pues a él no quiere escucharle y que le diga la verdad. Que le mintió y que realmente no la violó. Que quiso hacerlo, pero se dio cuenta a tiempo de lo que iba a hacer y se arrepintió y luego se le ocurrió la mentira para que no se marchara.

Ramona va en efecto a hablar con la muchacha, aunque no le dice nada al ver que hizo su maleta y se dispone a marcharse, por lo que Don Jaime le cierra la puerta y le dice que antes de marcharse debe escucharle.

Le cuenta que todo lo que le dijo es mentira y que solo le ofendió con el pensamiento y no puede resistir que se marche odiándole, pidiéndole que le diga que le cree, diciéndole ella que le repugna aunque lo que le dice sea verdad.

Le da luego la llave preguntándole si no le puede perdonar, no diciendo ella nada.

Le pregunta luego a Ramona si le cree, diciendo ella que sí, aunque nota que no es cierto, procediendo Ramona a examinar las sábanas cuando él se marcha.

Cuando Rita se marcha hacia el pueblo, donde cogerá el autobús, Don Jaime se sienta ante su escritorio y sonríe malévolamente.

Mientras Viridiana espera en la plaza del pueblo al autobús, llega el alcalde de la población acompañado por dos agentes de la guardia civil y le indica que no se puede marchar porque ha ocurrido una desgracia, pidiéndole que les acompañe.

La llevan de regreso a la casa de su tío, al que puede ver, cuando bajan del coche, colgado de un árbol con la comba de Rita, no pudiendo evitar Viridiana el llanto.

Un empleado de Don Jaime regaña a la niña cuando la ve saltando con la cuerda con que se ahorcó Don Jaime bajo el árbol en que lo hizo, diciendo ella que a Don Jaime le gustaba mucho verla saltar, y, aunque el hombre le quita la comba y la lanza lejos, aunque ella vuelve a recogerla y sigue saltando.

Viridiana friega el suelo de la casa de rodillas, llevándole Ramona algo de leche, pues, le dice, tiene muy mal color porque no come lo suficiente, llegando en ese momento la madre superiora, que le dice que se enteraron de la desgracia y fue a verla con otra monja, reprochándole que no le escribiera ella enseguida.

Le cuenta también que cuando llegaron, el cura del pueblo les contó lo sucedido y no se explican ese terrible pecado, indicando Viridiana que su tío fue un gran pecador y ella se siente culpable de su muerte, pidiéndole la superiora que le haga una confesión completa, diciendo ella que no va a volver al convento y por ello no le debe más obediencia que la de cualquier católico.

La superiora insiste y le pregunta si hay algún impedimento grave que la incapacite para profesar, diciendo ella que no tiene nada que reprocharse.

Unos días más tarde un grupo de mendigos espera fuera de la iglesia a que salga Viridiana, que cuando lo hace pide que la sigan.

Van con ella Don Amalio, que es ciego y lleva una niña, Refugio, una mujer embarazada, Enedina, que lleva otra niña, el "Pelón", el "Poca", Ezequiel y el "Cojo".

Entretanto llega también a la casa Jorge, el hijo natural de Don Jaime, con Lucía, su novia, preguntándose cómo sería su padre, recordándole Lucía que nunca se preocupó por él, aunque Jorge le disculpa y le dice que nunca le ha guardado rencor, pues cualquier persona puede enamorarse y olvidarse, aunque, se pregunta, por qué le reconoció a última hora y por qué se suicidó, apuntando que estar siempre solo no es bueno, a lo que Lucía dice, en eso no se parecen, pues él siempre busca compañía.

Observa las tierras abandonadas, e indica que allí hay mucho que hacer, viendo llegar a Viridiana con los mendigos.

Esta, le pide a Moncho que los ubique, indicando ella que los hombres estarán en un sitio y las mujeres en otro, aunque en las comidas estarán juntos.

Sale entonces Jorge, que se presenta ante ella.

Entretanto, Moncho les indica a los hombres que si les pilla haciendo algo malo se las verán con él, indicándole Don Amalio que, aunque pobres tienen dignidad, llamándole hermano, diciendo Moncho que sus hermanos no son unos mugrosos, indicando el Pelón que en esa casa hasta los criados se creen señores y cuando amenaza a Moncho y dice que está harto de tanta beatería, el ciego lo empuja con su bastón y le pide que sea educado, preguntándole Viridiana qué le hizo para que la insultara, decidiendo él, al ver que allí tendrá que soportar su disciplina, marcharse, aunque antes le pide una limosna.

Jorge se lava esa noche los pies, pues, dice, ese día caminó mucho, mostrándose malhumorado con Viridiana por su beatería, aunque Lucía cree que lo que le molesta es el poco caso que le hace.

Ramona se dispone a servirles la cena y se queda embobada mirando a Jorge. Se asusta por ello cuando Lucía le habla y se le cae la sopera.

Entretanto, abajo los mendigos se sientan entorno a una larga mesa para cenar, presentándose Viridiana con dos mendigos más y les dice les lleva una buena noticia, diciéndoles que desde el día siguiente todos van a trabajar, aunque al ver sus caras les dice que será en la medida de sus fuerzas y cada uno en lo que prefiera.

Solo Enedina reacciona diciéndole que es buena para la cocina.

El Cojo dice que él sabe pintar, indicando Manuel, el "Poca", que él para lo que sirve es para hacer reír.

Se dan cuenta entonces de que uno de los recién llegados, José, tiene heridas en los brazos, indicando otro que es lepra, por lo que le piden a Viridiana que lo eche, pues los demás están sanos, aunque él dice que son varices y que en el hospital le dijeron que no eran contagiosas, indicando Viridiana que ella le llevará al médico y les pide a los demás que tengan compasión.

Pero cuando ella se va uno de ellos le pide que se marche, amenazándolo con una navaja, aunque Amalio indica que si hacen algo les echarán, decidiendo el hombre, ante tanta hostilidad marcharse, aunque diciendo que se quedará en la finca.

Amalio le dice a Enedina que esa noche irá a buscarla, aunque ella le dice que no puede, porque las niñas duermen con ella, sugiriéndole él que se las deje a Refugio, aunque dice que si lo hace chillan, indicando Amalio que entonces la buscará al día siguiente en el campo.

El Cojo encuentra la comba y decide utilizarla como cinturón.

Una noche, mientras reza de rodillas, llega Jorge, que la sorprende, y que le indica que tienen que hablar, pues o está con sus pobres o está rezando y pasan los días sin verse.

Mientras ella guarda azorada la cruz, los clavos y la corona de espinas, él le dice que quiere instalar la luz y quiere hacer reformas y no pueden tener las tierras sin producir, diciéndole ella que haga lo que considere.

Él le dice que además tienen que conocerse mejor, preguntándole qué sabe de él, indicando ella que sabe que trabajaba en el despacho de un arquitecto, asegurando Jorge que si su padre se hubiera ocupado más de él, el arquitecto sería él.

Observa, al sentarse en ella que, aunque ahora Viridiana duerme en la cama, sobre esta tiene una tabla, diciéndole Jorge que no entiende cómo puede vivir así ni que le guste tanto estar sola, diciendo ella que no es como él que tiene su mujer, aclarándole Jorge que no es su mujer, pues para vivir con ella no necesita que nadie le bendiga.

El Cojo pinta a una mendiga haciendo de enferma a la que salva la Virgen de los Desamparados, pidiéndole a Viridiana que a haga ella ese papel de Virgen.

Le pregunta a Refugio cuánto le queda para dar a luz, aunque ella no lo sabe, apuntando el Poca que ni siquiera sabe quién es el padre.

El señor "Zequiel" y otra mujer, enana son los encargados de ir al pueblo a comprar.

Mientras hace mediciones en el campo, Jorge ve que pasa entonces un carro que lleva entre sus ruedas atado a un perro con una cuerda tan corta que debe seguir el ritmo del caballo para no morir ahorcado, algo que le parece a Jorge monstruoso, por lo que se dirige al dueño al que le indica que el perro no puede con su alma, sugiriéndole que lo lleve en el carro, a lo que el hombre le replica que el carro es para las personas, diciéndole Jorge que lo suelte y le seguirá, indicando el hombre que si lo hace lo puede atropellar un coche, decidiendo Jorge comprárselo, indicando el hombre que es muy bueno cazando conejos y que el propio perro ya sabe que si no caza no come.

Mientras se lleva a su nuevo perro, Canelo, por el lado contrario de la carretera va otro carro con un perro atado igual que iba Canelo.

Aparece entonces Viridiana, a la que Jorge le indica que si ella le ayudara cambiaría todo muy pronto y que debería además dejar que pusiera a los mendigos en la calle, pues con socorrer a esos pocos entre tantos miles no arregla nada, diciéndole ella que quiere crear un albergue donde los pobres de paso encuentren techo y calor humano.

Pasa junto a ellos el "Leproso", que lleva una lata atada para que todos escuchen cuando se acerca, curándole ella las heridas, indicando el Poca que es una mala persona, pues cuando va a la iglesia mete el brazo en el agua bendita para pegar la enfermedad a todos, de modo que ni siquiera el cura le permite entrar.

Lucía le indica a Jorge que se pasa el día aburrida, diciéndole él que en una casa tan grande nunca falta qué hacer.

Le muestra un reloj de bolsillo y le pregunta qué le parece, a lo que Lucía le responde "que a ti te gusta tu prima", algo que él no niega, señalando ella que lo mejor es que se marche y que a lo mejor lo hace al día siguiente, diciéndole él que "para que adelantarte a lo que pudiera no ocurrir", viendo ella cómo reconoce que le gusta, indicando él que la vida es así, que a unos los junta y a otros los separa y que no puede hacer nada, pues es ella la que manda.

Entre las cosas de su padre encuentra un crucifijo, que observa que es también una navaja, con la que trata de abrir el reloj mientras le pide a Lucía que no llore.

Comienzan a realizar las labores de restauración y meten la luz.

Entretanto, Viridiana llama a los mendigos a los que hace interrumpir "sus tareas" para el rezo del Angelus mientras los hombres contratados por Jorge no paran de trabajar.

Cuando estos terminan, Jorge, que ha comunicado que saldrá esa noche, le recuerda a Viridiana su cita con el notario del día siguiente y además le indica que si quiere puede vivir en la casa grande, ya que él ahora está solo.

Ella le pregunta por su amiga, que él le confirma que se fue y que no volverá, y cuando ella le pregunta por qué, le responde preguntándole por qué cree que se separan un hombre y una mujer, diciéndole que si no lo sabe no se lo va a explicar, pues una beata sin sangre en las venas como ella podría asustarse, y se ríe en su cara.

Moncho decide despedirse de Viridiana harto de los pobres.

Jorge sube con Ramona al desván, lleno de muebles antiguos, y le pregunta si alguna vez su padre le habló de él en los 7 años que estuvo a su servicio, no pudiendo recordar ella que lo hiciera, pese a lo cual le dice estar segura de que le quería.

Al observar cómo lo mira la criada, le dice que, si se arreglase un poco, estaría guapa, tras lo que la besa, viendo que ella no le rehúye, tras lo que le pide que se siente un momento con él.

En el mismo desván, y a la vez, el gato se abalanza sobre una rata.

Viridiana debe acudir al notario, por lo que encomienda al señor "Zequiel" que cuide de que el resto de los mendigos se comporten durante su ausencia.

Van también Ramona y Rita, que lleva un pañuelo atado debido a un dolor de muelas.

Aprovechando que están solos, los mendigos deciden que podrán realizar una buena comida, para lo que le piden a Enedina que les prepare dos corderos y natillas.

Entretanto dos de las mendigas que consiguieron entrar por una ventana abren la puerta y llaman a los demás para que vayan a ver la casa.

Ezequiel, que trata de mantener el orden, accede, aunque pidiendo que no toquen nada.

Pero las mujeres husmean por todas partes, viendo la rica cubertería y mantelería de encaje, lamentando una de ellas morirse sin haber podido comer en un mantel así, mientras el señor Zequiel fuma el tabaco de Jorge.

José, el "Leproso", encuentra una paloma herida en el campo y la coge y la acaricia.

Esa noche será el propio Zequiel quien, ya adormilado, y durante la cena que preparó Enedina, tire su copa de vino sobre el vistoso mantel.

Mientras una de las mendigas canta, Refugio, ya borracha también, se enfada al ver que no para de llorar la niña de Enedina, que se molesta al ver cómo la trata y empiezan a pelearse tirándose de los pelos, debiendo separarlas los demás.

Vuelve la paz con el postre. Todos esperan las natillas, y de hecho el Poca no tiene paciencia y mete en ellas el dedo, empujando Enedina su cara hacia el recipiente, acabando por ello con la nariz llena de natillas.

Tras terminarlas, el Poca les dice que Enedina les va a sacar un retrato a todos como recuerdo y cuando Amalio pregunta con qué máquina, ella le responde que con una que le regalaron sus papás.

Se disponen todos tras la mesa como los apóstoles en los cuadros de la Última Cena, con Amalio en el centro, y cuando todos están preparados para la foto, Enedina se levanta la falda, haciendo que todos rían con ganas.

El Leproso pone en marcha el tocadiscos, en que suena "El Mesías", de Haendel, y sale poco después del cuarto de al lado con el velo de novia de la mujer de Don Jaime y su corsé, bailando y haciendo reír a todos, lanzando como si fueran pétalos, las plumas de la paloma que recogió antes en el campo.

Poco a poco otros mendigos se animan a bailar.

Paco, otro de los mendigos llama a Enedina supuestamente para enseñarle algo que hay tras un sofá, momento en que se abalanza sobre ella, que en un principio trata de resistirse.

Mientras Don Ezequiel recibe en su cara el contenido de un plato de natillas que le lanza otro de los mendigos, el Poca se acerca a Don Amalio para decirle que "la Enedina y el Paco andan buscando setas detrás del sofá", aunque cuando le pide que lo lleve hasta ellos se escabulle para que no vean que fue él el chivato, ante lo que Amalio opta por empezar a dar garrotazos sobre la mesa, destrozando la vajilla, preguntándose una de las mendigas cómo van a arreglar ahora el estropicio, decidiendo Refugio y otra de las mujeres marcharse, diciendo que es mejor que esa noche las vean en el pueblo, pues va a acabar todo como el rosario de la aurora.

Enedina se siente molesta con el ciego, ya que, señala, no es su hombre y no tiene por ello ningún derecho sobre ella.

Al salir de la casa, Refugio y la otra mujer, ven que llega el coche con Don Jorge, Viridiana y Ramona, escuchando estos desde fuera los acordes del Mesías, por lo que Jorge entra en la casa, viendo cómo los mendigos tratan de escabullirse, preguntándole Enedina, ebria, si no habían dicho que llegaban al día siguiente.

Queda atrás Don Amalio, al que se le enreda en los pies el velo de novia.

Cuando Jorge entra al comedor observa el desastre y cómo dejaron todo.

Tras quitar la música escucha ruido dentro de la habitación, descubriendo al Cojo tras las cortinas, por lo que le pide que salga, sacando entonces este una navaja, tratando Jorge de reducirlo golpeándolo con una silla, aunque lo evita el Leproso, que lo sorprende por detrás y lo deja sin sentido al golpear su cabeza con una botella.

Entra entonces Viridiana, que, al ver a su primo en el suelo y sin sentido les pregunta qué le hicieron, respondiéndole el Cojo que él se lo buscó, tras lo que se abalanza sobre ella y la besa, pidiendo ella ayuda al Leproso, que le asegura que no le va a pasar nada, pues allí son todos gente de bien sin hacer nada.

Entretanto, Ramona le pide al chófer que la lleve al pueblo para dar aviso.

El Leproso ata a Jorge a un mueble mientras el Cojo arrastra a Viridiana, que grita pidiendo ayuda, hasta la cama, impidiéndole el Leproso el paso cuando trata de huir, llevándola de nuevo el Cojo en brazos hasta la cama, donde trata de forzarla.

Cuando despierta Jorge, y al ver que está atado le dice al Leproso que si le ayuda le hará rico, aunque él no le cree, asegurándole Jorge que en esa casa hay mucho dinero, pero que no le dirá dónde está si no acaba con el Cojo.

Entretanto, Viridiana trata de resistirse, echando mano durante el forcejeo al mango de la comba con que el Cojo se sujetaba los pantalones, lo que la paraliza y acaba perdiendo el sentido.

Jorge le asegura que si mata al Cojo le dirá dónde está el dinero.

Este besa a Viridiana, ya sin resistencia, golpeándolo el Leproso con la pala de la chimenea en la cabeza, diciéndole Jorge tras hacerlo que el dinero está en el mismo mueble en que él está atado, bajo la ropa, donde el mendigo lo encuentra, en efecto.

Llega entonces Ramona con dos guardias civiles.

Al día siguiente continúan con los trabajos de restauración, indicando Jorge dónde quiere que coloquen los enchufes y le pregunta luego a Viridiana si se le pasó ya el susto, observándolo esta con ojos de deseo, mirándose luego, una vez en su habitación, en un trozo de espejo roto que guardaba, tras dejarse el pelo suelto.

Fuera, arde una hoguera frente a la que Rita juega con la corona de espinas de Viridiana, con la que se pincha, ante lo que decide lanzarla al fuego.

En el cuarto de Jorge vuelve a sonar la música, aunque ahora es un rock and roll.

Él acaricia la cara a Ramona, que le muerde cariñosamente la mano.

Llaman entonces a la puerta, viendo Jorge al abrir que es Viridiana, que llega arreglada y con el pelo suelto, ya sin pañuelo en la cabeza.

Él se sorprende al verla y le pregunta si le ocurre algo y le pregunta en qué puede servirle, aunque ella nada dice. Solo le mira, entregada, invitándola él a pasar, aunque Viridiana se sorprende al ver allí a Ramona, pidiendo una explicación con la mirada, indicando él, que no esperaba su visita y que estaban jugando a las cartas: "No le extrañe que me divierta a mi manera. Las noches aquí son largas y uno las mata como puede".

Ramona hace ademán de marcharse, pero Jorge le pide que se quede, asegurándole que la señorita es muy sencilla y no le importa que se quede, tras lo que le dice "¿Sabe usted jugar a las cartas, primita?". "Estoy seguro de que le va a gustar".

Le insiste a Ramona para que se siente con ellos y dice: "De noche todos los gatos son pardos".

Viridiana, Jorge y Ramona se sientan y juegan a las cartas, haciendo Jorge cortar a su prima, tomando su mano para enseñarle cómo hacerlo, tras lo que le dice: "No me lo va a creer, pero la primera vez que la vi me dije, mi prima Viridiana terminará por jugar al tute conmigo".

Nota: En el primer final ideado por Buñuel y que la censura rechazó, cuando Viridiana llamaba a la puerta de su primo, este hacía que Ramona, con la que estaba en la cama, saliera precipitadamente por la puerta del comedor, y entraba Viridiana para ocupar su lugar, apareciendo la palabra fin sobre la imagen de Ramona, llorando sentada.

Buñuel gustaba de señalar su agradecimiento a la censura, pues gracias a ella consiguió un final menos obvio, y, a la vez más pernicioso, al sugerir una relación trilateral.

Calificación: 5